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¿Qué es la disbiosis y qué consecuencias tiene para la salud?

La microbiota intestinal juega un papel fundamental en el mantenimiento de la salud del ser humano

¿Qué es la disbiosis y qué consecuencias tiene para la salud?

Organismo | Canva

Imagina que en tu cuerpo habita un ecosistema complejo y dinámico, donde miles de microorganismos trabajan en equilibrio para mantener tu bienestar. Cuando este delicado balance se altera, pueden desencadenarse efectos inesperados que afectan diversos aspectos de la salud.

En los últimos años, la ciencia ha profundizado en este fenómeno, descubriendo su impacto en el organismo y su relación con diversas condiciones. Pero, ¿qué ocurre exactamente cuando este equilibrio se rompe?

¿Qué es la disbiosis?

La disbiosis es un desequilibrio en la composición y función de la microbiota, es decir, el conjunto de microorganismos que habitan en el cuerpo, especialmente en el intestino.

Este desajuste puede deberse a factores como una mala alimentación, el uso de antibióticos, el estrés o ciertas enfermedades.

Como resultado, la disbiosis puede afectar la digestión, el sistema inmunológico y la salud en general, favoreciendo la aparición de diversas afecciones. Este desequilibrio puede manifestarse en tres formas principales:

  • Pérdida de diversidad microbiana: disminución en la variedad de especies beneficiosas.
  • Crecimiento excesivo de bacterias patógenas: aumento de microorganismos que pueden provocar enfermedades.
  • Alteración en la proporción de bacterias beneficiosas y perjudiciales: modificaciones en el equilibrio que favorecen estados inflamatorios o disfunciones metabólicas.

Cuáles son las causas de esta enfermedad

Diversos factores pueden desencadenar la disbiosis intestinal, entre los que se incluyen:

  • Alimentación inadecuada: dietas ricas en azúcares, ultraprocesados y grasas trans pueden favorecer el crecimiento de bacterias perjudiciales.
  • Uso excesivo de antibióticos y otros medicamentos: los antibióticos pueden eliminar tanto bacterias patógenas como beneficiosas, alterando el equilibrio intestinal.
  • Estrés crónico: puede afectar la composición microbiana y la integridad de la mucosa intestinal.
  • Enfermedades metabólicas: diabetes, obesidad y enfermedades inflamatorias pueden estar asociadas con alteraciones en la microbiota.
  • Falta de actividad física: el sedentarismo influye negativamente en la diversidad bacteriana.
  • Alteraciones del sueño: el ritmo circadiano impacta en la microbiota, y la falta de descanso adecuado puede contribuir a la disbiosis.
Conexión entre intestino y cerebro
La disbiosis es un desequilibrio en la composición y función de la microbiota, es decir, el conjunto de microorganismos que habitan en el cuerpo, especialmente en el intestino.

Consecuencias de la disbiosis para la salud

La disbiosis intestinal se ha relacionado con una amplia variedad de patologías, entre las que destacan:

1. Trastornos digestivos

  • Síndrome del intestino irritable (SII)
  • Enfermedad inflamatoria intestinal (EII)
  • Distensión abdominal, diarrea o estreñimiento
  • Mala absorción de nutrientes

2. Enfermedades metabólicas

  • Obesidad
  • Resistencia a la insulina y diabetes tipo 2
  • Síndrome metabólico

3. Trastornos inmunológicos y autoinmunes

  • Enfermedades inflamatorias crónicas
  • Alergias y enfermedades autoinmunes como artritis reumatoide o lupus

4. Problemas neurológicos y psicológicos

  • Ansiedad y depresión
  • Deterioro cognitivo
  • Trastornos del espectro autista

5. Alteraciones en la piel

  • Acné y rosácea
  • Eczema y psoriasis

¿Cómo prevenir y tratar la disbiosis?

La buena noticia es que la disbiosis puede prevenirse y, en muchos casos, revertirse mediante cambios en el estilo de vida. Algunas estrategias efectivas incluyen:

1. Dieta equilibrada y rica en fibra

Consumir alimentos ricos en fibra (frutas, verduras, legumbres, cereales integrales) y prebióticos (ajo, cebolla, plátano, espárragos) favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas.

2. Incorporación de probióticos y alimentos fermentados

Los probióticos son microorganismos vivos, principalmente bacterias y levaduras beneficiosas, que al ser consumidos en cantidades adecuadas contribuyen a mantener o restaurar el equilibrio de la microbiota intestinal.

Al incluir alimentos ricos en probióticos, como el yogur, el kéfir, el chucrut y la kombucha, se favorece la repoblación del intestino con bacterias saludables, promoviendo una mejor digestión, fortaleciendo el sistema inmunológico y ayudando a prevenir desequilibrios como la disbiosis.

3. Reducción del consumo de ultraprocesados y azúcares

Evitar el consumo de productos ultraprocesados, colorantes y edulcorantes artificiales es fundamental para preservar el equilibrio de la microbiota intestinal.

Estos aditivos, presentes en muchos alimentos industriales, pueden alterar la composición de las bacterias beneficiosas y favorecer el crecimiento de microorganismos perjudiciales, lo que puede derivar en inflamación, problemas digestivos y un debilitamiento del sistema inmunológico.

4. Control del estrés y mejora del sueño

La meditación, el ejercicio y una adecuada higiene del sueño desempeñan un papel clave en la salud intestinal, ya que el intestino y el cerebro están estrechamente conectados a través del eje intestino-cerebro.

La meditación y otras técnicas de relajación ayudan a reducir el estrés, que es uno de los principales factores que alteran la microbiota, favoreciendo así un ambiente más equilibrado para las bacterias beneficiosas.

5. Uso responsable de antibióticos y otros medicamentos

El uso responsable de los antibióticos es fundamental para proteger la microbiota intestinal, ya que estos medicamentos, aunque necesarios para combatir infecciones bacterianas, no solo eliminan las bacterias patógenas, sino también muchas de las bacterias beneficiosas que habitan en nuestro organismo.

Esta alteración puede provocar un desequilibrio en la microbiota, conocido como disbiosis, que puede derivar en problemas digestivos, debilitamiento del sistema inmunológico e incluso aumentar el riesgo de infecciones oportunistas, como la proliferación de Clostridium difficile.

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