Trump y Putin contra Europa
¿Qué secretos conoce Putin de Trump que convierten al estadounidense en el mejor propagandista del Kremlin?

Las delegaciones de EEUU, liderada por Marco Rubio (segundo por la izquierda), y Rusia, encabezada por Serguéi Lavrov (primero por la derecha), este martes en Riad (Arabia Saudí). | Reuters
La reunión de Riad de este martes fue toda una exhibición del siniestro circo global que ha conseguido montar Donald Trump con solo un mes en el Despacho Oval. En la capital de Arabia Saudí estaban, para negociar el fin de una guerra que Moscú empezó hace casi tres años, los representantes de la autocracia rusa con sus mejores amigos en este momento, los representantes de -lo que en teoría es aún- la democracia estadounidense. Como anfitriones, los representantes de la satrapía saudí.
Ucrania, como ocurrió con Checoslovaquia en 1938, no estaba en esa reunión. La Unión Europea tampoco. El equipo de Washington, como señala Timothy Snyder, era el ideal para la ocasión: prácticamente sin experiencia en negociaciones internacionales de alto nivel, con un desconocimiento casi total sobre Ucrania y Rusia y, por supuesto, con esa misma ignorancia aplicada a cualquier otra lengua que no sea el inglés. Frente a ellos –en realidad, a su lado— un experimentado equipo ruso. ¿Qué puede salir mal? «Tiene toda la pinta de que se está diseñando un baño de sangre«, lamenta Snyder.
Desde Washington, horas más tarde, las mentiras de Trump. Solo un 4% de los ucranianos respalda a Zelenski. En diciembre, el Instituto Internacional de Sociología de Kiev colocó la aprobación del presidente ucraniano en un 52%, y eso en unas circunstancias tan difíciles como las que existen después de tres años de invasión. Es un dictador sin elecciones, un comediante de éxito moderado. Es la vileza miserable de quien no le pide elecciones libres a la dictadura rusa y se lo echa en cara al líder de un país en guerra y bajo la ley marcial.
Y sobre las mentiras, la infamia del presidente: «Me dicen que los ucranianos están enfadados por no tener un puesto en la mesa de negociaciones; bueno, lo han tenido durante tres años y mucho más antes. Lo podían haber resuelto muy fácilmente». ¿Es solo ignorancia? Difícilmente. Una traición como la que está imponiendo a los ucranianos requiere mala fe e indecencia.
Ofrecer al Kremlin parte del territorio de Ucrania, aceptar que Kiev no entrará en la OTAN y prometer la suspensión de las sanciones sobre los que invadieron el país y llevan tres años -espectacular fracaso de Rusia, por cierto- intentando destruirlo con ataques sobre objetivos civiles, infraestructuras y hospitales es una vergüenza. ¿A cambio de qué? De nada. ¿Hay algo más? Lo habrá: cerrar los ojos a los esfuerzos de Rusia para sabotear la democracia en Ucrania e imponer un gobierno títere. La mentira del 4% no era un despiste, después de todo. Forma parte de la lógica cómplice con Rusia. ¿Qué secretos conoce Putin de Trump que hacen que el estadounidense propague con tanto entusiasmo el programa del Kremlin para Ucrania y Europa?
Aquellos Estados Unidos aliados de Europa, con todos sus defectos, jamás criticaron a un país por no rendirse ante el ejército invasor de una potencia autocrática y antidemocrática. Aquellos Estados Unidos de América, a pesar de los pesares, nunca olvidaron que Stalin asesinó a cuatro millones de ucranianos en los largos años del terror ni que Putin se ha deshecho de docenas de adversarios envenenándolos, tirándolos desde las ventanas de los edificios o exterminándolos en campos de concentración, como ocurrió hace un año con Alexéi Navalni.
Aquellos Estados Unidos -que volverán, aunque el precio que pagarán y pagaremos por esta etapa nacionalista autocrática de dislates y fuerza bruta será muy elevado- nunca habrían traicionado a los que luchan por su libertad y por la nuestra, a los que quieren defender con su vida los valores democráticos y el futuro de sus hijos.
Europa necesita hacer movimientos importantes, y con urgencia, porque están en juego su libertad y su prosperidad. Pero, con todas sus carencias y errores, es de un oportunismo y una miopía espeluznantes culpar a los europeos de esta crisis. Entender bien el nuevo mundo en el que estamos es básico para la Unión Europea y, por tanto, debe actuar en consecuencia en su política, su mercado interior, su comercio internacional y su seguridad y defensa.
Será muy complicado y costará mucho, en esfuerzo y en redistribución del gasto, pero se logrará, igual que se lograron superar momentos peores de aquella Europa del siglo XX destrozada por los nacionalismos y las ideologías totalitarias sobre la que se ha construido la casa europea de la prosperidad, la libertad y la democracia.
Entender bien este nuevo mundo tiene dos obstáculos en España. El de los que se enfervorizan con Trump y justifican sus barbaridades, que deberían leer con mucha atención esta distopía quizá no tan ficticia de Luis Prados, y el del Gobierno, que paga continuamente el precio de ocupar el poder cueste lo que cueste. Estar en coalición con aquellos que no condenan o justifican la invasión de Rusia y que no comparten los valores liberales y democráticos es una barbaridad que se demuestra cada día.
Los dos extremos se tocan. Se tocan con Trump, con Putin y con los saudíes en esa mesa de la deshonra en Riad.