Qué es la paradoja de la elección o por qué tener más opciones te complica la vida
Netflix, el supermercado, el trabajo, tu pareja… Tener demasiado donde elegir no siempre es beneficioso

Un hombre comprando fruta. | ©Freepik.
Seguro que lo has vivido más de una vez. Estás en un restaurante y te entregan una carta tan extensa que acabas cerrándola sin saber qué pedir. O te dispones a ver una película por la noche, abres la plataforma de streaming y, tras media hora de búsqueda, terminas sin ver nada. También pasa en el supermercado, frente a una estantería llena de marcas, o cuando te planteas algo tan aparentemente simple como elegir el color de una pared. Son situaciones cotidianas, pero tienen algo en común: cuantas más opciones tienes delante, más difícil te resulta decidir. Puede resultar curioso, razón por la que la paradoja de la elección es más importante de lo que parece.
A tu cerebro no le gusta tener demasiadas opciones. Aunque pueda parecer lo contrario, la libertad absoluta para elegir no siempre es positiva. Lo que en un primer momento parece empoderarte, rápidamente se transforma en una carga. Te genera dudas, inseguridad y, al final, insatisfacción. En lugar de disfrutar de las posibilidades, te bloqueas o tomas decisiones con las que no terminas de estar conforme. Esta reacción tiene un nombre en psicología: la paradoja de la elección y, como hemos contado en otras ocasiones en THE OBJECTIVE, afecta más de lo que parece.
La paradoja de la elección es una trampa mental que limita tu bienestar. Consiste en que, a medida que aumentan las opciones entre las que elegir, tu satisfacción con la decisión tomada disminuye. Esta paradoja no solo afecta a cuestiones banales, sino que puede escalar hasta decisiones vitales importantes. El exceso de posibilidades no te hace más libre: te hace más vulnerable a la indecisión, al arrepentimiento y a la sensación de haber perdido algo que quizás era mejor. Cuanto más puedes elegir, más difícil se vuelve sentirte satisfecho.
Qué es la paradoja de la elección: por qué más es menos
La paradoja de la elección fue formulada por el psicólogo Barry Schwartz. Su tesis es sencilla pero poderosa: a veces, tener más opciones no te ayuda a tomar mejores decisiones, sino todo lo contrario. Tu mente tiene un límite para gestionar alternativas. Cuando se supera ese umbral, comienzan la duda, la ansiedad y la frustración. El exceso de elecciones exige más esfuerzo cognitivo, y eso agota mentalmente.

Tu cerebro no está preparado para valorar muchas alternativas a la vez. A nivel psicológico, tener demasiadas opciones genera lo que se llama sobrecarga de elección. El proceso de decidir se alarga, se vuelve más complejo y, al final, menos satisfactorio. Cuantas más variables tienes que tener en cuenta, más probable es que dudes de tu decisión. La libertad de elegir se convierte, irónicamente, en una prisión de inseguridad. No obstante, no es un fenómeno moderno.
Un ejemplo clásico de esta complejidad en la paradoja de la elección, llevada al extremo, del asno de Buridán donde el animal, teniendo dos montones de comida a la misma distancia, acaba muriendo de hambre por no decidirse hacia cuál ir. Ese ejemplo de reducción al absurdo es parte de lo que encontraríamos en la paradoja de la elección.
El coste de oportunidad aumenta con cada opción que dejas pasar. Cuando eliges algo, estás renunciando al resto. Y ese resto pesa más cuando es más amplio. Si hay diez opciones y eliges una, has dicho no a nueve. Esa renuncia inconsciente provoca que valores menos lo que has elegido, aunque objetivamente sea bueno. Esta insatisfacción puede trasladarse desde decisiones cotidianas hasta cuestiones como cambiar de trabajo, comprar una vivienda o incluso decidir si tener hijos o no. Más alternativas no siempre implican más control: a menudo significan más dudas y menos paz mental.
¿Podemos sortear la paradoja de la elección?
No todas las personas reaccionan igual ante muchas opciones. En psicología social se distinguen dos tipos de comportamiento ante la toma de decisiones: los maximizers y los satisfacers. Los primeros buscan siempre la mejor opción posible. Los segundos, en cambio, se conforman con una opción suficientemente buena. Los maximizers tienden a analizar, comparar y rumiar más sus decisiones. Paradójicamente, suelen quedar menos satisfechos, incluso cuando objetivamente han elegido mejor.
Adoptar una mentalidad de satisficer puede ser una buena estrategia. No se trata de conformarse sin más, sino de asumir que rara vez existe una opción perfecta. Aprender a vivir con elecciones razonables, sin obsesionarse por cada posibilidad, es un paso importante para evitar el desgaste emocional. La clave está en reducir el peso de las expectativas, tanto las propias como las ajenas. La perfección no es más que una ilusión que te impide avanzar.
Existen formas prácticas de lidiar con la paradoja de la elección. Una de ellas es reducir intencionadamente el número de opciones. Por ejemplo, limitarte a dos o tres alternativas en lugar de revisar todo el catálogo. Otra fórmula útil es automatizar pequeñas decisiones diarias: qué desayunar, qué ropa ponerse, qué ruta seguir. También ayuda mucho dejar de preguntarte constantemente si podrías haber elegido mejor. Aceptar que ninguna elección es perfecta, pero muchas pueden ser buenas, libera y aligera la carga mental. La satisfacción no nace de encontrar lo ideal, sino de aprender a valorar lo que se tiene.