Irán: ¿está la reina negra en peligro?
EEUU debe tener claro que debe cerrarse el programa nuclear de Irán. Y no sólo por Israel, sino por la estabilidad mundial

El líder Supremo de Irán, Ali Jameini. | Reuters
El mundo actual se enfrenta a divisiones profundas, nuevas relaciones de poder, incertidumbre económica y conflictos persistentes. En este marco geopolítico, Irán sigue representando una amenaza global. Global porque no solo busca mantener su debilitada influencia en Oriente Medio, sino porque apoya indirectamente a Rusia en el conflicto con Ucrania, presumiblemente lanza sus tentáculos hacia Iberoamérica, mantiene estrechos contactos con China y sobre todo, lo más definitivo, es que Irán se encuentra a un paso de convertirse en una potencia nuclear. Y no menospreciemos que, a la sombra, China está fortaleciendo sus alianzas con Rusia e Irán, cuestionando el dominio de Estados Unidos en los ámbitos globales militares, en el comercio y la tecnología.
En esta peligrosa partida de ajedrez, tanto Israel como Estados Unidos están considerando determinadas acciones frente al abierto y publicitado progreso del programa nuclear iraní. Irán ha pasado de un dudoso cumplimiento del acuerdo nuclear, a intensificar su carrera para conseguir la bomba nuclear, pudiendo alcanzar su punto crítico este año. Existe el riesgo latente de un empeoramiento grave del conflicto, de la geopolítica y lucha de poderes en Oriente Medio, lo cual pone en juego la supervivencia de Israel y su derecho a existir.
Nos encontramos, por tanto, ante la mayor amenaza nuclear de la última década en Medio Oriente, con implicaciones directas para Israel, Estados Unidos y la estabilidad regional en esa zona del mundo. En febrero, Trump firmó una de sus órdenes ejecutivas, restableciendo las sanciones a Irán, para reducir a mínimos las exportaciones de petróleo, su sustento financiero. Y añadió que a Irán se le debería negar el armamento nuclear, así como también la producción y almacenamiento de sus misiles balísticos intercontinentales.
La respuesta iraní no se hizo esperar. El 25 de marzo pasado, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Mohammad Bagheri, y el comandante de la Fuerza Aeroespacial de la Guardia revolucionaria iraní, Amir Ali Hajizadeh, visitaron lo que se ha descrito en los medios de comunicación iraníes como la «nueva ciudad de misiles de la Guardia Revolucionaria». ¿Propaganda hacia el exterior? ¿Mensaje de disuasión a Israel y EEUU y a Europa? ¿Mensaje de unidad ante su opinión pública interna? Casi con toda seguridad, una mezcla de todo, ante la debilidad actual de Irán en los campos militar, económico y social.
Complementario a este acto de «fuerza y propaganda», en un reciente discurso, el Ayatolá Jamenei declaró que «un movimiento militar erróneo contra Irán por parte de los estadounidenses y sus aliados les perjudicaría», calificando los intentos de negociación de la administración Trump como «un engaño a la opinión pública». Y todo ello coincide en el tiempo con las advertencias de la República Islámica a Estados Unidos y Gran Bretaña: «Si se ataca Irán, se atacará la base de Diego Garcia en el Océano Índico».
En este cruce de declaraciones totalmente deliberado, Trump ha subrayado que las amenazas de Irán estaban llegando a sus «etapas finales». ¿Se resolverá este problema vital para la supervivencia de Israel y la nueva geopolítica en todo Oriente Medio, a través de negociaciones o mediante una acción militar contundente?
Para Israel y sobre todo para el gobierno de Netanyahu puede ser un riesgo que, en este juego de órdagos y negociación, los iraníes ofrezcan un acuerdo que no implique el desmantelamiento de sus instalaciones nucleares. Esto les haría ganar tiempo, a la vez que Trump podría vender una aparente pero totalmente irreal victoria sobre el régimen iraní.
En la situación actual, parece que Estados Unidos ha entrado en la etapa de preparación para un posible conflicto o quizás de utilizar la amenaza de la fuerza militar, para sentar a Irán en unas duras negociaciones. ¿Cómo se ha llegado a esto? La ofensiva de Israel sobre Gaza ha destrozado y debilitado a Hamas, que ya no puede lanzar un ataque serio, a pesar de su chantaje diario; Hezbolá está débil, a pesar de su propaganda, después de que Israel golpeara su estructura de mando en todo Líbano. Además, el derrocamiento de Bashar al-Assad ha cortado la principal línea de suministro de Hezbolá desde Irán. Ese cerco de proxis alrededor de Israel, que Irán había creado al financiar a esos grupos terroristas, se ha reducido sensiblemente.
