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La angustiosa búsqueda de niños bajo los escombros de su escuela en México

Un puñado de madres envueltas en cobijas, junto a Adriana Fargo, sufren mientras esperan noticias de sus hijos desaparecidos en la escuela Enrique Rebsamen

La angustiosa búsqueda de niños bajo los escombros de su escuela en México

Adriana se muerde los labios de angustia: su hija de siete años estaba perdida bajo los escombros de su escuela derrumbada por el terremoto que el martes azotó México. Al menos 21 niños han muerto aplastados en este lugar y los desaparecidos suman 30. La tarde del martes, el centro de México fue sacudido por un terremoto de 7,1 grados, justo el día que se cumplió el 32° aniversario del devastador terremoto de 1985. Hasta el momento, el sismo ha dejado al menos 230 fallecidos.

«No hay poder humano que pueda imaginar el dolor que estoy pasando», ha dicho a AFP Adriana Fargo el miércoles en un albergue improvisado a la intemperie, mientras espera noticias de su hija desaparecida bajo las ruinas de la escuela Enrique Rebsamen, al sur de Ciudad de México.

Pasaban más de 24 horas, la noche ha vuelto a caer y aunque milagrosamente se había establecido contacto con otra niña atrapada en los escombros, avivando las esperanzas de madres como Fargo, la tarea se complicaba, pues la estructura amenazaba con derrumbarse.

Hay más de un centenar de militares y rescatistas, pero un voluntario, un civil anónimo, se ha convertido en la pieza clave del rescate: su tamaño menudo le ha permitido ingresar por un peligroso y estrecho canal y establecer contacto con la menor, además de pasarle oxigeno y agua, según las imágenes de las televisoras.

Una maestra de la escuela privada, que no se ha despegado del sitio, también acaparaba la atención: dibujaba un croquis del lugar y las características del ambiente donde permanece atrapada la menor. La mayor parte del tiempo los socorristas piden con puños en alto que se guarde silencio. Trabajan con escaner térmico y sus indicaciones hacen crecer la esperanza de que haya más personas con vida.

«Estamos muy, muy cerca de personas que podrían estar vivas. Estamos trabajando junto con cámaras térmicas y unidades caninas. Por momentos guardamos silencio absoluto para escuchar a los sobrevivientes. Ellos suelen gritar o golpear paredes», ha dicho a la AFP por teléfono Pamela Díaz, una panadera de 34 años que desde el martes trabaja en el rescate.

Mientras esperan un milagro, los vecinos se acercan para conseguir más información del operativo de rescate por parte de las autoridades. «Vi cuando avisaron a uno de los padres… fue devastador», ha comentado entre sollozos Flor González, una dentista de 42 años que asiste como voluntaria.

Fargo, mientras, permanece sentada en una silla con los puños apretados y la mirada fija en el suelo. No ha alcanzado a pronunciar el nombre de su hija cuando se le ha preguntado por quién espera y solo logra apretar los labios para contener el llanto.

Mientras, su esposo trabajaba hombro a hombro con los soldados, bomberos y socorristas que removían cuidadosamente los escombros en busca de señales de vida de los pequeños. Con picos, palas e incluso a mano limpia, estos hombres no escatiman esfuerzos en la angustiosa carrera contrarreloj para encontrar con vida a los al menos 30 niños -según cifras oficiales- que siguen desaparecidos.

Hasta ahora, 11 niños y al menos una maestra han sido sacados con vida de entre los escombros.

Un puñado de madres envueltas en cobijas, junto a Adriana Fargo, sufren mientras esperan noticias de sus hijos desaparecidos en la escuela Enrique Rebsamen, un edificio de tres pisos que se ha reducido a uno. Algunas padecen crisis nerviosas y no logran articular palabra.

«De que hay vivos hay vivos», ha asegurado a la AFP Enrique García, un brigadista voluntario de Protección Civil de 37 años, que se gana la vida como empresario. Tras laborar un día y medio sin descanso, este hombre de barba ha dicho que «se han escuchado señales» de posibles sobrevivientes «en tres puntos» distintos.

«Estamos desde ayer (martes) en esto pero no logramos llegar a ellos
, porque están atrapados entre dos losas y el despeje debe ser muy delicado, casi al cincel», ha señalado. La profesora María del Pilar Martí ha explicado que los niños no alcanzaron a salir tras el sismo.

«Nos tuvimos que resguardar en nuestros salones hasta que pasara el temblor (…) Se vino una nube de polvo cuando se colapsó una parte del edificio totalmente», ha explicado a la cadena Televisa.

Frente a la escuela, dos personas sentadas en una mesa con una computadora hacen las veces de «centro de control» para llevar una lista de los niños muertos, rescatados y desaparecidos.

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