Retención de líquidos: qué es y por qué aparece sin discriminar género o edad
Lo que comes, lo que bebes e incluso cuánto tiempo pasas sentado juegan en tu contra
Quizá sea un clásico de cada verano, pero la retención de líquidos es una dinámica más o menos constante que va más allá del calor. Aunque es cierto que es especialmente habitual en los meses estivales, también por nuestro cambio de hábitos, puede ir más lejos. Además, solemos no darle demasiada importancia, aparte de lo estético, lo cual no nos va a venir nada bien.
Muy asociado a los problemas circulatorios y a los edemas en las piernas, suele pensarse que la retención de líquidos es un patrimonio del sexo femenino. No obstante, nada más lejos de la realidad, pues también afecta a los hombres. Sin embargo, no es menos cierto que también hay hombres en los que es recurrente.
En esencia hablamos de una dilatación de los vasos sanguíneos, que provoca que la sangre además fluya más despacio y se inicie una acumulación en los capilares. Cuando esto sucede, se genera una hipertensión localizada en determinadas partes del cuerpo como el abdomen, los tobillos y piernas o las manos.
¿Es grave la retención de líquidos? Pues por sí sola no, pero puede ser un síntoma ligado a otras patologías que sí nos deben preocupar. Razón por la que conviene descartar la etiología de la retención de líquidos y ponerse manos a la obra cuando, por ejemplo, no podamos culpar al verano o al calor de ella.
Qué es la retención de líquidos
Es un nombre muy evidente que describe lo que científicamente se conoce como edema y que, como explican desde la Fundación del Corazón, no deja de ser una acumulación excesiva de líquidos entre los tejidos. Detrás de ella, realidades que debemos poner bajo custodia. Problemas circulatorios, insuficiencias cardíacas o enfermedades tanto renales como hepáticas pueden estar detrás de ella. También, aunque es menos frecuente, está el conocido como edema cíclico idiopático, si bien sus causas son desconocidas. Afectan demás cambios hormonales —como la menopausia— o el embarazo, además de la obesidad.
Muy asociada a dietas de baja calidad y a hábitos de vida sedentarios, la retención de líquidos no está exenta de una realidad cada vez más frecuente en Occidente: nos movemos poco y mal. Por eso, las pautas para combatir la retención de líquidos suelen apuntar siempre a hacer algo de deporte. Sin embargo, no es sólo este remedio el que debe implementarse.
Gestos tan nimios como mantener las piernas elevadas pueden venir bien para mitigar la retención de líquidos puntual. Por eso, también se debería mejorar la movilidad en el trabajo, evitando períodos de tiempo prolongados sobre una silla. Sin embargo, la mayor parte de las correcciones van a llegar también por la dieta. Eso no significa que vayan a hacer milagros, pero sí que la corrección alimentaria supondrá una reducción en la retención de líquidos.
Además, contrariamente a lo que se piensa, la retención de líquidos no aparece por beber más de la cuenta. Agua, claro. No en vano, beber agua —de manera consciente— permite una labor diurética y depurativa contribuiría positivamente. Como veremos a continuación, también importa comprender cómo ayuda la dieta.
Qué incluir en una dieta de retención de líquidos
El primer enemigo de la retención de líquidos es un mineral fundamental como el sodio. El problema es que tomamos más sodio del que deberíamos, como explica la Organización Mundial de la Salud. Lo curioso es que lo ingerimos a través de procesados y precocinados y no tanto a través de los alimentos que cocinamos. Por tanto, deberíamos estar por debajo de los cinco gramos de sal al día, cuando la realidad en España es que rondamos los 10 gramos, tal y como cuenta la Fundación Española del Corazón.
Lo que sucede con este exceso de sodio es que se adhiere al agua que hay en nuestro cuerpo, manteniendo un equilibrio de fluidos que no se produce en el intercambio celular. Por eso, reducir el consumo de sal es positivo y también por eso nos viene bien beber agua, ya que ‘licuamos’ y excretamos ese exceso de sodio.
No obstante, hay ciertos minerales que además pueden combatir esta realidad. Es el caso del magnesio, el cual parece contribuir a esta reducción de la retención de líquidos, según un estudio. No obstante, conviene dar salida al magnesio también a costa de alimentos como los frutos secos, las verduras o los cereales integrales, es decir, alimentos de alta densidad nutricional.
Como es lógico, se debe perseguir un escenario carente de calorías vacías y de azúcares añadidos. De ambos ya te hablamos en THE OBJECTIVE, y suelen ser dos realidades muy vinculadas a los alimentos procesados. Por eso, también ampararse en productos frescos como los plátanos —que tienen vitamina B6 y potasio— o las patatas —mejor cocidas— son buenos caminos para también buscar alimentos nutritivos y poco calóricos.
Eso no quiere decir que demos manga ancha, sino que mantengamos ese equilibrio. Por eso, en cuanto a hidratos de carbono, conviene despedirse de los refinados que eleven rápidamente el índice glucémico o supongan picos de azúcar. En su lugar, los citados cereales integrales y las verduras y hortalizas serán lo más aconsejable.