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Platos precocinados: trucos para elegir los más recomendables para tu salud

No se puede meter a todos en el mismo saco, pero sí prestar atención

Platos precocinados: trucos para elegir los más recomendables para tu salud

Varios precocinados sobre la mesa | ©Freepik.

La primera premisa de comprar precocinados suele ser no comprarlos. No faltan motivos a los paladines de la nutrición para desaconsejar su consumo, aunque se suele caer en una generalización habitual. Tampoco faltan motivos para esa generalización: buena parte de los precocinados que vemos en los supermercados distan mucho de ser elementos que incluiríamos en una dieta saludable.

Sin embargo, no es menos cierto que a veces pagan justos por pecadores. De esta manera, queda en las manos del consumidor —y en su criterio— separar el grano de la paja y ‘aventar’ ante la estantería lo que considere mejor o peor. Siempre hablando en términos nutricionales, evidentemente, pues no entramos en los perfiles organolépticos de este tipo de envasados.

Con un protagonismo creciente en nuestra cesta, la realidad es que España cocina menos que nunca y eso se traslada a la decisión de compra. También a lo que acabamos comprobando, como se demuestra con el estudio Alimentación de Conveniencia – Ready to eat, donde la palma se la llevan las pizzas, las ensaladas listas para consumir y los batidos. Además, como es de suponer, es un tipo de compra que se realiza en grandes superficies y ante la que se esgrime un consumo de productos precocinados por falta de tiempo.

La cuestión es que no podemos demonizar a todos los precocinados, metiéndolos en el mismo saco de productos poco recomendables. Los hay y son los más demandados, pero también hay ciertas versiones de precocinados algo más relevantes a nivel nutricional.

Qué son los platos precocinados

Vista cenital de varios precocinados
Generalmente se identifica precocinados con ultraprocesados, pero no tiene por qué ser así. ©Freepik.

Es una pregunta bastante sencilla si atendemos al prefijo, pues no dejan de ser alimentos ya cocinados que se comercializan envasados o refrigerados y que exigen pocas manipulaciones antes de su consumo. En la mayoría de los casos bastará un calentamiento previo, a veces en el propio envase, y en ocasiones ni eso. A partir de ahí se abren distintas ramas, todas bien distintas, pues una conserva se considera un precocinado, igual que sucede con los congelados o determinados envasados al vacío.

Luego, como es lógico, conviene distinguir entre distintos tipos de alimentos que encontramos dentro de los precocinados. Verduras y hortalizas, legumbres, carnes y pescados, sopas y cremas y, una de las grandes categorías, como pizzas, pasta o arroces son, a grandes rasgos, los segmentos que encontramos.

A partir de ahí deberíamos comprender que dentro de los precocinados hay distintos productos. Irían desde lo que se llama segunda gama —una conserva de pescado, por ejemplo—, pasando por la tercera gama —alimentos que se comercializan congelados, como una pizza a una lasaña, hasta llegar a la cuarta gama (vegetales listos para su consumo) y quinta gama, que estarían listos para consumir tras un calentamiento. En este caso, por poner un par de ejemplos, podríamos indicar las clásicas lentejas de bote o un envasado de pisto.

Conservas de pescado, otro ejemplo de precocinados
Aunque no lo parezcan a simple vista, las conservas de pescado entran en la categoría de precocinados. ©Freepik.

Por tanto, vemos que tan precocinado pueden ser un bote de judías verdes, una ensalada lista para tomar, lentejas estofadas, una lata de sardinas, un hummus, un gazpacho, una tortilla de patata envasada o los clásicos fideos orientales listos para consumir. Son varias puntualizaciones, pero que demuestran que el mundo de los precocinados es más amplio de lo que parece.

La letra pequeña de los precocinados

Es cierto que, como explican desde Sanitas, hay lugares comunes en el mundo de los precocinados que conviene conocer. Es cierto que, habitualmente, cometen ciertos pecados. No todos, pero sí es posible que sean recurrentes, lo cual justifica en la mayoría de las ocasiones su precio.

Entre las trampas más habituales, si hablamos de lo nutricional, comprobamos que suelen ser productos con un mayor porcentaje de calorías que sus versiones domésticas. Esto sucede porque contienen, por regla general, más grasas o azúcares que lo que cocinaríamos en casa.

