Pan de molde: ¿una alternativa saludable? Pros y contras de este alimento cotidiano
No es oro todo lo que parece a la hora de analizar este producto
El pan de molde, a veces llamado pan de sándwich, lleva en nuestra vida décadas. Convertido en elemento habitual, sobre todo para tostadas y elaboraciones sencillas, su triunfo ha ido arrinconando, en parte, al clásico bocadillo. Su versatilidad, fácil manejo y palatabilidad han hecho que gane posiciones en la lista de la compra.
Tradicionalmente imaginado como un producto ligero y todoterreno, pues admite muchas preparaciones y es apto para prácticamente cualquier persona, el pan de molde goza de un beneplácito que, si lo analizamos nutricionalmente, puede no ser tan ventajoso. O no si se compara con lo que definiríamos como el pan tradicional, de corteza más dura, ya sea en barra o en hogaza, además de otros formatos.
Popularizado por su mejor aguante con el paso de los días, pero también por ese masticado más sencillo, el pan de molde ofrece lógicas ventajas culinarias. Sobre todo, para niños y para personas que sufren problemas de dentición. En este caso, es una buena alternativa para seguir consumiendo pan sin tener que preocuparse más de la cuenta.
Por contra, hay una realidad nutricional que difiere en gran medida del pan tradicional. Por estos motivos, conviene comprobar realmente cuáles son los ingredientes del pan de molde y, además, su forma de consumo.
La realidad nutricional del pan de molde
En circunstancias normales, el pan convencional sólo tiene harina, sal, agua y levadura. Algo que no sucede con el pan de molde, al que bastará echar un vistazo a la información nutricional para comprobar sus ingredientes. Es muy habitual que incluya una pequeña cantidad de azúcar, además de ciertos conservantes. También, incluso, que tenga alguna grasa añadida que le ayude a ganar jugosidad o esponjosidad.
Una realidad que se debe a cómo se elabora el propio pan. Debido a la necesidad de fermentación y de levado en el horno, al pan de molde se le añade más azúcar para que suba mejor. De esta manera se consigue que se genere una masa que rellena el citado molde y le da más volumen. Este azúcar, como es lógico, queda de manera residual sin fermentar, aumentando los azúcares añadidos del propio pan.
Lo mismo que sucede con las grasas, que le dan esponjosidad. Aunque suelen ser aceites de oliva o aceites de girasol, también implica una mayor cantidad de calorías en relación al pan convencional. También, en el mismo caso, suele tener una cantidad mayor de sodio que el pan tradicional, algo de lo que también alertó la OMS. Evidentemente, no todo el pan de molde es igual, pero sí deberíamos dar prioridad al que incluya menos grasas, así como menos azúcares y una menor cantidad de sodio.
También, como sucede con el pan convencional, deberíamos priorizar los panes integrales, pues son más nutritivos y más saciantes. Precisamente es este fantasma, el de la saciedad, otro de los más relevantes a la hora de comprobar lo idóneo del pan de molde. Aun así, precisemos una cosa: lo integral es más saludable, pero no adelgaza, como ya te explicamos en THE OBJECTIVE.
Textura y compañía: otra pareja peligrosa
Debido a su textura fácil y esponjosa, lo que se puede convertir en una ventaja en determinados momentos también puede ser su mayor contraprestación. Al ser tan fácil de comer, invita a consumir más cantidad, pues tampoco pasa tanto tiempo en nuestra boca en la fase de masticación. Cuando sucede, además de por su carácter más blando, puede dar la sensación de ser menos calórico que un pan tradicional.
El más allá además debe mencionarse con otra segunda realidad: la de los complementos. Al contrario de lo que puede pasar con el pan convencional, que se puede utilizar por sí solo de mayor manera, el pan de molde generalmente exige compañía. Es en este momento cuando debemos también controlar lo que incorporamos a este tipo de preparaciones.
Su regusto dulce se debe a que la receta del pan de molde suele tener azúcar libre, pero no añadido para hacernos adictos sino para mejorar la fermentación y así dar volumen a la masa.
Se trata de conseguir en el horneado una liberación de gases rápida y potente que hinche la masa hasta rellenar el molde, por lo que no se escatima en el añadido de azúcar, lo que hace que quede mucho azúcar residual sin fermentar, algo no demasiado sano.
Por otro lado, con independencia de la cantidad de azúcar libre que puedan llevar, los panes de molde son generalmente menos saludables que los panes tradicionales.