El motivo por el que debes dejar de preocuparte por temas que no están a tu alcance
Dejar de preocuparse por lo que no puedes controlar no solo reduce el estrés, también mejora tu bienestar general
Chica pensando. | Abigail Unsplash
En el vertiginoso ritmo de vida en el que se haya sumida la población actualmente, es común encontrar a personas angustiadas por preocupaciones que, en realidad, están fuera de su control. Este fenómeno, analizado en profundidad por el campo de la psicología que estudia el comportamiento de la mente humana, revela cómo el acto de preocuparse por lo incontrolable no solo es inútil, sino también perjudicial para nuestra salud mental y física.
Preocuparnos por lo que está fuera de nuestro alcance es una trampa mental que puede afectar negativamente a la salud emocional y física y al bienestar general. En cambio, si aprendemos a adoptar estrategias para centrarnos en lo que podemos controlar y aceptar lo que no, podremos liberar nuestra mente de cargas innecesarias y vivir una vida más tranquila y equilibrada. Tal y como apuntan los psicólogos, la clave está en la asimilación de los problemas, la aceptación de las circunstancias y aprender a dirigir nuestra energía y centrar nuestra atención en lo que verdaderamente podemos cambiar.
El origen de la preocupación
La preocupación es una respuesta natural ante situaciones percibidas como amenazantes o inciertas. Sin embargo, cuando estas preocupaciones se centran en circunstancias o hechos sobre los que no podemos influir, se convierten en un peso innecesario. La psicología sostiene que esta tendencia se origina debido a un mecanismo evolutivo ancestral que nos impulsaba a anticipar los peligros circundantes para poder sobrevivir. Hoy en día, aunque la amenaza no sea inminente, nuestras mentes siguen funcionando de este modo, provocándonos estrés y ansiedad por acontecimientos que no podemos cambiar.
Preocuparnos constantemente por lo que está fuera de nuestro alcance causa un impacto negativo en nuestra salud general. Generando efectos adversos en nuestra salud mental, emocional y física, que pueden condicionar nuestra vida. Algunas de las enfermedades derivadas de un exceso de preocupación son el estrés crónico, que puede llevar a sufrir problemas físicos como la hipertensión, las enfermedades cardíacas y los trastornos del sueño. A nivel mental, el estrés crónico puede causar ansiedad, depresión y agotamiento emocional. Además, los últimos estudios realizados acerca de este tema concluyen que las personas que se preocupan excesivamente tienden a experimentar más síntomas de estas enfermedades que aquellos que se centran en lo que pueden controlar.
Uno de los motivos principales por los que nos preocupamos por lo incontrolable es la ilusión y tranquilidad que nos da tener nuestra vida bajo control. Creemos, erróneamente, que al preocuparnos podemos de alguna manera influir en el resultado. Sin embargo, esta falacia solo amplifica nuestra frustración y ansiedad. Aceptar que no tenemos control sobre ciertas situaciones es un primer paso crucial hacia la liberación de la preocupación innecesaria.
Cómo dejar de preocuparse
En primer lugar, si identificamos lo que está bajo nuestro control daremos el primer paso para aprender a distinguir entre lo que podemos y no podemos controlar. Por eso, hacer una lista con nuestras preocupaciones y dividirlas en dos tipos: sobre las que puedes influir y sobre las que no. Esto nos va ayudar a centrarnos en aquellos aspectos de nuestra vida sobre los que podemos influir, así cómo si ponemos el foco en aceptar las cosas sobre las que no, reducirá nuestro nivel de estrés.
Por otra parte, asimilar que no podemos controlar todo es fundamental. Esta práctica, conocida como aceptación radical, implica reconocer la realidad tal como es, sin tratar de cambiarla. Esto no significa resignarse, sino comprender que algunas cosas simplemente están fuera de nuestro alcance.
También es importante prepararnos para vivir en el presente, ya que la preocupación a menudo surge de la anticipación del futuro. Y es que, practicar la atención plena (mindfulness) nos ayuda a centrarnos en el momento presente, reduciendo así la ansiedad sobre el futuro. Por ejemplo, técnicas como la meditación y la respiración profunda son herramientas efectivas para mantener la mente en el aquí y ahora.
Además, aprender a redefinir nuestra percepción del control será liberador para nosotros. En lugar de intentar controlar situaciones externos, debemos concentrarnos en cómo respondemos a ellos. Y es que, cultivar una actitud positiva y resiliente nos permitirá enfrentar mejor las adversidades.
Si buscamos apoyo compartiendo nuestras preocupaciones con amigos, familiares o un terapeuta emocional (coach o psicólogo) puede ofrecernos una nueva perspectiva sobre éstas y aliviar nuestra carga emocional. A veces, simplemente verbalizar nuestras preocupaciones puede hacer que nos parezca más sencillo lidiar con ellas.
Como vivimos en la era de la información y las redes sociales, es fácil que nos sintamos angustiados por las noticias negativas, aunque éstas estén fuera de nuestro control. Por eso, establecer límites informativos, minimizando nuestra exposición a los medios de comunicación y las redes sociales, y seleccionar cuidadosamente las fuentes de información puede ayudarnos a reducir la ansiedad.
Dejar de preocuparse por lo que no puedes controlar no solo reduce el estrés, sino que también mejora tu bienestar general. Te permite concentrarte en aspectos de tu vida sobre los que realmente puedes influir, fomentando una sensación de empoderamiento y satisfacción personal. Además, promueve una actitud más positiva y resiliente ante los desafíos.
