Cómo disfrutar del roscón de Reyes sin sentirte (tan) culpable en la báscula
El último cartucho de la Navidad dispara con bala a la báscula, pero podemos esquivarlo —en la medida de lo posible—
El roscón de Reyes es el punto final del maratón de excesos navideños. Una especie de ‘hasta luego’ después de un despliegue de cenas, comilonas y brindis que, en muchos casos, van a traducirse en gramos —cuando no kilos— de más. Acabar este período con buen sabor de boca apetece, pero podremos librarnos de un exceso de calorías si prestamos algo de atención.
Evidentemente, la mejor opción para no enfrentarnos al frenesí de calorías, azúcar y grasas saturadas que supone un roscón de Reyes es prescindir de él. Tras la obviedad, también podemos recurrir a ciertas soluciones como hacerlo nosotros mismos en casa, que será otra buena forma de modificar a nuestro antojo las cantidades de ciertos elementos para hacerlo más o menos saludable.
Huelga decir que un roscón de Reyes es, por su temporalidad, un producto excepcional, así que tampoco deberíamos calentarnos de más la cabeza con las calorías que pueda suponer. Como en todo trabajo de repostería, cambiará su contenido calórico si alternamos hacemos nuestro propio ‘Quimicefa’ y jugamos con harinas, azúcares, grasas o rellenos alternativos.
Cómo hacer en casa un roscón de Reyes más ligero y saludable
Igual que podría pasar con una bechamel o con unas croquetas, si hacemos un roscón de Reyes con harina integral será menos calóricos y más saciante, por lo que no es una mala idea si queremos hacerlo más amable en la báscula. También hay que tener en cuenta que levará de forma distinta, así que esta opción —si se admite la sugerencia— mejor dejarla para gente que ya tenga una cierta maña con el horno.
Amén de prescindir de una harina blanca, también podemos hacer más amable el roscón de Reyes casero si cambiamos el tipo de edulcorantes. Quitar el azúcar convencional y apostar por otro tipo de edulcorantes —incluso la propia miel— es una buena idea para limitar el número de calorías totales. Lo mismo que pasaría si utilizamos una leche semidesnatada en el amasado, en vez de una leche entera, que será más grasa.
También, si apostamos por hacer un roscón de Reyes doméstico, podemos jugar con el tipo de grasa añadida que vamos a utilizar. En este caso, lo normal de cualquier masa dulce de panadería es que se utilice mantequilla en su elaboración. Si queremos reducir el contenido en grasas saturadas —propia de las mantequillas y de los lácteos—, podemos sustituirlo por aceites vegetales como el de oliva virgen extra —rico en grasas insaturadas— o el de girasol —no tan rico en grasas insaturadas, pero con un sabor más neutro— para reducir su ingesta.
Por último, como puede ser lógico interpretar en nuestro roscón doméstico, más ligero será cuanto menos rellenos lleve. Como es obvio, el roscón sin relleno será la opción menos cargada de calorías, frente a las batallas que pueden plantar elaboraciones rellenas como el de nata, el de trufa o el de crema pastelera.
Si aún así no pasamos por alto elaborar rellenos como los anteriormente mencionados, vayamos a apuestas que nos permitan reducir el azúcar. Aromatizar con ciertas especias como la vainilla, la canela, el cardamomo o el anís nos permitirán dar un punto de ‘dulzura’ a las preparaciones sin necesitar tanto azúcar. Esto es apto tanto para la nata como para la crema pastelera. Además, en el caso del chocolate, mejor elegir referencias bajas en azúcar y de caos más puros para también dejar fuera de juego al azúcar.
Cómo disfrutar del roscón de Reyes sin sentirte tan culpable en la báscula
Sabemos que hacer en casa el roscón es laborioso y que las opciones de panadería o de supermercado son más amables en cuanto a tiempo. En cualquier caso, siempre es recomendable fijarnos en la información nutricional —allí donde aparezca— y en los ingredientes para saber a qué nos estamos enfrentando. Es frecuente que topemos con ingredientes que, aún siendo permitidos, no sean tan francos con nuestro roscón como deberían. Pasa con los de nata, la cual se hidrogena o se utilizan aceites vegetales como el de palma para garantizar su frescura y que no se venga abajo.
Más allá de estos resquicios legales y plantemos en la mesa al roscón que plantemos, hay opciones para que no suponga una bomba de calorías. Por definición lo va a ser, en eso estamos de acuerdo. Es azúcar, es harina y son ingredientes como mantequilla, huevo o leche, por lo que no nos puede sorprender que un roscón de Reyes engorde. La fortuna es que depende de cómo lo elijamos o de cómo lo comamos, vamos a conseguir limitar sus calorías.
- El momento importa. Los peligros calóricos del roscón de Reyes se pueden minimizar en función de cuándo lo comamos. Es habitual servirlo como desayuno del día de Reyes, pero eso también abre la veda a que el trozo que cortemos sea más grande. Por contra, si lo disfrutamos como postre —que también es frecuente—, podremos cortar un trozo no tan grande. Es una simple cuestión de cantidades.
- Cómo lo acompañamos. Tampoco podemos culpar al roscón de quién viene de consorte, pero está en nuestras manos suavizarlo. No será lo mismo hacerlo con un café solo —que no aporta calorías— o con una taza de té, que apostarlo por un chocolate a la taza hecho con leche —por muy desnatada que sea la leche—. Vigilemos las calorías de más tanto del azúcar, de la leche o del propio chocolate que vayamos a tomar. En especial de estos últimos, generalmente bastante cargados de azúcar si son cacaos en polvo.
- Sacando al relleno de la ecuación. Nata, trufa y crema pastelera forman parte de la peligrosa y calórica trinidad que acecha en un roscón de Reyes. Si queremos menos calorías, el camino pasa por prescindir del relleno. Si aún así no eres capaz de sobrevivir sin él, ten en cuenta que tanto nata como trufa son muy parecidas —realmente la segunda es lo mismo, pero con algo de chocolate—, mientras que la crema pastelera es leche, huevo, azúcar y, en ocasiones, mantequilla. Además, la nata que se utiliza en repostería, ya sea en la elaboración o para montar, es generalmente muy grasa.
- El mundo de las frutas escarchadas. Bien sean deshidratadas, confitadas o, como generalmente las llamamos, escarchadas, suponen otra forma de enfrentarse a más calorías de la cuenta. No son siempre lo mismo, ya que cambia su proceso de elaboración. En este caso, las más amables con las calorías serán las deshidratadas por no añadir apenas azúcar a su elaboración. Las confitadas se cuecen en almíbar, así que son bastante dulces, pero son las glaseadas y las escarchadas las más azucaradas de todas. Tras cocerse, se bañan de azúcar, lo que aporta ese tono crocante que también es señal de azúcar a raudales. Si quieres evitar calorías de más, prescinde de estas frutas.