En esta inacabada partida de ajedrez, los objetivos más probables de un ataque israelí o de un ataque conjunto israelí-estadounidense serán las instalaciones nucleares de la República Islámica, su «Reina negra». Estas instalaciones están protegidas bajo tierra o cerca de ciudades. Su infernal diseño no parece que sea para uso civil, al estar diseñadas para resistir ataques convencionales. Destaquemos aquí varios centros nucleares: Fordow, Natanz, Isfahan, Qum y Arak. Todos ellos vitales para el programa nuclear iraní, sin descartar otras instalaciones menores, pero complementarias. Pero el alcance del ataque podría ser más amplio e incluir otras instalaciones vinculadas o no al programa nuclear. Tal vez instalaciones industriales, puertos y aeropuertos, evitando así el traslado de arsenales o la destrucción de centros de mando militares o políticos.
Desde hace tiempo, Estados Unidos está enviando más buques de guerra, aviones de combate y bombarderos de distinto tipo a Oriente Medio y, a la vez, Irán está tratando de demostrar su preparación para cualquier conflicto militar. Concretamente, el portaaviones Carl Vinson está navegando desde el Océano Pacífico a un área bajo el mando del Centcom, cerca de Irán. Dicho portaaviones llegará posiblemente en pocos días, aumentando la capacidad aérea y naval de EEUU para combatir a Irán y sus aliados.
En 2021, el Carl Vinson se convirtió en el primer portaaviones capaz de albergar operativamente cazas F-35C. Estos cazas en la región aumentarían cualitativamente el poder de EEUU, para un posible ataque en el interior del territorio iraní, ya que son extremadamente difíciles de detectar por los sistemas de defensa, seriamente dañados en el último ataque israelí.
Además, el portaaviones Harry S. Truman ya se encuentra actualmente en zona, transportando entre 70 y 90 cazas, principalmente F-18. También, se han desplegado bombarderos estratégicos B-2, aviones de reabastecimiento de combustible y aviones de transporte C-17 en la Base Aérea Diego García. El bombardero B-2 es considerado uno de los cazas estratégicos más avanzados de los EEUU, capaz de transportar las bombas más mortíferas del arsenal norteamericano. El despliegue en Diego García es claramente una señal militar, estratégica y política. Se está mandando un mensaje muy contundente: si no hay negociación y cierre definitivo del programa nuclear iraní, la opción cinética, la opción militar puede desencadenarse.

Pero no sólo es EEUU: Israel también se está preparando para una posible actuación. Ha recibido un número indeterminado de bombas MK-84 / BLU-117 de los EEUU. Si los objetivos del ataque son la destrucción irreparable de diversas instalaciones enterradas, se requerirá la participación de aviones norteamericanos y el uso de bombas más pesadas como la GBU-57 y el avión furtivo B-2. Estas bombas tienen la capacidad de penetrar hasta 60 metros en el hormigón y luego explotar.
¿Podría Israel realizar sólo este ataque? Dada la naturaleza subterránea y fuertemente protegida de las instalaciones nucleares de Fordow y Natanz, así como la dispersión de otros sitios nucleares en diferentes partes del país, provoca dudas sobre el hecho de que Israel, por sí solo, pueda infligir un gran golpe a las instalaciones nucleares de la República Islámica. Necesitaría apoyo de EEUU.
Si el camino actual continúa e Irán y Estados Unidos se distancian de la diplomacia y avanzan hacia el conflicto, habrá dos escenarios posibles para un ataque a las instalaciones nucleares de la República Islámica: un ataque israelí con luz verde de Estados Unidos o la participación directa estadounidense en el ataque. Este ataque podría ser selectivo, quirúrgico y por fases. Y quizás no se realizaría única y exclusivamente a las instalaciones nucleares.
