Blefaritis: cómo combatir a la peor enemiga de tus párpados y cómo conocer sus síntomas
No hay que subestimar la utilidad de este fino velo que protege nuestros ojos del exterior
Las patologías oculares son un problema en aumento en las sociedades desarrolladas. Mientras que enfermedades como la conjuntivitis o el síndrome del ojo seco son ampliamente reconocidas, otras dolencias pasan más desapercibidas a pesar de su impacto significativo. Este es el caso de la blefaritis, una inflamación crónica de los párpados que puede causar molestias notables y que, sin embargo, suele ser ignorada hasta que los síntomas empeoran.
Los hábitos de vida en las sociedades occidentales han contribuido a una peor salud ocular. Pasamos más tiempo en espacios cerrados, con menor exposición a la luz natural, lo que afecta negativamente a nuestros ojos. Además, el uso intensivo de dispositivos electrónicos, tanto para el ocio como para el trabajo, somete a nuestros ojos a un esfuerzo constante. Incluso la dieta, rica en alimentos ultraprocesados y deficiente en nutrientes esenciales para la salud ocular, puede influir en la aparición de problemas como la blefaritis.
Aunque parezca una patología menor, la blefaritis no debe subestimarse. Afecta la calidad de vida de quienes la padecen y, si no se trata adecuadamente, puede derivar en complicaciones más graves. Conocer sus síntomas y aprender a prevenirla es fundamental para proteger la salud de nuestros ojos.
Blefaritis: qué es y cuáles son sus síntomas
La blefaritis es una inflamación de los párpados que afecta a las bases de las pestañas. Se clasifica en anterior, cuando afecta el borde externo del párpado, y posterior, cuando compromete las glándulas de Meibomio situadas en la parte interna. Aunque no suele ser contagiosa, puede cronificarse y requerir atención continua. Tal y como advierten desde el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.
Esta dolencia se produce por diversas causas, entre las que destacan infecciones bacterianas, desequilibrios en la producción de grasa de las glándulas palpebrales, alergias o incluso enfermedades cutáneas como la rosácea. Entre los síntomas más habituales se encuentran el enrojecimiento de los párpados, la sensación de picor, la aparición de costras o escamas en las pestañas, y una molesta sensación de cuerpo extraño en los ojos. En ocasiones, se puede solapar o parecer al síndrome del ojo seco, del que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.
La blefaritis no solo provoca incomodidad; también puede derivar en complicaciones si no se trata adecuadamente. Entre ellas destacan los orzuelos, que son infecciones agudas en las glándulas palpebrales, o las chalaciones, quistes más persistentes que pueden requerir cirugía menor. Asimismo, quienes padecen blefaritis tienen mayor probabilidad de sufrir ojo seco, una condición que empeora la calidad de vida.
Aunque cualquier persona puede desarrollar blefaritis, ciertos grupos son más susceptibles. Por ejemplo, los usuarios de lentes de contacto, debido al mayor riesgo de infecciones, o quienes tienen enfermedades cutáneas como dermatitis seborreica o rosácea. Además, personas con defectos de refracción, como la miopía o el astigmatismo, pueden sufrirla si no utilizan las correcciones ópticas adecuadas. La identificación temprana y la intervención profesional son clave para evitar complicaciones mayores. Además, conviene comprender que la blefaritis también guarda relación con la aparición de ciertos alérgenos como los ácaros.
Cómo combatir la blefaritis y cómo cuidar tus párpados en el día a día
El tratamiento de la blefaritis comienza con un diagnóstico adecuado por parte de un profesional de la salud ocular. Este podrá determinar el tipo y la causa de la inflamación, lo que es esencial para establecer un tratamiento eficaz. En muchos casos, se prescriben pomadas o colirios antibióticos, así como lágrimas artificiales para aliviar los síntomas de ojo seco asociados, como también explican desde Clínica Baviera.
La higiene ocular es fundamental tanto para tratar como para prevenir la blefaritis. Es importante limpiar los párpados diariamente con productos específicos recomendados por el especialista o con una solución suave de agua tibia y jabón neutro. Este sencillo hábito ayuda a eliminar restos de grasa, bacterias y células muertas que pueden agravar la inflamación.
Además, existen pequeños cambios en la rutina diaria que pueden marcar una gran diferencia. Evitar el uso prolongado de pantallas digitales, haciendo pausas regulares para descansar la vista, es crucial. Asimismo, mantener una dieta equilibrada rica en ácidos grasos omega-3, presentes en pescados grasos, frutos secos y semillas, puede ayudar a mejorar la función de las glándulas palpebrales.