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Soledad y aislamiento social: los fantasmas tras el deterioro cognitivo en personas mayores

Silencioso e inexorable, el envejecimiento va mucho más allá de palparse en la salud física y la mental

Soledad y aislamiento social: los fantasmas tras el deterioro cognitivo en personas mayores

Un anciano sentado en un banco. | Archivo

Gracias a los avances en medicina y en la calidad de vida, envejecer más y mejor ha experimentado un crecimiento notable en las últimas décadas. La esperanza de vida ha aumentado en muchos países desarrollados, y con ello, la posibilidad de disfrutar de más años de vida. Sin embargo, esta mayor longevidad trae consigo ciertos desafíos. Los años adicionales también conllevan un aumento en los riesgos asociados al envejecimiento, tanto en el ámbito físico como en el mental.

Las enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión o los problemas cardiovasculares, son algunas de las afecciones más comunes entre las personas mayores. Además, con el paso de los años, las funciones cognitivas tienden a deteriorarse. Aparecen así problemas de memoria, atención y una merma en la capacidad de resolución de tareas cotidianas. Este deterioro, aunque puede parecer una consecuencia inevitable del envejecimiento, está estrechamente ligado a diversos factores, entre ellos la soledad y el aislamiento social, que se han revelado como verdaderos detonantes de problemas mentales y cognitivos.

A pesar de los avances en los sistemas de cuidado de personas mayores y las opciones cada vez más variadas para atender sus necesidades, como las residencias, los centros de día y los programas de acompañamiento, aún existen riesgos que escapan a estas soluciones. La soledad y el aislamiento social, dos fenómenos cada vez más presentes en las sociedades modernas, suponen una amenaza silenciosa. Aparición que, aunque no lo parezca, afecta enormemente a las funciones cognitivas de las personas mayores.

El deterioro cognitivo: qué hay detrás de su aparición

El deterioro cognitivo no solo se manifiesta en la pérdida de memoria. También afecta a otras capacidades intelectuales, como la habilidad para concentrarse, resolver problemas o tomar decisiones. Estos cambios son parte del proceso natural de envejecimiento, pero su avance puede verse acelerado si no se estimulan adecuadamente las funciones cognitivas. Por ello, no basta con vigilar la salud física o emocional de las personas mayores; es fundamental proporcionarles herramientas para mantener su mente activa y comprometida.

Algunas actividades que pueden ayudar a las personas mayores a mantenerse mentalmente estimuladas son la lectura, los juegos de mesa, los puzzles y los juegos de cartas. Estas actividades no solo ejercitan la mente, sino que también fomentan la interacción social, lo que ayuda a combatir la soledad. Además, la escritura y el aprendizaje de nuevas habilidades pueden tener un impacto positivo en la salud cognitiva, ya que estimulan el cerebro y retrasan el deterioro de las funciones mentales.

El vínculo entre el deterioro cognitivo y patologías como el mal de Alzheimer o la demencia es evidente. Ambas enfermedades tienen un impacto devastador en las funciones intelectuales, afectando la memoria, el lenguaje y la capacidad de realizar actividades cotidianas. Según diversas investigaciones, las personas mayores que mantienen un nivel adecuado de estimulación intelectual tienen un riesgo menor de desarrollar estas enfermedades. Por tanto, mantener el cerebro en forma no solo es crucial para reducir el impacto del envejecimiento.

Soledad y aislamiento social: dos riesgos detrás del deterioro cognitivo

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La falta de estímulos y actividad social puede suponer un aumento del deterioro cognitivo. ©Freepik.

Son muchos los estudios que en la última década se han centrado en comprobar los riesgos de la soledad y del aislamiento social. Si bien se desconocen los motivos mayoritarios por los que estas dos situaciones merman las capacidades cognitivas, parecen evidentes sus conclusiones. No obstante, no todas las investigaciones concuerdan plenamente en sus dictámenes.

Un estudio realizado en China reveló que el aislamiento social tiene un impacto más significativo en la pérdida de funciones cognitivas que la soledad en sí misma. Aunque la soledad se asocia a la memoria y el estado mental, el aislamiento social afecta de manera más contundente a la memoria episódica y al estado mental general, incluso cuando se controlan factores como la depresión y las enfermedades crónicas.

Un estudio llevado a cabo en Estados Unidos encontró resultados similares: el aislamiento social se asocia con un declive más acelerado en la función cognitiva, mientras que la soledad, aunque también tiene un impacto, no predice cambios significativos en la cognición a largo plazo. Este estudio destaca que, además de la soledad, existen otros factores sociales que pueden acelerar el declive cognitivo en personas mayores.

Incremento de la sensación de soledad: el fantasma tras el luto

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La viudedad puede jugar un papel determinante en la salud mental de las personas mayores. ©Freepik.

Es evidente que hay ciertos factores que multiplican la sensación de soledad, especialmente en las personas mayores. La pérdida del cónyuge o el síndrome del nido vacío, del que ya hablamos en THE OBJECTIVE, estarían detrás de este aumento. Hay evidente literatura científica que ha relacionado una disminución de la calidad de vida en personas viudas. Depresión, insatisfacción vital y una pérdida de la sensación de bienestar se han conectado frecuentemente con el fallecimiento de seres queridos.

No obstante, la relación entre soledad, aislamiento y deterioro cognitivo no es un fenómeno exclusivo de las sociedades occidentales. Más investigaciones en China han demostrado que la soledad actúa como un mediador parcial entre el aislamiento social y la pérdida de funciones cognitivas. El aislamiento, por sí solo, ya tiene un impacto directo en el cerebro. Sin embargo, si se añade el factor de la soledad, el deterioro puede ser más pronunciado. Estos hallazgos subrayan la importancia de mantener una vida social activa, tanto para reducir el riesgo de enfermedades como el Alzheimer, como para retrasar la aparición de demencia.

Por último, un estudio en los Países Bajos evidenció que la soledad, más que el aislamiento social, se asocia con un mayor riesgo de desarrollar demencia. Los investigadores concluyeron que las personas mayores que experimentan sentimientos de soledad tienen un 64% más de probabilidades de desarrollar esta enfermedad, independientemente de otros factores como la depresión o las enfermedades vasculares.

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