Pero Irán dispone y hace gala de su arsenal de misiles balísticos, drones y plataformas de lanzamiento, que complican enormemente las posibles líneas de acción militares de EEUU y/o Israel. Cabe también la posibilidad que Irán ataque en represalia las instalaciones de Diego García, otras bases e instalaciones militares norteamericanas en Oriente Medio, así como ciudades o instalaciones de diverso tipo en Israel.
Y toda esto parece chocar con la crítica situación económica y social en Irán. La inflación está por encima del 30%, las presas y embalses se están quedando sin agua, las ciudades luchan contra los cortes de energía, la población pasa estrecheces económicas. Además, y aunque se quiera ocultar, el malestar social se profundiza a medida que se amplía la brecha entre el liderazgo teocrático envejecido, y una población joven que empieza a responder al régimen autoritario.
Y en esta crisis económica, el país parece querer entrar en una guerra a gran escala en Oriente Medio. En Teherán no hay muchas señales de que se esté preparado para llegar a un acuerdo con la administración estadounidense, sobre todo cuando se ha dejado claro que cualquier acuerdo requeriría un cese completo de su programa nuclear y el fin del apoyo de Irán a sus proxis en la región.
¿Está buscando Irán la confrontación? ¿Es una huida hacia adelante? ¿Sólo le quedan esos movimientos en el tablero de ajedrez? Las evidencias y declaraciones sugieren que Ali Jamenei está empujando al país a un conflicto mayor. Pero ¿estará dispuesto a dar marcha atrás y aceptar las demandas de la administración Trump en el último minuto y renunciar al sueño de construir un arma nuclear? ¿O llevará a Irán a la región a una guerra, cuyo alcance de destrucción es impredecible? Es como si las piezas negras del tablero fueran movidas una vez por el presidente iraní Masoud Pezeshkian, otras veces se inmovilizarán por la intransigencia del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria y finalmente, Ali Jamenei pusiera también su «granito de arena». Todo ello reflejo de la complicada estructura del poder político-militar-teocrático iraní.
En enero de este año, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, declaró a la cadena televisiva británica Sky News que su país iba a examinar la posibilidad de abandonar el Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). Estas amenazas no surgen ahora y ya se han repetido en el pasado. El TNP, en vigor desde 1970, prohíbe a Estados Unidos y las otras cuatro potencias nucleares –China, Francia, Reino Unido y Rusia– transferir a cualquier nación, sea la que fuese, armas o dispositivos nucleares explosivos o el control sobre los mismos.
Las cláusulas del acuerdo prohíben también a los Estados poseedores de armas nucleares que ayuden a cualquier país no poseedor de armas nucleares (sea o no parte en el Tratado) a fabricar o adquirir tales armas o dispositivos o a tener control de estos.
Esta posible amenaza de Irán podría confirmar el cambio en su política nuclear. Internacionalmente, esto se considera un paso hacia la construcción de un arma nuclear. Y junto a esta realidad, Irán parece pedir con una mano el fin de la «máxima presión» sobre su régimen, como condición para avanzar en cualquier negociación, al tiempo que con la otra mano, necesita controlar su país internamente. Se enfrenta a un escenario complicado con sanciones económicas severas, la posibilidad de protestas sociales y la reducción de su influencia en Gaza, Judea y Samaria, Líbano y Siria.
Se encuentra entre la espada y la pared y en caso de un ataque norteamericano, israelí o conjunto, podría como hemos expuesto, tomar medidas desesperadas, saturando los cielos de Oriente Medio con sus misiles, golpeando en represalia, a bases estadounidenses en la región, instalaciones petrolíferas de terceros países o ciudades israelíes. Las consecuencias económicas y de desestabilización de los mercados globales serían importantes.
Y en este contexto, quizás para disminuir su presión social, política y judicial en Israel, Netanyahu parece estar presionando a la administración Trump, para que apoye o inicie una acción militar contra Irán. Incluso los firmantes europeos del acuerdo nuclear de 2015 (Reino Unido, Francia y Alemania) parecen estar en una senda de confrontación con el régimen iraní. En su día, se opusieron a la decisión de Trump de abandonar el acuerdo e intentaron reactivarlo, pero se han dado de bruces con la expansión de las actividades nucleares de Irán y la intransigencia bajo el liderazgo del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei.
