Quemar incienso en casa: una mala idea para tu salud pulmonar
A pesar de su inocuo aspecto, la quema del incienso puede suponer la liberación de agentes irritantes y potencialmente carcinógenos en el ambiente
Estamos acostumbrados a ver en los paquetes de tabaco el famoso ‘fumar mata’, pero la realidad es que en nuestro día a día nos enfrentamos a muchos elementos tóxicos. Sí, resulta obvio comprobar que el humo y la polución urbana, especialmente la derivada de coches, industrias y calefacciones es nociva. Lo que quizá pasase desapercibido es algo tan doméstico y aparentemente inocuo como el incienso.
La liebre la levantó la OCU en 2013 cuando analizó 22 ambientadores domésticos entre velas perfumadas, inciensos y aceites de quemar. El resultado fue que la mayoría de estos productos, con la excepción de las velas, emiten niveles de sustancias tóxicas, alergénicas y contaminantes que, en algunos casos, son incluso peores que inhalar humo de tabaco.
Quizá en nuestro país no se trata de una costumbre tan arraigada para ambientar estancias, pero en Asia, donde el uso de incienso está más extendido, hay una notable literatura médica que habla de sus perjuicios. Es el caso de un estudio dirigido por varias instituciones tailandesas en 2008, que indica que durante la combustión del incienso se liberan bencemo, butadieno e hidrocarburos aromáticos policíclicos, compuestos cancerígenos.
La prueba, realizada entre trabajadores de templos religiosos, demostró que en esos espacios de trabajo había una contaminación superior a la que existía en la industria petroquímica. Un detalle que lleva siendo avalado años, ya que estudios de los años 60 relacionan de manera directa la masiva prevalencia del cáncer nasofaríngeo en la población china con la exposición al humo del incienso.
Benceno, formaldehído y partículas finas 2.5
Más reciente es un estudio del Centro de Cáncer de la Universidad de Minnesota que puso bajo control durante cinco años (entre 1993 y 1998) a más de 60.000 habitantes singapurenses. Al inicio del estudio, ninguno padecía cáncer. Al finalizarlo, 1.126 personas habían desarrollado cáncer de pulmón o algún tipo de cáncer relacionado con el tracto respiratorio. Tras comprobar las causas, el incienso aparecía como denominador común en la mayor parte de los casos.
Según el informe de la OCU, algunos de los inciensos analizados marcaban cantidades de benzeno en el aire de hasta 490 µg/m³. Para hacernos una idea, en el humo de un cigarrillo, según explica la misma OCU, se detectan 60 µg/m³. Por este motivo, el benzeno, un hidrocarburo aromático que forma, entre otros, parte fundamental de la gasolina o de numerosas pinturas y colas industriales, es considerado un elemento carcinógeno.
No es solo el benzeno el producto de la combustión del incienso, ya que también en la quema de estas barritas o conos se pueden encontrar las denominadas partículas finas 2.5 PM. También llamada materia particulada 2.5 o PM 2.5 por sus siglas en inglés, estas micropartículas apenas superan el tamaño de las 2,5 micras.
En ellas se encuentran sustancias químicas orgánicas, pero también polvo, hollín y metales. Muchos de los cuales provienen de las diferentes formas de combustión, como las de industrias, calefacciones, automóviles, aviones, además de quemas agrícolas, de maderas e incluso de las erupciones volcánicas. Por todos estos motivos, se las considera un contaminante atmosférico por sus efectos nocivos para la salud y, una vez más, están presente en los inciensos.
Con los datos de la OCU analizados, algunos de estos inciensos disparaban la cantidad de partículas finas hasta los 3000 µg/m³. Una cifra que contextualizada y tenida en cuenta con el límite fijado como saludable, que es de 12 µg/m³, resulta aterradora. Exponerse así a las partículas finas puede suponer obstrucciones pulmonares crónicas.
En un sentido similar, durante la combustión, no solo del incienso, sino de la mayoría de los materiales, se liberan aldehídos y cetonas. También ocurre así con el incienso, que genera aerosoles y formaldehído. Los aldehídos son compuestos volátiles, conocidos por ser altamente irritativos, tanto para la piel como los ojos y el tracto respiratorio superior. De esta manera, afectan a las membranas y mucosas nasales, a la boca y pueden provocar asfixia, tos, sensación de ardor o constricción bronquial. La exposición constante al formaldehído también es relevante porque está catalogado como un probable carcinógeno humano.
Otro elemento que aparecen tras la quema del incienso es la auramina O, un colorante que se suele utilizar en medicina para la tinción de cultivos y así facilitar su análisis en microscopio. A pesar de su utilidad manifiesta en la industria, está considerado un probablemente cancerígeno por la International Agency of Research on Cancer, aunque está catalogado como de baja probabilidad.
El problema está en que, al ser resistente a las altas temperaturas, la auramina O pasa al aire sin apenas modificaciones. La complicación por tanto no llega con ser un elemento que favorezca la aparición del cáncer, sino que aumenta la agresividad de las células cancerígenas una vez que éste ha aparecido, según un estudio de la China Medical University de Taiwan.
Alternativas al incienso
Fueron solo 22 los inciensos analizados por la OCU y la fecha, 2013, puede haber supuesto grandes cambios en la forma de producción de estas barritas, conos o varitas. En cualquier caso, si lo que nos molesta son los malos olores de la casa, es preferible apostar por la ventilación antes que por soluciones que impliquen una combustión.
Sean abundantes en benceno y formaldehído o no lo sean, llenar estancias domésticas con humo no es, aún sin ser potencialmente carcinógenos, una buena idea ya que el humo implica por sí mismo ciertas lesiones por inhalación. Es el caso de tos, secreción nasal, irritaciones de garganta, conjuntivitis, lagrimeos y, lógicamente, una pérdida de calidad del aire ambiental y una reducción del oxígeno.