No lo llames amor cuando quiere decir dependencia emocional: cómo distinguirlos
Las aristas del amor tienen, si no se liman, posibilidades de acrecentar la situación de desigualdad entre los miembros
Del amor se dicen muchas cosas; buenas, malas y regulares. Están los agnósticos del amor y los fervientes defensores de su causa. Sin embargo, más allá de los matices románticos, una relación de pareja también puede estar asociada a ciertos vínculos que rayan con la dependencia emocional.
No es fácil separar la frontera y plantar esta muga entre ambos conceptos, fuertemente asociados a ideas como el amor romántico. Concebirse como parte de una totalidad pero con caracteres individuales separados es una de las claves para que una cosa no lleve a la otra.
Del mismo modo, mantener ciertos niveles de independencia dentro de la pareja tienen un efecto positivo. Se habla del plano emocional, pero está vinculado también a otros aspectos afectivos, sociales y laborales de la persona, que permitan ese margen de maniobra.
Este vínculo, ya tratado por autores como el psicólogo Robert Sternberg, apunta a la teoría triangular del amor. Separada en tres componentes, estos vértices los ocupa la intimidad, la pasión y el compromiso, cuya consecución significarían el amor completo. Entre medias, numerosas vertientes donde solo se suman uno o dos factores, que puede ser el amor fatuo, el amor vacío o el mero encaprichamiento.
La desigualdad como origen de la dependencia emocional
La aparición de esta teoría también sostiene así la disparidad en el equilibrio de la relación, momento en el que la situación de dependencia se acrecienta. Dejamos de hablar de un amor completo para explorar otros caminos, como los tratados por el psicólogo social Zick Rubin en los años setenta en torno a medidas empíricas del amor. En la publicación de las Escalas del Gusto y del Amor abre las puertas de esa afiliación percibida del otro, mientras que la segunda se orienta hacia las necesidades personales entre las que se encuentra la dependencia.
El problema creciente es que con la desaparición del resto de independencias, con prevalencia de la económica, que pueda crear una situación de desigualdad en la unidad social que forma la pareja. No hablamos de un único ente, sino de dos partes —esa famosa media naranja— con sus diferencias y la hipotética aparición de sentimientos de culpa o de frustración que vayan aparejados a un aumento de la dependencia.
Eso no significa que la dependencia emocional sea un patrimonio exclusivo derivado de la pérdida de otras independencias. Social, cultural, laboral o económica, por poner un ejemplo. Personas con un alto grado de independencia en otros campos pueden sin embargo sufrir o estar sujetas a la dependencia emocional de su pareja.
Cómo detectar la dependencia emocional del amor
Una cosa es establecer un consenso y otra cosa es convertir las decisiones domésticas en cosa de uno. Más aún cuando se producen en todo tipo de temas, desde lo trivial hasta lo más relevante. A eso hay que sumarle ciertos factores de incomunicación como la imposibilidad de expresar necesidades o decisiones.
Se busca además un refuerzo constante de la otra parte, que pasa a ser un ‘validador’ de actitudes, en vez de una pareja. De ello nos habla la psicóloga Beatriz Molina González, cofundadora y directora del Centro Capital Psicólogos y colaboradora en TopDoctors. Entre esos factores que sirven para detectar la dependencia emocional, enumera los siguientes.
- Incapacidad para tomar decisiones por si solos.
- Abandono de las propias necesidades, normas y gustos, y adaptación a las de su pareja.
- Necesidad de seguridad por parte de su pareja a través de pruebas de amor, aprecio y fidelidad.
- Dificultad para expresar las propias necesidades.
- Desesperación cuando la fuente de dependencia se aleja.
- Abandono del resto de relaciones como familiares o amigos.
- Miedo extremo al abandono.
Para ello menciona también esos cambios conductuales que se empiezan a producir en el dependiente. «El precio por mantener esta relación termina con la autoestima y libertad de la persona hasta el punto de dejar de ser quien es con tal de mantener la relación», explica.
Diferenciar entre amor y dependencia emocional
Cuando el vínculo de una pareja, convertida en unidad social, es lógicamente estrecho, supone complicaciones comprobar desde dentro cuándo se está aumentando esa dependencia. Para ello, la doctora Molina González establece varios principios sobre los que debería centrarse una relación amorosa. Cita así la necesaria presencia de «libertad, comunicación, aceptación y respeto», que tendrían como resultado la aparición de ciertas características deseables en la relación.
- Se respetan los deseos y necesidades de ambos, respeto hacia el otro y hacia uno mismo.
- Ninguno deja de ser uno mismo por miedo al abandono.
- Existe una comunicación respetuosa.
- Hay una admiración mutua, aceptando al otro tal y como es.
- Existe un compromiso real con la otra persona.
- Proyectos vitales comunes, pero también deben existir individuales.
Factores que se trasladan a la condición de una relación sana. Para distinguir entre ambas, lo que resulta obvio a primera vista pero dentro de la pareja no tanto. «Las emociones que se experimentan en este tipo de relaciones [las saludables] son la alegría, la confianza, la aceptación…», explica.
En la otra bancada, las diferencias se palpan con facilidad, enumerando «el miedo, la desconfianza, la sumisión o la inseguridad». Bajo estos apelativos, la directora del Centro Capital Psicólogos indica cómo ser conscientes del cambio. «Para saber si nos encontramos en una relación de amor o de dependencia debemos aprender a identificar dónde nos movemos», comenta. «Si nos movemos desde la libertad, la aceptación y el respeto, o si hemos dejado de ser nosotros mismos a favor de mantener la relación», aclara. Sobre todo «por miedo al abandono o a la inseguridad».
Cómo gestionar la dependencia emocional
El problema de la dependencia emocional, amén de padecerla, es identificarla. El amor es una tarea cotidiana donde los cambios no se aprecian a la ligera. Además, la resiliencia de las personas, sobre todo las dependientes emocionalmente, puede ser muy elevada. Por tanto, suelen confiar en que la situación se reconducirá y que se trata solo de un momento pasajero.
La complicación llega porque no hablamos de una sola víctima, sino que ambos lados de la pareja empiezan a ser tirantes y el sufrimiento se multiplica. «Las personas con dependencia emocional sufren, pero las personas que están a su lado también», sintetiza la doctora Molina.
Para ello, cita actitudes que socavan la relación. «Las continuas exigencias de demostración de amor y de cercanía, los cambios repentinos de conducta y emocionales y el aislamiento al que a veces someten a sus parejas», cuenta, son algunas de ellas. «Desgastan a la persona y terminan por minar la paciencia, autoestima y relaciones sociales fuera de la pareja», explica.
Para ello, avala ciertas premisas como el camino para reconducir la situación. De esta manera, lo ejemplifica con «el autocuidado, el respeto del espacio y del tiempo de uno mismo y retomar relaciones que se hayan podido perder por el camino». En esa relación bilateral, también apuesta por «comunicar a nuestra pareja las consecuencias que su conducta está teniendo en nosotros». Por último, y fieles a la necesidad de valorizar la salud mental, argumenta la prioridad de «acudir a un especialista que pueda orientar y aportar las herramientas necesarias».