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Hombro congelado: qué es y cómo esta patología limita tu movilidad sin motivo aparente

Empieza como una ligera molestia y, si no se trata, se puede convertir en una patología muy incapacitante

Hombro congelado: qué es y cómo esta patología limita tu movilidad sin motivo aparente

Dolor de hombro.

Al principio, es solo una molestia. Un leve dolor en el hombro que aparece sin una causa clara. No has hecho ningún movimiento brusco ni sufrido un golpe, pero notas que la articulación ya no responde con la misma fluidez. Levantar el brazo por encima de la cabeza se convierte en un esfuerzo incómodo, como si algo interno estuviera bloqueando el movimiento. Casi como si, literalmente, tuvieras el hombro congelado.

Con el tiempo, el dolor se intensifica y se acompaña de una rigidez cada vez más notoria. Los gestos cotidianos, como abrocharse el sujetador, alcanzar un objeto en un estante alto o simplemente vestirse, se vuelven desafiantes. La falta de movilidad no solo genera molestias físicas, sino que también empieza a afectar a la rutina diaria. A pesar de intentar forzar la articulación o de aplicar calor y masajes, el problema persiste e incluso empeora.

Este proceso suele darse entre los 40 y los 60 años, con una mayor incidencia en mujeres. No hay una lesión evidente ni un desencadenante claro, pero el hombro se resiste a moverse. Es entonces cuando se descubre que se trata del hombro congelado, una patología que limita severamente la movilidad y que, aunque en muchos casos se resuelve por sí sola, puede tardar años en hacerlo.

Qué es el hombro congelado

El término «hombro congelado» es la forma coloquial de referirse a la capsulitis adhesiva, una patología que afecta a la articulación del hombro y que en inglés se conoce como frozen shoulder. El nombre hace referencia a la sensación de bloqueo que experimentan quienes la padecen: la movilidad se ve progresivamente restringida hasta que el hombro parece quedar congelado. No obstante, en ningún caso tiene nada que de forma directa con el frío.

El problema radica en la cápsula articular, una envoltura de tejido conectivo que recubre la articulación del hombro. En condiciones normales, esta estructura es flexible y permite el movimiento libre del brazo. Sin embargo, en el caso del hombro congelado, la cápsula se inflama y se engrosa, lo que provoca la formación de adherencias y la disminución del espacio dentro de la articulación. Como resultado, los movimientos se vuelven dolorosos y limitados, como explican en Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista.

Se trata de una patología más frecuente en mujeres que en hombres, especialmente a partir de los 40 años. Su prevalencia ronda entre el 2 y el 5 % de la población general, pero puede aumentar en personas con antecedentes de diabetes, hipotiroidismo o enfermedades autoinmunes. Aunque en muchos casos no hay una causa evidente, factores como la inmovilización prolongada tras una cirugía o lesión pueden favorecer su aparición.

Las fases del hombro congelado y cómo se diagnostica

El hombro congelado no aparece de un día para otro, sino que sigue un curso progresivo dividido en tres fases. En la fase inicial o dolorosa, que puede durar entre seis semanas y nueve meses, el síntoma predominante es el dolor, que se intensifica por la noche y limita el movimiento. Aunque la rigidez ya empieza a notarse, en esta etapa el malestar es lo más incapacitante.

La segunda etapa es la fase de congelación o rigidez, que puede extenderse de cuatro meses a un año. Aquí, la movilidad del hombro está gravemente restringida, aunque el dolor suele disminuir. Acciones cotidianas como peinarse, abrocharse un sujetador o alcanzar un objeto en alto se vuelven prácticamente imposibles. La articulación parece bloqueada, como si estuviera pegada internamente.

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La fisioterapia y los estiramientos son fundamentales para prevenir y tratar el hombro congelado. ©Freepik.

Finalmente, llega la fase de descongelación o recuperación, que puede durar entre seis meses y dos años. En este período, la movilidad se va recuperando poco a poco y el dolor desaparece progresivamente. Sin embargo, la recuperación total puede tardar años, y en algunos casos la movilidad nunca vuelve a ser la misma.

El diagnóstico del hombro congelado se basa en la exploración física y en la historia clínica del paciente. El médico evaluará la amplitud de movimiento del hombro y descartará otras posibles causas, como la artrosis o la tendinitis. En algunos casos, pueden solicitarse pruebas de imagen, como resonancias magnéticas o ecografías, para confirmar el diagnóstico.

En cuanto al tratamiento, el enfoque suele ser conservador. Se utilizan analgésicos y antiinflamatorios como el ibuprofeno para aliviar el dolor, junto con fisioterapia para mejorar la movilidad, de los que hemos hablado en ocasiones en THE OBJECTIVE. En casos más graves, se pueden administrar infiltraciones de corticoides o incluso recurrir a procedimientos quirúrgicos mínimamente invasivos. Sin embargo, en la mayoría de los pacientes, el hombro congelado sigue su curso natural y, aunque puede ser desesperante, acaba resolviéndose con el tiempo.

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