El invierno, el peor enemigo del ojo seco: cómo cuidar tu salud ocular en los meses de frío
El aire seco, las calefacciones, las pantallas… Casi todo actúa en contra de los ojos en esta parte del año
El invierno puede parecer una estación encantadora. Trae consigo paisajes de ensueño y una atmósfera de recogimiento que muchos disfrutan. También la Navidad y la época de regalos y tiempo compartido. Sin embargo, esta estación tiene un lado menos amable: sus efectos adversos sobre nuestra salud ocular. Más allá del incremento de resfriados y enfermedades respiratorias, el frío y la sequedad del aire afectan a otros órganos. Algunos, aunque pasen desapercibidos, igual de vulnerables. Uno de los grandes olvidados en este sentido son los ojos, que sufren más de lo que pensamos durante esta época del año, y propician la aparición del ojo seco en invierno.
El ojo seco es una condición que afecta a millones de personas y que en invierno puede volverse especialmente problemática. Los descensos bruscos de temperatura y la sequedad ambiental resultan un cóctel dañino para la hidratación ocular, empeorando los síntomas de quienes ya padecen este problema y provocando molestias en aquellos que no lo sufren habitualmente. Esto se suma al desgaste que los ojos ya soportan por las largas horas frente a pantallas y la contaminación de las ciudades. Por estos motivos, la epidemiología del ojo seco es muy amplia.
Es crucial entender que los ojos no solo son ventanas al mundo, sino órganos extremadamente sensibles a los cambios climáticos y ambientales. El cuidado de la salud ocular debería ocupar un lugar prioritario en nuestra lista de preocupaciones invernales, no solo por una cuestión de bienestar, sino también porque el ojo seco, si no se trata adecuadamente, puede derivar en problemas más serios. También importa, por ejemplo, saber cuidar los párpados.
Cómo afecta el invierno y el frío a la salud ocular
El frío, el viento y los ambientes secos son los enemigos declarados de la salud ocular. Durante el invierno, la humedad en el aire desciende significativamente, tanto en exteriores como en interiores. Esto se agrava con el uso intensivo de sistemas de calefacción, que secan aún más el ambiente y afectan la película lagrimal, una capa indispensable que protege y lubrica los ojos. Sin esta barrera natural en buen estado, la superficie ocular queda expuesta a irritaciones y microlesiones.
En los días de viento frío, el contacto directo del aire con los ojos evapora rápidamente las lágrimas, generando incomodidad y una sensación constante de sequedad. Este fenómeno es especialmente molesto para quienes ya sufren de ojo seco crónico, pero también puede manifestarse en personas sin antecedentes, desencadenando episodios ocasionales de molestias o visión borrosa.
Cuando los ojos están secos, no solo se perciben síntomas como picazón, ardor o enrojecimiento, sino que también aumenta el riesgo de infecciones oculares. Una superficie ocular reseca y desprotegida facilita la entrada de bacterias y otros agentes patógenos, lo que puede complicar el cuadro clínico. Además, la disminución de la lubricación natural puede hacer que las lentes de contacto se sientan incómodas o irritantes, dificultando su uso diario.
Cómo combatir el ojo seco en invierno
La buena noticia es que existen estrategias eficaces para prevenir y tratar el ojo seco durante los meses de frío. La primera medida consiste en mantener una hidratación adecuada, tanto interna como externa. Beber suficiente agua durante el día ayuda a combatir la deshidratación que el cuerpo experimenta en ambientes secos, mientras que el uso de humidificadores en el hogar puede mejorar la calidad del aire y reducir la sequedad ocular. Aunque hayamos hablado en THE OBJECTIVE anteriormente de esta condición, es en invierno cuando el ojo seco más atención merece. Conviene, además, comprobar cuáles son sus factores de riesgo y su prevalencia.
El cuidado directo de los ojos es igualmente esencial. Las lágrimas artificiales son un aliado clave para restaurar la humedad perdida, especialmente si se usan con regularidad en ambientes climatizados o al salir a la calle en días ventosos. Para quienes llevan lentes de contacto, es recomendable utilizar aquellas que están diseñadas para conservar la hidratación y evitar el uso prolongado sin pausas.
Algunas personas son más susceptibles al ojo seco en invierno. Por ejemplo, quienes padecen enfermedades autoinmunes, como el síndrome de Sjögren, o quienes toman ciertos medicamentos que disminuyen la producción de lágrimas. Asimismo, los adultos mayores y quienes trabajan largas horas frente a pantallas tienen un riesgo mayor. En estos casos, es importante acudir a un oftalmólogo para recibir un tratamiento personalizado. En ellos, generalmente, se incluyen lágrimas artificiales específicas, suplementos nutricionales o incluso dispositivos de terapia de luz.
Cuidar la salud ocular durante el invierno no solo alivia molestias inmediatas, sino que contribuye a proteger una parte vital de nuestro cuerpo. La prevención y el tratamiento del ojo seco deben ser una prioridad. Especialmente en una época en la que nuestras rutinas y el clima conspiran contra el bienestar de nuestros ojos. Con pequeños cambios en el estilo de vida y una atención adecuada, es posible mantener la vista clara y cómoda incluso en los días más fríos.