No es 'Mr. Wonderful', es ciencia: cómo la actitud repercute en la recuperación física
Más allá de una actitud ‘siempre positiva’, el optimismo influiría en cómo respondemos ante las lesiones o el daño

Un hombre haciendo deporte. | ©Freepik.
Durante los últimos años, hemos vivido una sobredosis de mensajes bienintencionados pero ingenuos bajo el paraguas de la llamada psicología positiva. Frases motivacionales, tazas con mensajes optimistas y discursos que animan a sonreír ante cualquier adversidad han saturado el imaginario colectivo. Esta corriente ha defendido que basta con poner buena cara al mal tiempo para cambiar nuestra realidad. Incluso cuando lo que nos ocurre es objetivamente difícil o injusto. No obstante, no se puede simplemente delimitar esta corriente psicológica como una cuestión de actitud. Por este motivo, se debe profundizar en ella para ver qué podría tener de certera.
El problema es que, en muchas ocasiones, esta visión ha llegado a culpabilizar a quien sufre, insinuando que si no mejora es porque no tiene la actitud correcta. Se ha minusvalorado el dolor emocional, las quejas legítimas o el derecho a no estar bien. Así, ha surgido un rechazo hacia esta suerte de positividad tóxica, una postura que simplifica los procesos psicológicos y fisiológicos de la salud y el bienestar. Tanto como para que haya estudios que hayan intentado comprobar qué hay de cierto en mantener una actitud positiva frente a la recuperación física. De lo que ya hemos hablado anteriormente en THE OBJECTIVE.
Sin embargo, más allá de los eslóganes de Mr. Wonderful, algunos de los fundamentos de la psicología positiva sí encuentran respaldo en la evidencia científica. No se trata de negar lo negativo ni de convertir la sonrisa en una obligación, pero sí de comprender cómo una disposición mental abierta y decidida puede influir, de forma muy concreta, en ciertos aspectos de nuestra salud, especialmente en la recuperación física.
Qué dice la ciencia sobre la buena actitud en las recuperaciones
Un reciente estudio británico, centrado en personas de entre 60 y 90 años que habían sufrido caídas, ha arrojado resultados muy reveladores. La investigación encontró una relación consistente entre la actitud de los pacientes durante la recuperación y la calidad de la misma. Aquellos con una disposición más positiva se recuperaron más rápido y con mejores resultados que quienes afrontaron el proceso con una visión derrotista. Todo surge de una muestra de 694 personas que no se habían caído en los dos años previos a la encuesta. En ella, las personas que tuvieron respuestas más positivas y una mejor percepción sobre el envejecimiento tendían a tener una mejor recuperación después de una caída.

De hecho, aunque la investigación parte de medidas de autopercepción (lo cual no es un parámetro analítico de total precisión), sí ofrece conclusiones interesantes. Curiosamente, aquellos que mostraban esa mejor predisposición a lo que significaría el envejecimiento tendrían un menor grado de dependencia. Tambicaminarían más rápido o mantendrían su nivel de actividad después de una caída. Algo relevante si tenemos en cuenta los desafíos del envejecimiento y el potencial de una actitud positiva durante la recuperación.
El trabajo señala que muchas de las personas con peores niveles de recuperación vincularon automáticamente su lesión con un deterioro irreversible propio de la edad. En cambio, quienes asumieron la caída como un contratiempo dentro del proceso de envejecer, pero no como una sentencia, lograron no solo mejorar antes, sino mantener más fácilmente su autonomía y bienestar.
Esto no significa que el optimismo cure por sí solo. Sin embargo, sí que puede funcionar como un refuerzo psicológico que mejora la implicación con la terapia, el cumplimiento de rutinas médicas y la disposición al esfuerzo. En definitiva, una buena actitud actúa como un multiplicador de los recursos físicos y médicos disponibles.
¿Actitud o aptitud? Cómo la forma de enfrentarse a un hecho influye en su desenlace
Más allá de este estudio puntual, existe una sólida base de literatura científica que respalda la influencia de la actitud en el desenlace de procesos de salud en edades avanzadas. En campos como la geriatría o la rehabilitación, se ha constatado que las personas con una visión más optimista sobre su envejecimiento suelen presentar mejores indicadores físicos y cognitivos que aquellas que asumen el deterioro como algo inevitable y terminal. También, incluso, en recuperaciones de cánceres.
Esto no implica negar la realidad del paso del tiempo ni idealizar la vejez. Tampoco en creer que con una actitud positiva toda recuperación es posible. Pero sí reconoce que el enfoque con el que una persona encara su situación influye directamente en su evolución. Así, ante eventos como una caída, una operación o un diagnóstico, la respuesta emocional puede marcar la diferencia entre una recuperación activa y un declive prolongado. En cualquier caso, parecería que la situación es un círculo virtuoso que se retroalimenta entre la actitud y la aptitud.
Afrontar con decisión no es garantía de éxito, pero sí un ingrediente relevante para aumentarlo. Las personas que conservan una actitud de reto, que siguen estableciendo objetivos —aunque sean pequeños— y que se implican en su propio proceso de cuidado tienden a sufrir menos deterioro funcional y mental. En la ciencia, no es magia: es estadística, comportamiento y biología trabajando juntos.