Como conclusiones:
- Irán sigue siendo una amenaza global. Sus esfuerzos de enriquecimiento de uranio han alcanzado niveles peligrosamente cercanos a la capacidad de fabricación de armas. Irán quiere ganar tiempo de nuevo, iniciar negociaciones, reducir tensiones externas e internas y mantener sus peligrosísimas capacidades nucleares. Busca tener negociaciones indirectas con Estados Unidos siempre que se elimine la presión económica y cese la amenaza militar, lo que sería una gran trampa estratégica.
- En su momento, bajo el acuerdo de 2015, Irán se comprometió a producir únicamente uranio poco enriquecido, a un nivel que pudiera usarse como combustible para una central nuclear, a cambio de un alivio de las sanciones. Su arsenal estaba limitado a 300 kg. Pero hoy su arsenal, incluyendo uranio altamente enriquecido, ha superado esa cifra y ha instalado miles de centrifugadoras avanzadas.
- Tanto Israel como Estados Unidos están evaluando cómo responder al avance del programa nuclear iraní. A día de hoy, Israel cuenta con el firme apoyo de la administración Trump, que ha priorizado la seguridad de Israel, su aliado clave en la zona. El mensaje de Trump parece claro: acuerdo antes de mayo o acción militar.
- ¿Será esta amenaza de Trump nuevamente una estrategia de negociación máxima, para luego evitar el enfrentamiento directo y buscar una contención económica, militar y diplomática de Irán? Se trataría de lograr un acuerdo nuclear limitado que regrese la partida de ajedrez a los términos iniciales, con una supervisión estricta y algunas concesiones económicas para Irán, incluyendo la reducción de sanciones, para frenar así su programa nuclear.
- Sin embargo, ¿estaría Israel y su gobierno actual satisfecho con este escenario? Existen dudas al respecto. Israel considera que se presenta una oportunidad única, dado que Irán está más vulnerable que nunca. Para Israel, firmar un acuerdo en este momento solo retrasaría un conflicto inevitable y permitiría a Irán reconstruir sus capacidades. No atacar ahora podría significar otra realidad totalmente diferente: enfrentarse a un Irán nuclear con poder político, económico y militar reforzado. Esto constituye una línea roja: su derecho a la supervivencia, a existir como Estado.
- EEUU, bajo Trump, parece perseguir una nueva lógica: «palo o zanahoria», buscando determinados acuerdos que frenen amenazas sin derribar regímenes. Para Israel, Irán está debilitado, pero aún es peligroso y entiende que el tiempo corre en su contra. Un Irán económicamente recuperado podría transformar el equilibrio de poder regional. Por eso, desde la óptica israelí, el momento para actuar militarmente es ahora.
- Cualquier acuerdo que no implique el desmantelamiento total y verificable del programa nuclear iraní será considerado, por Israel como una amenaza futura más grave. Y la ventana de oportunidad para un posible ataque sería preferible con buen tiempo, es decir, desde ahora hasta finales de septiembre, principios de octubre.
- El año pasado, Irán demostró su poderío militar con los ataques de represalia lanzados en respuesta al ataque israelí. Las operaciones, llevadas a cabo con cientos de misiles balísticos y drones, demostraron la capacidad de Irán para atacar objetivos militares y de inteligencia israelíes. Si se produce un ataque de EEUU/Israel, podría atacar en represalia bases y objetivos militares de EEUU en la zona, volver a saturar el cielo israelí, bloquear el estrecho de Ormuz o realizar otro tipo de acciones más drásticas contra aliados norteamericanos en la zona.
- Una pregunta clave es si Irán finalmente estará dispuesta a dar marcha atrás, o si empujará al país a una crisis que tendrá consecuencias más allá de las fronteras de Irán. La sombra de la gran guerra en Oriente Medio ha caído sobre Irán, y el peligro de guerra extendida está más cerca que nunca.
- Dadas estas circunstancias, si el camino hacia la diplomacia se cierra, la región parece abocada a uno de los conflictos militares más sensibles en décadas. El despliegue de EEUU en Diego García es claramente una señal política y estratégica, tanto para Irán como para el resto del mundo. El solo hecho de que estos bombarderos estén en una posición que les permite atacar directamente a Irán envía un mensaje contundente: la opción militar está sobre la mesa.
- La urgencia de una acción militar se debe a la creciente preocupación de que se esté cerrando la ventana de oportunidad, para evitar que Irán adquiera bombas nucleares. Además, el tiempo y las condiciones meteorológicas para el planeamiento y la acción militar son importantes aspectos que considerar.
