Síndrome del intestino corto: qué es, en qué consiste y quién lo puede padecer
Aunque la prevalencia es muy baja y depende de otras patologías, puede ser muy incapacitante

Un hombre mayor junto a su médico. | Freepik
Convivir con las enfermedades gastrointestinales supone enfrentarnos a un amplio espectro de patologías. Una realidad que, como es lógico, varía con niveles de prevalencia y gravedad bien distintos. Algunas nos suenan más de la cuenta. Ejemplos como la gastritis, el reflujo gastroesofágico o el síndrome del colon irritable afectan a un porcentaje elevado de la población. Aunque pueden generar molestias significativas, muchas de ellas pueden controlarse con tratamiento médico. No obstante, con ciertos ajustes de hábitos permiten tener una calidad de vida aceptable a quienes las padecen.
Otras enfermedades digestivas son menos frecuentes pero mucho más incapacitantes, tanto por sus síntomas como por su impacto en la nutrición del paciente. Entre estas se encuentra el síndrome del intestino corto, una afección grave en la que el cuerpo pierde la capacidad de absorber adecuadamente los nutrientes debido a la falta de una parte importante del intestino delgado. Esta condición puede derivar en desnutrición severa y otras complicaciones metabólicas que comprometen la salud general de la persona.
El síndrome del intestino corto no solo implica la dificultad para absorber los nutrientes esenciales, sino que también supone un desafío terapéutico de gran magnitud. Mientras que algunas personas pueden experimentar una recuperación parcial con el tiempo, en los casos más graves es necesario recurrir a medidas extremas como la nutrición parenteral total o incluso el trasplante intestinal.
Qué es el síndrome del intestino corto
El síndrome del intestino corto es una enfermedad caracterizada por la pérdida significativa de la capacidad absortiva del intestino delgado. Principalmente por una resección quirúrgica de una parte extensa de este órgano. En circunstancias normales, el intestino delgado es el encargado de absorber la mayor parte de los nutrientes esenciales, como proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas y minerales. Cuando se reduce considerablemente su longitud, el cuerpo se ve impedido para obtener los nutrientes que necesita. Cuando esto se produce, puede llevar a una desnutrición grave y otras complicaciones metabólicas. No obstante, es importante recordar que es una patología con una prevalencia muy baja.
Esta patología suele estar asociada a enfermedades que requieren la extirpación de segmentos importantes del intestino delgado. Algunas de las causas más comunes, explican en MSD Manuals, son la enfermedad de Crohn en su fase más agresiva o los tumores intestinales. También la isquemia mesentérica y algunos defectos congénitos en neonatos, como la enterocolitis necrotizante o la atresia intestinal. En los adultos, los traumatismos abdominales graves también pueden ser responsables de la pérdida intestinal y, por tanto, del desarrollo de esta afección.
El grado de afectación del síndrome del intestino corto depende de la extensión de la resección y de qué parte del intestino se haya extirpado. El íleon, por ejemplo, es una sección clave en la absorción de vitamina B12 y ácidos biliares, por lo que su pérdida puede tener consecuencias más severas que la del yeyuno. Afortunadamente, el intestino posee una capacidad de adaptación notable, conocida como hiperplasia adaptativa. Gracias a ella, puede que las secciones restantes compensen parcialmente la función perdida. Aunque esto no siempre es suficiente para evitar la malabsorción, de la que hemos hablado en THE OBJECTIVE.
Cómo se trata y qué complicaciones tiene
El tratamiento del síndrome del intestino corto depende de la gravedad de la afección y de la capacidad de adaptación del intestino residual. También de la propia rehabilitación que se haga con el paciente. En algunos casos, el problema puede ser temporal, sobre todo si el intestino logra aumentar su capacidad de absorción con el tiempo. Sin embargo, cuando la pérdida intestinal es demasiado extensa, el paciente puede requerir un soporte nutricional de por vida, lo que implica una dependencia total o parcial de la nutrición parenteral, un método de alimentación que administra los nutrientes directamente en el torrente sanguíneo.
Uno de los mayores desafíos del manejo de esta enfermedad es el riesgo de complicaciones derivadas de la malabsorción y la dependencia de la nutrición parenteral. La deshidratación, los desequilibrios electrolíticos y la pérdida de peso severa son problemas frecuentes. A largo plazo, la nutrición parenteral puede generar complicaciones hepáticas graves, así como infecciones recurrentes relacionadas con el acceso venoso central necesario para su administración. Estas complicaciones pueden comprometer aún más la calidad de vida del paciente y limitar su esperanza de vida.
En los casos más extremos, cuando la nutrición parenteral deja de ser viable o las complicaciones se vuelven incontrolables, el trasplante de intestino puede ser la única opción terapéutica. Este procedimiento es complejo y conlleva riesgos importantes, como el rechazo del injerto y la necesidad de inmunosupresión prolongada. A pesar de estos desafíos, los avances en la cirugía de trasplante han mejorado significativamente las tasas de supervivencia y la calidad de vida de algunos pacientes con síndrome del intestino corto severo, permitiéndoles recuperar cierta autonomía en su alimentación y su vida diaria.