Miastenia gravis: qué es, cómo se trata y cuáles son los síntomas de esta enfermedad muscular
Aunque su prevalencia no es elevada, sí supone una gran incapacidad para quien la sufre
Las enfermedades que afectan a los músculos pueden ser devastadoras para quienes las padecen, alterando significativamente su calidad de vida. Algunas de estas patologías son más conocidas que otras. Lo que sucede, por ejemplo, con la distrofia muscular de Duchenne, que causa una debilidad progresiva. También con la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que afecta tanto a los músculos como a las neuronas motoras. Estas condiciones tienden a limitar la movilidad y la independencia de las personas. De tal modo, las lleva a depender de ayudas externas o dispositivos mecánicos para realizar actividades cotidianas.
Otra enfermedad de impacto muscular es la polimiositis, una afección inflamatoria que genera dolor y debilidad en los músculos, y cuya aparición puede ser gradual o repentina. La fibromialgia, a menudo subestimada por su falta de visibilidad en pruebas médicas, también afecta los músculos. Aunque en este caso el dolor es generalizado y constante, con episodios que pueden llegar a ser incapacitantes. Todas estas enfermedades tienen en común la dificultad para realizar actividades básicas como caminar, levantar objetos o incluso hablar, en algunos casos.
Dentro de este grupo de patologías, la miastenia gravis se destaca por ser especialmente debilitante. Se trata de una enfermedad autoinmune que interfiere en la comunicación entre los nervios y los músculos. Provocando así una debilidad muscular intensa y fluctuante. Esta afección no solo limita físicamente a la persona, sino que también afecta su bienestar emocional y mental. Sobre todo por el drama de enfrentarse a una debilidad inesperada genera una gran incertidumbre sobre las capacidades del cuerpo en el día a día.
Qué es la miastenia gravis y a quién afecta
La miastenia gravis es una enfermedad autoinmune crónica en la que el sistema inmunológico ataca por error los receptores de acetilcolina en los músculos. Cuando esto sucede, impide que respondan correctamente a las señales nerviosas. Como resultado, los músculos se fatigan rápidamente tras el uso, lo que provoca una debilidad progresiva que empeora con la actividad y mejora con el reposo. Este patrón de debilidad puede ser especialmente frustrante para quienes la padecen, ya que pueden sentirse bien tras descansar pero, después de un breve esfuerzo, experimentar una fatiga repentina y debilitante.
Esta enfermedad afecta a unas 15.000 personas en España, siendo más común en mujeres menores de 40 años y en hombres mayores de 60. Así se extrae de los datos de la Sociedad Española de Neurología. Aunque puede presentarse a cualquier edad, suele manifestarse en la edad adulta, con una prevalencia ligeramente mayor en mujeres jóvenes. Los primeros síntomas suelen incluir caída de párpados, visión doble, dificultad para hablar, masticar o tragar, y una notable debilidad en los brazos y las piernas. De hecho, la disfagia de la que hemos hablado en ocasiones en THE OBJECTIVE es muy frecuente en la miastenia.
Aunque los síntomas pueden variar de una persona a otra, en los casos más graves, la debilidad puede afectar a los músculos que controlan la respiración, lo que puede poner en peligro la vida del paciente si no se trata adecuadamente. Como explican desde MSD Manuals.
Las causas exactas de la miastenia gravis no se conocen del todo, aunque se sabe que está relacionada con problemas en el sistema inmunitario. En algunos casos, se ha identificado una conexión con tumores en el timo, una pequeña glándula situada en el pecho que juega un papel importante en el desarrollo del sistema inmunitario. La investigación también sugiere que ciertos factores genéticos y ambientales pueden aumentar el riesgo de desarrollar la enfermedad, aunque estos aún están siendo estudiados.
Cómo se trata la miastenia gravis y cómo convivir con ella
El diagnóstico de la miastenia gravis suele realizarse mediante una combinación de pruebas, que incluyen un examen físico y neurológico detallado, pruebas de sangre para detectar anticuerpos específicos y estudios electromiográficos para medir la respuesta de los músculos a los impulsos nerviosos. En algunos casos, también se realizan estudios de imagen como resonancias magnéticas para evaluar el estado del timo. El diagnóstico precoz es crucial, ya que el tratamiento puede mejorar significativamente la calidad de vida y reducir el riesgo de complicaciones graves.
El tratamiento de la miastenia gravis se basa en varios enfoques. Los medicamentos que mejoran la comunicación entre los nervios y los músculos, como los inhibidores de la colinesterasa, pueden aliviar los síntomas de manera temporal. Para controlar la respuesta autoinmune, se utilizan inmunosupresores y corticosteroides, que ayudan a reducir el ataque del sistema inmunitario sobre los músculos. En algunos casos, se recomienda la extirpación del timo, especialmente si hay un tumor, ya que esto puede llevar a una mejoría significativa en los síntomas. Además, la plasmaféresis y la inmunoglobulina intravenosa son tratamientos que se utilizan en situaciones agudas para eliminar los anticuerpos perjudiciales de la sangre.
Convivir con la miastenia gravis implica aprender a gestionar los síntomas y ajustar el estilo de vida. Muchas personas que padecen esta enfermedad descubren que deben organizar su día en torno a los períodos de mayor energía y descansar con frecuencia. Además, es fundamental evitar situaciones de estrés y, en lo posible, infecciones, ya que estas pueden agravar los síntomas.
Un estudio publicado en la revista Muscle & Nerve en 2022 señala que, aunque la miastenia gravis es una enfermedad crónica, el avance en los tratamientos ha permitido que la mayoría de los pacientes lleven una vida relativamente normal si se sigue el tratamiento adecuado.