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Alonso Puig: «El pensamiento positivo moldea tu cerebro y mejora tu bienestar»

La neurociencia lo confirma: el pensamiento puede construir o destruir, y está en nuestras manos decidirlo

Alonso Puig: «El pensamiento positivo moldea tu cerebro y mejora tu bienestar»

Mario Alonso Puig | @marioalonsopuig

En un tiempo en el que las enfermedades mentales y el estrés crónico se han vuelto moneda corriente, la neurociencia comienza a ofrecernos respuestas más claras sobre cómo la actitud mental no solo influye en nuestras emociones, sino también en la estructura física del cerebro. El reconocido médico y conferencista Mario Alonso Puig, con una larga trayectoria investigando la conexión entre mente y cuerpo, explica con claridad cómo nuestros pensamientos tienen un impacto real sobre nuestra biología cerebral.

Según Puig, cuando una persona adopta una mentalidad más positiva, se siente ilusionada, se atreve a arriesgar y, sobre todo, aprende de sus fracasos, se activa lo que se conoce como neuroplasticidad. Este término hace referencia a la capacidad del cerebro de reorganizarse, formar nuevas conexiones neuronales e incluso generar nuevas neuronas. “La neuroplasticidad se favorece en todas sus dimensiones”, explica Puig. “Hay nuevos receptores en la membrana, hay nuevas conexiones, nuevos circuitos y hay nuevas neuronas”. En otras palabras, el pensamiento positivo no es solo un eslogan de autoayuda: es una herramienta biológica poderosa.

El estrés alimenta la depresión

El problema comienza cuando el enfoque vital cambia. Puig advierte que cuando una persona se enfrenta a dificultades y fracasos y, en lugar de levantarse, cae en la depresión, la desesperanza o la impotencia, se desencadena una respuesta hormonal peligrosa. Dos sustancias en particular se elevan a niveles tóxicos: el glutamato y el cortisol. El glutamato es un neurotransmisor, es decir, una sustancia química que transmite señales entre las neuronas. Aunque es vital para funciones como el aprendizaje y la memoria, en exceso se vuelve neurotóxico. Junto con él, el cortisol —conocido como la hormona del estrés— también se eleva cuando la persona vive en constante tensión, ansiedad o miedo.

“El glutamato empieza a subir, y el cortisol empieza a subir. Entonces el cortisol entra en tejido cerebral también. Y la combinación de los dos llega a matar neuronas”, explica Puig. Lo alarmante no es solo que estos químicos bloqueen el proceso de neurogénesis (la creación de nuevas neuronas), sino que también destruyen células ya existentes. Esto significa que una respuesta emocional sostenida en el tiempo, basada en la angustia y el estrés, no solo afecta cómo nos sentimos: modifica físicamente nuestro cerebro, deteriorando su estructura y funciones. Y no se trata de algo teórico o simbólico. La ciencia ya ha demostrado mediante resonancias magnéticas funcionales y estudios longitudinales que el estrés crónico reduce el volumen del hipocampo, la región cerebral encargada de la memoria y el aprendizaje.

Ser positivo
La neurociencia revela cómo la actitud mental impacta no solo en las emociones, sino también en la estructura física del cerebro.

La mente como constructora del cerebro

Lo que Mario Alonso Puig plantea con claridad es que la mente tiene un rol activo en la salud cerebral. No es una espectadora. Es arquitecta y, a veces, verdugo. Cada pensamiento que albergamos, cada interpretación que hacemos de la realidad, tiene consecuencias en términos biológicos. Por eso insiste en que cultivar una mentalidad resiliente, enfocada en el crecimiento, en la ilusión y en el aprendizaje, es una estrategia no solo emocional, sino también médica. De hecho, cada vez más investigaciones en el campo de la psiconeuroinmunología confirman que nuestras emociones modulan directamente el sistema inmune y el funcionamiento cerebral.

Lejos de proponer un optimismo ingenuo, Puig defiende una actitud activa frente a la vida. No se trata de negar el dolor, sino de no quedarse a vivir en él. Levantarse después de una caída, buscar nuevos caminos, ver los fracasos como parte del crecimiento, no solo mejora el ánimo: protege el cerebro de su propio deterioro.

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