De esta manera, aumenta la palatabilidad y el sabor de los precocinados. También suelen pecar de tener un porcentaje de sal más elevado que las recetas caseras. Junto a ello, es también habitual que veamos una lista de aditivos amplia que van desde espesantes a conservantes. Legales y que no suponen riesgos para la salud y que son fundamentales para alargar la vida útil de estos productos.

No obstante, eso no quiere decir que puedan estar reemplazando a elementos naturales más recomendables dentro de la receta. Aparte, la calidad de sus ingredientes no es siempre la mejor, pero insistimos en que todo esto son lugares comunes, no certezas absolutas.

Cómo elegir precocinados más recomendables

Vista cenital de precocinados saludables
Cuanto menos procesado y menos ingredientes tenga un precocinado, generalmente mejor será nutricionalmente. ©Freepik.

La lógica y un vistazo a la información nutricional de los ingredientes son nuestras herramientas para confiar en precocinados más recomendables o, cuanto menos, no tan perjudiciales para nuestro día a día. Lo primero es echar un vistazo al etiquetado del producto y ver el orden. Esto es fundamental porque las etiquetas de cualquier alimento indican en orden descendiente el porcentaje de producto. Por este motivo, los ingredientes con más representación dentro del producto serán los primeros de la lista. Ahí estará la primera clave, además de que nos explicará cuántos ingredientes tiene el producto en cuestión.

Como es lógico, cuantos más ingredientes te suenen y cuantos menos ingredientes procesados lleve el producto, será más aconsejable a nivel nutricional. Un ejemplo fundamental de ‘menos es más’ en el que los ingredientes reconocibles sean los más destacados de la preparación.

Calorías más vacías de la cuenta y mucho sodio

Varios ejemplos de ultraprocesados poco saludables
Los precocinados menos recomendables suelen tener una gran cantidad de sodio, de grasas saturadas o un exceso de azúcares simples. ©Freepik.

Aparte de eso, que haya ingredientes reconocibles no significa que sea garantía de equilibrio nutricional. Tengamos claro que tras la lectura de los ingredientes debería venir aparejada la lectura de la información nutricional. En este sentido, ya explicamos que los productos precocinados suelen pecar de calóricos y de salados. De hecho, suelen ser alimentos opuestos a la alta densidad nutricional de la que ya te hablamos en THE OBJECTIVE. Un exceso de calorías a costa de los hidratos de carbono —normalmente los azúcares— y de grasas —especialmente si son saturadas— son la pista para excluir a determinados precocinados y preparados.

De hecho, es algo recurrente en un producto precocinado con una inmerecida fama: las cremas de verduras. Convertidas en caballo de batalla frecuente de algo que puede, a priori, parecer sano. No en vano, un vistazo a la información nutricional nos ayuda a comprobar la realidad.

Aportan un valor energético bajo, pero una gran cantidad de sodio y la mayor parte de su energía viene a costa de grasas. Que, además, son normalmente saturadas a través de aceites vegetales distintos al de oliva, por poner un ejemplo. Sin embargo, no son estas cremas de verduras nuestras peores enemigas, aunque básicamente estemos pagando por una dudosa mezcla de agua y grasa. Parecido a lo que pasa con los caldos, donde abunda el agua y la sal.

El paréntesis de los ultraprocesados

Una mujer leyendo la etiqueta de un producto
Una mujer leyendo la etiqueta de un producto. Freepik

El principal componente a evitar es el de los precocinados ultraprocesados, los cuales están vinculados a un aumento de la obesidad. Ahí sí topamos con productos de más dudosa calidad en sus materias primas y con un desequilibrio nutricional más que patente. En cualquier caso, recordad que no se puede meter a todos en el mismo saco. Comprobad siempre su etiquetado y su información nutricional para ver si debemos evitarlos o no.

En este caso, hay un buen baremo que es el que marca el sistema FoodEx2, implementado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, donde la categoría tres menciona los ejemplos de alimentos compuestos que se obtienen a través de una modificación de las materias primas que cambian la naturaleza del alimento. Un concepto que también podemos recuperar para comprobar qué se considera ultraprocesados, atendiendo a la categoría VIII de la clasificación SIGA, de la que se hace eco la AESAN.

Por contra, a menos ingredientes y menos procesados, mejor. Una conserva de pescado, legumbres de bote o verduras envasadas pueden ser buenas opciones para llenar la despensa sin caer en malos reclamos. No obstante, volvemos a insistir: comprobad siempre la información nutricional para ver que no nos están colando más ingredientes de la cuenta o están llenando de azúcar, sal o agua lo que estemos comiendo.

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