'Caso Rotherham': el escándalo de violaciones a 1.400 niñas que sacude el Reino Unido
Las menores fueron violadas entre 1997 y 2013 por kurdos, paquistaníes y kosovares, pero las autoridades lo taparon
Quienes han cubierto el caso Rotherham se refieren a él como «el mayor crimen en tiempos de paz en la historia de la Europa Moderna». No parece una hipérbole. Hablamos del abuso y violación en serie de 1.400 niñas inglesas por parte de paquistaníes, kurdos y kosovares durante más de 15 años (1997-2013). Las autoridades prefirieron tapar el asunto por la etnia y la religión de los agresores, admitiendo internamente su temor a ser tildados de «racistas». A día de hoy, no ha habido justicia para la gran mayoría de las víctimas.
Los gobiernos británicos, tanto conservadores como laboristas, con la colaboración de los medios del sistema, creían haber enterrado la historia tras unos procesamientos simbólicos en la década de 2010. Sin embargo, Elon Musk ha removido el polvo de la infamia tuiteando algunos de los documentos judiciales. 66 millones de personas a lo largo de todo el mundo se han enterado gracias al magnate norteamericano de la gravedad del caso, obligando a pronunciarse al primer ministro británico, Keir Starmer, quien durante esos años estaba al frente del Servicio de la Fiscalía de la Corona (similar a la Fiscalía General del Estado).
Ahora el caso monopoliza el debate público en Gran Bretaña. La ira ciudadana, contenida durante años, exige una investigación pública y una rendición de cuentas a la altura de la gravedad del asunto, que salpica a todos los niveles del sistema británico, desde trabajadores sociales a funcionarios del Ministerio del Interior.
La Policía omitió en algunos casos su deber de socorrer a las víctimas; los concejales locales y miembros del Parlamento rechazaron las peticiones de ayuda de los padres de las niñas; las ONG y los parlamentarios laboristas, incluso, acusaron a quienes hablaron del escándalo de «racismo e islamofobia». Y sobre todo, los medios de comunicación ignoraron o minimizaron en su gran mayoría lo que podría haber sido una de las historias más importantes de sus vidas.
En definitiva, la élite británica prefirió blindar su modelo multicultural a tener que rendir cuentas por su política migratoria, mientras que sus colaboradores necesarios callaron por miedo a ser tildados de racistas o islamófobos. La corrección política es culpable de que todavía no se sepa con precisión cuántos miles de niñas fueron violadas en Gran Bretaña desde los años 1970.
1.400 violaciones
Esta violencia sexual se cebó con las ciudades posindustriales del norte de Inglaterra y las Midlands, en donde se establecieron los inmigrantes procedentes de Paquistán y Bangladés a lo largo de los años 60. Las violaciones comenzaron poco después. El epicentro del terror fue Rotherham, una población de apenas 250.000 habitantes. Ahí, los policías y concejales locales fueron notificados por primera vez sobre el abuso sexual de niñas en 2001. Las primeras condenas no se produjeron hasta 2010, cuando cinco hombres de origen paquistaní fueron encarcelados por múltiples delitos contra niñas de tan sólo 12 años de edad.
Su modus operandi consistía en abordar a las niñas más vulnerables (las pobres y las huérfanas o las tuteladas en centros de acogida) con dulces para drogarlas. Después, las violaban y las pasaban de una red de explotación a otra hasta que las descartaban cuando alcanzaban la mayoría de edad. Una investigación de 2014 determinó que 1.400 niñas habrían sido violadas solo en Rotherham, pero esa cifra sería solo la punta del iceberg de un escándalo de dimensiones nacionales.
El escalofriante informe
El informe de 2014, de 153 páginas, contiene casos muy sórdidos, como el de una niña de 12 años que cuenta cómo Mohammed, de 31, utilizó un metal ardiendo para dejarle marcada en el culo su inicial. «Le pertenecía y si me acostaba con otro sabrían que era de su propiedad», dice. A su corta edad, no sólo tenía que satisfacer a su violador y aguantar sus palizas, sino que en ocasiones era obligada a mantener relaciones con varios hombres a la vez. Los extraños pagaban a su «amo» hasta 400 libras por poder pasar un rato a solas con la «niña blanca con piel de bebé».
Hay más casos igualmente escalofriantes. Por ejemplo, una adolescente de 15 años pasó varios días en el hospital después de que dos pakistaníes le introdujese una botella rota en la vagina, provocándole una hemorragia grave. Otra niña de 13 años fue encontrada a las tres de la mañana con la ropa rota en una casa, rodeada por un grupo de «asiáticos» que la habían emborrachado. La Policía interrumpió la escena tras ser alertada por un vecino que escuchó gritos, pero solo para llevarse a la niña y regañarla por su estado de embriaguez.
Lecciones sin aprender
Al publicarse el informe, el alcalde de la ciudad, Roger Stone, se vio obligado a dimitir. La autora del documento, Alexis Jay, destacó «la naturaleza aterradora de los abusos». También señaló a la policía y a las autoridades municipales: «Si todas las autoridades implicadas hubieran estado menos preocupadas por sus propias agendas y sus prejuicios, y se hubieran centrado en el bienestar de los niños, muchos no habrían sufrido los abusos y la brutalidad de lo que estamos oyendo».
El asunto llegó al Parlamento británico. Ahí, Theresa May, entonces ministra del Interior, apuntó sin ambages a «la corrección política institucionalizada» de lo sucedido en la pequeña ciudad: «Muchas víctimas sufrieron la injusticia de ver sus gritos de ayuda ignorados. Las preocupaciones culturales, el miedo a ser visto como racista, nunca deben impedir proteger a los menores».
La lección, sin embargo, no parece haber sido aprendida. Tras el ‘descubrimiento’ de Elon Musk, sucedido por la petición de una investigación pública para depurar responsabilidades, Keir Starmer ha despachado el asunto señalando: «El principal problema de nuestro país es la islamofobia». Y ha añadido que «los musulmanes se sienten incómodos» recordando lo sucedido en Rotherham. Como para no.