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Agua mineral: dime qué te ocurre y te diré cuál te conviene

Cálcicas, fluoradas, carbonatadas… Qué nos dicen nuestras aguas minerales y qué beneficios podemos obtener de ellas

Agua mineral: dime qué te ocurre y te diré cuál te conviene

Un vaso con agua con gas. | ©Pixabay.

El mundo del agua mineral es casi tan infinito como las opciones que entre ellas se nos abren. Acercarse a un lineal del supermercado supone empezar a ver palabras o conceptos que a la mayor parte de la población nos suenan a chino. Mineralización débil, residuo seco, fórmulas químicas que olvidamos en el instituto… El despliegue de información que suelen ofrecernos las aguas minerales es tan abundante como sus beneficios, pero generalmente no sabemos leerlos.

Consideras en muchos casos de interés medicinal, la evolución del agua mineral en nuestro país dentro de las aguas embotellas ha ido ganando cuota de mercado con los años hasta ser el cuarto productor europeo, siendo el tercer país de la Unión Europea en su consumo, solo por detrás de Alemania e Italia, lo cual nos puede venir muy bien para evitar bebidas que nos engorden en verano.

No es casualidad, pues aunque la mayor parte del agua para consumo humano en España es perfectamente potable, pueden ser aguas duras con mucho sabor que no son del todo agradables al paladar. Razón por la que no extraña que en las costas levantinas, así como en algunas zonas del litoral mediterráneo o en las islas haya un consumo elevado de agua embotellado.

Sin embargo, agua mineral no es sinónimo de agua embotellada siempre, y mucho menos bajo el concepto agua minero-medicinal, que solo serán aquellas que, como explica la web del Ministerio de Sanidad, «por su composición química, física y físico-química, tienen propiedades terapéuticas».

Qué es el agua mineral y por qué nos interesa su composición

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Incluso el agua de grifo tiene una mineralización débil. ©Pixabay.

A partir de ahí empieza la clase de Química que no debimos saltarnos cuando éramos adolescentes. Sodio, potasio, flúor, bicarbonatos, hierros, calcio… Los minerales que acaban formando parte de estas aguas son los elementos indispensables para considerarlas como tales, adquiriéndolos a medida que manan de los manantiales donde se encuentran.

Todo esto nos ofrece una cantidad de aguas que pueden descabalarnos si no sabemos a qué nos enfrentamos y las ventajas que podemos encontrar en ellas, no siendo siempre igual de aptas. Podemos hablar de aguas bicarbonatadas, de aguas carbogaseosas, de aguas ferruginosas, de aguas cálcicas o de aguas oligometálicas, pero no todas nos ayudan en lo mismo ni se administra igual.

A partir de ahí también debemos dejar claro el concepto de mineralización en función de su potencia, que está estipulado por ley, y que luego nos servirá para entender qué es el residuo seco, ese concepto que a veces se nos hace bola para comprender las diferencias entre distintos ejemplos de agua mineral.

  • Mineralización muy débil: igual o menos de 50mg/l de minerales.
  • Mineralización débil: igual o menos de 500 mg/l.
  • Mineralización media: igual o menos de 1.500 mg/l.
  • Mineralización fuerte: cuando tiene más de 1.500 mg/l.

El residuo seco: el factor clave para entender el agua mineral

A veces mal definido, el residuo seco no son las impurezas que se encuentran en nuestras aguas, sino un paso fundamental para catalogar el agua mineral y que podamos saber su grado de mineralización. Por eso, el agua se calienta hasta su evaporación a 180 ºC en laboratorios que permitirán analizar la cantidad y el tipo de compuestos que hay en cada agua.

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Para comprender el grado de mineralización de un agua hay que conocer su residuo seco. ©Pixabay.

¿Significa esto que las aguas con un residuo seco bajo son mejores? ¿Significa que las que tengan un residuo seco alto sean superiores cualitativamente? Pues no, en ninguna de las dos opciones, pues dependerá de para qué necesitemos estas aguas y las virtudes que busquemos en ellas.

Lo que sí es evidente es que tratarse de agua de mineralización débil no es per se y para todos los públicos siempre la mejor opción, a pesar de haberse utilizado como estrategia de marketing pues sirve para extender este tipo de agua mineral a dietas muy amplias, pero sobre todo orientadas a la preparación de alimentos infantiles o para personas que deban combatir cálculos renales y por tanto no necesiten un aporte mineral extra al que sus riñones deben combatir.

De hecho, el concepto residuo seco no es intrínseco a las aguas minerales, pues el agua corriente que fluye por las tuberías de nuestras ciudades no está exenta de minerales. Tratada y depurada, es muy habitual que el agua de consumo humano que nos llega a través de la distribución sea un agua de mineralización débil, por lo que cual tiene un residuo seco superior a los 50mg/l de minerales.

Un agua mineral para cada necesidad

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Dependiendo del tipo de minerales que tengan podemos esperar uno u otro beneficio del agua mineral. ©Pixabay.

No es lo mismo un agua alcalina que un agua mineral cálcica, igual que tampoco serán los mismos beneficios los que pudiéramos encontrar en un agua mineral fluorada que los que estén presentes en aquellas que sean aguas hiposódicas, por eso debemos saber cómo leer el etiquetado de estas botellas y saber qué podemos esperar de ellas.

  • Bicarbonatadas o alcalinas: aquellas con más de 600mg/litro de bicarbonatos, que facilitan la digestión y neutralizan la acidez estomacal. Suelen recomendarse a personas con gastritis, acidez de estómago o hernias de hiato, además de con problemas de cólicos biliares, pues reducen la acidez de ésta. Además, es habitual que se las recomiende para pacientes con diabetes pues provocan una menor respuesta glucémica.
  • Cálcicas: más de 150mg/l de calcio, siren para mineralizar los huesos y dientes y previenen la osteoporosis porque el organismo absorbe el calcio presente en estas aguas. También son especialmente diuréticas y conllevan virtudes recomendables en la prevención cardiovascular.
  • Fluoradas: más de 1 mg/l de fluoruros, entre cuyas ventajas estaría la prevención de la caries dental.
  • Carbónicas o con gas: presentan más de 250mg/l de anhídrido carbónico, natural o añadido, y facilitan las digestiones y estimulan el apetito.
  • Magnésicas: contienen más de 50mg/l de magnesio, lo que las hace ligeramente laxantes, además de servir para reforzar huesos y dientes. Del mismo modo que las aguas cálcicas, también tienen virtudes cardioprotectoras.
  • Hiposódicas: aguas que contienen menos de 20mg/l de sodio, de cuyos beneficios se benefician las personas hipertensas y aquellas que tienen alterada la función renal, especialmente indicadas para bebés y para ancianos.
  • Sódicas: aguas con más de 200mg/l de sodio, que en el caso de venir acompañadas del ión bicarbonato pueden ser digestivas.
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