Luz natural y salud mental: la complejidad de una relación condenada por el mal tiempo
Nuestros horarios y nuestros paseos matutinos pueden tener más beneficios de los que pensábamos
Llega el otoño y cambian nuestros hábitos de vida. El ocio empieza a concentrarse en lugares cerrados y los espacios abiertos, cuando el tiempo también varía, comienzan a ser hostiles. Lluvia, bajada de temperaturas, viento… El salto del verano y la luz natural acaban teniendo también una relevancia en la salud mental que, como apunta un estudio, va más allá.
Lo cierto, según esta investigación de la Universidad de Monash, es que la salud mental, la luz natural y los riesgos acrecentados de depresión varían cuanta menos luz natural recibimos. La alteración de los ritmos circadianos siempre está vinculada a distintos desórdenes psiquiátricos, jugando la luz un papel primordial en nuestros ritmos circadianos.
En la investigación, comprobaron que aquellas personas que estaban menos expuestas a la luz solar y a los cambios de turno sufrían riesgos mayores de determinadas patologías de salud mental. Desorden depresivo mayor, ansiedad, psicosis, trastorno bipolar e incluso autolesiones. Una realidad que, precisamente, se vería contrarrestada por una presencia de mayor luz natural.
Estos descubrimientos, ajustados a ciertos patrones sociodemográficos, avalarían que evitando la luz nocturna y persiguiendo la luz diurna podría ser un tratamiento efectivo y sencillo, además de no farmacológico, para mejorar la salud mental.
El vínculo de luz natural y salud mental
No es la primera vez que se avala que hay una relación directa entre luz natural y salud mental. Sin embargo, este estudio realizado a más de 85.000 personas comprueba que esta realidad está firmemente relacionada. Un concepto que siempre pone los ritmos circadianos en el centro de la ecuación y que, por ejemplo, se puede ver alterado por muy diferentes razones.
Un cambio que, a pesar de que el estudio se haya realizado en personas sobre los sesenta años, sirve para representar también los nuevos hábitos. Una complejidad que está yendo en aumento por, entre otras causas, una mayor digitalización. Algo que también ha acabado afectando a los ritmos circadianos, asociados también a la presencia de la luz azul. De esta manera, parte del uso de las nuevas tecnologías acaba marcando la forma del descanso y formas de vida contemporáneas.
Realidad que también es palpable en las personas jóvenes, en los que se empiezan a apreciar patrones de sueño peores de los que tuvieron sus padres y abuelos. Menos horas de sueño y un peor descanso ahondan en un peor desarrollo cognitivo y, como se ha comprobado, también en los índices de depresión o ansiedad.
Un mismo mantra en el que se añade una complicación creciente, derivada de las modificaciones en los tiempos de trabajo, como supondría el trabajo por turnos o el trabajo rotativo. Problemática que también se ha ido vinculando a un mayor problema de salud mental, además de a otros riesgos de salud.
Paseos de luz como terapia: el refuerzo de la vitamina D
Todo esto confluye en otra realidad. También conocida desde hace tiempo y que acaba siendo relevante cuando en la ecuación aparece la vitamina D. Dentro del círculo virtuoso de una buena salud hay ciertos patrones que deben confluir. Ejercicio físico, buen descanso, una alimentación equilibrada y, como recordábamos, ese mantra de la vitamina D.
Fundamental para un correcto aprovechamiento del calcio, siempre se recuerda que esta vitamina es particularmente eficaz para una tarea de bioabsorción. Sin embargo, no son pocos los estudios clínicos que mencionan el vínculo que la vitamina D tiene, por ejemplo, con la depresión. También con otras patologías de la salud mental. Un riesgo que es habitual en España, a pesar de ser un país con una cantidad elevada de horas de sol. Sin embargo, no menos cierto es que España, a pesar de ser un país con muchas horas de sol, tiene una población con déficit de vitamina D. Un drama nacional del que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.
Por este motivo, diversos especialistas como la bióloga experta en neurociencia y comportamiento humano Tamara Pazos explica en su libro Este libro te hará vivir más (o por lo menos mejor), editado por Paidós, en los que defiende una realidad muy sencilla: los paseos de luz. En este sentido, recuerda que exponerse a la luz natural es una de las mejores recomendaciones que se podría dar a cualquier persona.
Un hábito que, sin embargo, es difícil a veces de asumir para una población en general. Más aún en los meses de otoño e invierno donde la exposición solar es más breve, así como la radiación. En este sentido, diversos expertos consideran que la exposición a la luz natural debería ser de, al menos, media hora en las primeras horas de la mañana. Se trataría, por tanto, de mantener este hábito antes de mediodía. Además, si fuera posible, la recomendación ampliaría el tiempo hasta los 60 minutos.