Productividad tóxica: por qué ser siempre eficaz es peor para tu salud de lo que imaginas
Saber poner barreras y comprender que tu vida no depende del éxito laboral es más difícil de lo que parece

Una mujer teletrabajando estresada. | ©Freepik.
Abres los ojos y lo primero que haces es alcanzar el móvil. Antes de que tu cerebro termine de despejarse, ya estás revisando el correo electrónico. Hay varios mensajes que requieren respuesta, así que anotas mentalmente qué harás al llegar a la oficina. En el trayecto al trabajo, haces un repaso mental de tus tareas pendientes, tal vez incluso aprovechas para responder algún mensaje. Cuando cruzas la puerta de la oficina, vuelves a comprobar el correo: ha llegado nueva información y hay que actuar con rapidez. Las reuniones, los informes y las entregas del día te absorben por completo.
Cuando por fin llega la hora de comer, en lugar de desconectar, vuelves a revisar el móvil. Respondes algún mensaje atrasado o navegas por redes sociales, donde los algoritmos insisten en mostrarte contenidos relacionados con tu sector. El descanso se convierte en una extensión de la jornada laboral. Sales de la oficina, pero el trabajo sigue contigo: contestas llamadas, repasas documentos y, antes de dormir, lees un artículo sobre cómo mejorar tu rendimiento profesional. Lo llamas compromiso, pero, en realidad, estás atrapado en la productividad tóxica.
Si tu día a día se parece a este, es posible que hayas cruzado una línea peligrosa. La productividad tóxica es la obsesión por ser siempre eficiente, por llenar cada minuto de tareas productivas. Lo que empieza como una aspiración profesional puede terminar robándote tu bienestar. Y lo peor es que, en una sociedad que premia el alto rendimiento, es fácil no darse cuenta de que algo va mal.
Qué es la productividad tóxica y cómo afecta a tu vida
La productividad tóxica es el impulso constante de hacer más, sin descanso, sin margen para la pausa. No es un trastorno descrito psicológicamente, tampoco una enfermedad. Aún por definir concretamente, el concepto obedece a esa incapacidad de dejar de ser teóricamente útil. Cuando esto ocurre, el trabajo deja de ser una parte de la vida y se convierte en el centro de todo. La cuestión, como indican varias fuentes, es que esto también acaba viciándose cuando la cultura laboral que te rodea se torna así de tóxica. En este sentido, los efectos laborales de la pandemia del covid-19 se manifestaron también en estos cambios dentro del trabajo.
El problema no es solo la cantidad de horas que dedicas a trabajar, sino cómo esto impacta el resto de tu vida. Tu salud se resiente porque el estrés y la ansiedad se vuelven crónicos. Tu mente nunca descansa, lo que afecta la calidad del sueño, el sistema inmunológico y hasta tu capacidad de concentración. Lo curioso es que ser especialmente desordenado puede ser tu peor enemigo para combatir la productividad tóxica.
A nivel emocional, la productividad tóxica puede generar un sentimiento de insatisfacción constante: por mucho que hagas, nunca parece suficiente. Algo que denuncia la psicoterapeuta Israa Nasir en su obra Toxic Productivity: Reclaim Your Time and Emotional Energy in a World That Always Demands More, un título aún no editado en castellano, donde denuncia, entre otras causas, a la activación de ese piloto automático vital. En cierto modo, la gestión del teletrabajo, repentina en muchos casos durante la pandemia, también ha supuesto difuminar la línea entre lo laboral y lo personal.
Este fenómeno no surge de la nada. Su origen está en la presión social y en la idea de que el éxito está directamente ligado a la productividad. De tal modo, el mundo hiperconectado –siempre hay un smartphone a mano– fomenta un rendimiento laboral que se ha convertido en un criterio de valía personal. Si trabajas duro, recibirás reconocimiento, estabilidad económica y prestigio. Pero esta ecuación tiene un lado oscuro: cuanto más trabajas, más se espera de ti, y más difícil es parar.
A medida que las exigencias aumentan, la sensación de agobio se vuelve insostenible. Es algo en lo que hemos incidido en varias ocasiones en THE OBJECTIVE que, por ejemplo, desemboca en síndromes laborales como el burnout. Algunas instituciones académicas incluso lo consideran una forma de tiranía.
Cómo darte cuenta y cómo salir de ella

Si el trabajo ocupa tus pensamientos incluso en tu tiempo libre, si te sientes culpable cuando descansas o si crees que siempre podrías hacer más, es posible que estés atrapado en la productividad tóxica. No se trata solo de trabajar muchas horas, sino de una mentalidad en la que la productividad define tu valor. Un signo claro es que cada vez te cuesta más disfrutar de actividades que antes te relajaban: leer un libro, ver una película o dar un paseo sin mirar el móvil parecen una pérdida de tiempo.
Incluso en ese sentido, cuando veas que lo que haces para desconectar tiene una vinculación con lo laboral, mala señal. Un ejemplo podría ser acabar leyendo solo libros –o artículos– que tengan que ver de una forma más o menos directa con el trabajo. Todo, en cierto modo, siempre acaba convirtiéndose en una círculo vicioso en torno al éxito. Así triunfas, así eres.
Salir de esta espiral requiere, ante todo, reconocer el problema. Una vez que eres consciente, puedes empezar a poner límites. Una estrategia efectiva es establecer momentos del día en los que desconectas del trabajo de manera intencional: apagar notificaciones fuera del horario laboral, evitar revisar correos en momentos de descanso o establecer rituales que marquen el final de la jornada, como salir a caminar o practicar una afición. Herramientas, por ejemplo, que ayuden a dar estabilidad a la salud mental y evitar problemas como la depresión, la ansiedad o el estrés.
También es importante cambiar la forma en que defines el éxito. No se trata solo de cuánto trabajas, sino de cómo te sientes con lo que haces. La productividad no debería medirse solo en términos de eficiencia, sino en función de tu bienestar. Recuperar el equilibrio entre trabajo y vida personal no solo mejorará tu salud, sino que también te hará más efectivo en el largo plazo. La verdadera productividad no es hacer más, sino hacer lo necesario sin perder de vista lo que realmente importa.