Con EEUU culpando directamente a Irán por los ataques hutíes, surge la pregunta de si las tensiones se limitarán a conflictos intermitentes o si conducirán a una guerra a gran escala entre Irán y EEUU. Hemos pasado de un silencio mediático con respecto a Irán, sus acciones y su programa nuclear a vislumbrar numerosos hechos y acciones de los jugadores de esta terrible e inquietante partida.
Todo ello parece reflejar la preparación para una posible decisión operativa. Y no pensemos sólo en una acción militar quirúrgica de gran calado, sino también alguna acción dirigida a desmantelar la maquinaria ideológica del régimen iraní, provocando determinados estallidos sociales.
Atacar única y exclusivamente instalaciones nucleares, depósitos de misiles, arsenales de drones quizás no sea lo que esté escrito negro sobre blanco. Tal vez, se busque algo más allá… el tiempo lo dirá. Israel sabe que el tiempo corre en su contra, ya que un Irán fuerte podría cambiar el equilibrio de poder regional. Por ello, desde la perspectiva israelí, la acción militar debiera ser inmediata. Considera, que cualquier acuerdo que no desmantele completamente el programa nuclear iraní será una amenaza futura más seria.
Cuando termino de escribir estas líneas, Netanyahu ha visitado Washington, con varios temas importantes en la agenda: el programa nuclear de Irán, la creciente influencia de Turquía en Siria, la guerra en Gaza y los aranceles a Israel. Y la reunión no fue tan fácil como se esperaba. Si bien Trump mantiene su simpatía por Israel, la relación de Netanyahu con Trump parece ser más compleja e impredecible.
Netanyahu siempre ha sostenido que la presión militar previene que Irán obtenga armas nucleares. Trump sugirió que EEUU podría tomar medidas militares si Irán no negocia. Sin embargo, también anunció «conversaciones directas» entre ambos países, contradiciendo la postura a Netanyahu.
La posibilidad de que se abra una negociación directa (que Trump afirma que va a ser así y el gobierno iraní lo niega y habla de negociación indirecta) con Irán representa quizás un problema para Israel y Netanyahu lo sabe. Si se firma un acuerdo, Irán puede ganar tiempo, reforzar a sus proxis y continuar más tarde con su programa nuclear. Ese posible acuerdo podría dar oxígeno a Irán, le daría una cierta estabilidad para eliminar a la oposición interna, podría reconstruir su economía, seguiría apoyando a Rusia y a China y como conclusión, se mantendría la supervivencia del régimen.
Y aquí visualizamos diferentes mentalidades:
- La prepotencia de EEUU, de la Administración Trump, que debería pensar más en como piensa su adversario: para éste, el tiempo no es importante.
- La paciencia estratégica de Irán, que no tendría problema en volver a ralentizar el programa nuclear, si el nuevo acuerdo lo pide así. Irán juega a largo plazo. Lo importante es alcanzar su fin.
- La supervivencia como Estado de Israel. No se puede permitir un mal acuerdo. Si no lo consigue, tendrá que intervenir unilateralmente.
EEUU debe tener claro que debe cerrarse el programa nuclear de Irán. Y no sólo por Israel, sino por la estabilidad de Oriente Medio y del mundo. Estamos ante un momento crítico, con una gran debilidad de Irán y sus proxis. Un momento donde Israel, a pesar de la grave polarización de su sociedad en estos momentos y la herida abierta y no cerrada de los rehenes, va a forzar un acuerdo que no permita a Irán tener capacidades de fabricar una bomba nuclear.
No van a haber muchas oportunidades más. Es un momento decisivo de toma de decisiones. Se puede abrir un determinado horizonte en Oriente Medio o, por el contrario, más de lo mismo en pocos meses o años. Pero esta vez, con muchísimo más peligro. E Israel se juega su supervivencia. Hay algo innegable: los cambios en la política global van a afectar Oriente Medio y van a redefinir las alianzas, las estrategias y la seguridad de maneras nunca vistas desde la Segunda Guerra Mundial.
Y vamos a ser testigos de ello. Si no se llega a algún tipo de acuerdo … ¿será inevitable la caída de la reina negra? y con ello ¿la caída del rey negro? La partida continúa.