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La realidad entre el sol y el acné en verano es más compleja para tu piel de lo que parece

El mito de que seca los granos no es tan real –ni tan beneficioso– como habitualmente se pinta

La realidad entre el sol y el acné en verano es más compleja para tu piel de lo que parece

Una mujer usando protector solar. | ©Freepik.

Rara vez el verano es el mejor aliado de la salud y el bienestar de nuestra piel. Aunque lo asociamos con luz, vacaciones y buena cara, los meses más cálidos del año son también de los más agresivos. El aumento de la radiación solar, el calor intenso y la exposición prolongada a elementos como el cloro y el agua salada suponen un auténtico reto para la piel. En muchos casos, los efectos no se aprecian al instante, sino que llegan unas semanas después, cuando la piel reacciona a los excesos cometidos. A esto se le suman los cambios en la rutina, el uso de productos distintos y una menor atención a los cuidados diarios. El resultado es un cóctel que puede agravar problemas cutáneos previos.

Uno de los mitos más extendidos sobre el verano y la piel tiene que ver con el acné. Es habitual escuchar que «el sol seca los granos» o que «el agua del mar mejora la piel», y aunque es cierto que en un primer momento puede parecer que mejora, la realidad es más compleja. Esta percepción tiene su origen en una fase inicial en la que el sol, el calor y el agua con sal o cloro pueden secar temporalmente la piel. Sin embargo, esa mejoría visual suele ser pasajera y puede esconder una reacción de rebote. Lo que parece un beneficio se transforma en pocos días o semanas en una respuesta inflamatoria mayor.

Detrás de este efecto rebote se esconden mecanismos fisiológicos que responden al estrés térmico y a la deshidratación. Cuando la piel se siente agredida, activa sus defensas naturales: una de ellas es aumentar la producción de sebo para compensar la sequedad. Este exceso de grasa, junto con el sudor propio del calor y la aplicación de cremas solares no adecuadas, puede provocar un colapso en los poros. De ahí que los brotes de acné en pleno verano no solo sean comunes, sino también más intensos.

La auténtica realidad del acné, la piel y el verano

El acné y el verano mantienen una relación compleja y, en muchos casos, contradictoria. Es cierto que, durante los primeros días de exposición al sol, la piel puede parecer más uniforme y con menos imperfecciones. El bronceado disimula las rojeces y la piel, al secarse por el efecto del calor y el agua salada, se ve aparentemente más limpia.

Sin embargo, esta situación es temporal y engañosa. En realidad, el sol no cura el acné: simplemente lo enmascara durante un breve periodo. Cuando la piel reacciona a la agresión externa, es cuando pueden empezar los problemas. De hecho, hay estudios científicos –limitados– que han comprobado cómo el acné empeora en condiciones de más calor y humedad.

La deshidratación cutánea provocada por el sol activa una respuesta natural del organismo. Para restaurar el equilibrio, las glándulas sebáceas aumentan su producción de grasa. Ese sebo extra, que por sí solo ya podría obstruir los poros, se mezcla además con otros factores de riesgo. De ello, de hecho, ya te hemos hablado previamente en THE OBJECTIVE.

Una suma complicada: sudor, fotoprotección y bacterias

El sudor y las cremas solares, si no se eligen correctamente, potencian esa obstrucción. Así, lo que comenzó como una mejora superficial puede derivar en un brote más fuerte, con puntos negros, espinillas inflamadas o incluso quistes dolorosos. Todo ello en un entorno donde la piel está más sensible, algo en lo que inciden desde la American Academy of Dermatology Association, donde insisten en que «cuando el sudor se mezcla con las bacterias y los aceites en la piel, pueden obstruir los poros».

A esto hay que añadir que el sudor excesivo y la falta de higiene adecuada en verano agravan la situación. Las actividades al aire libre, el deporte y la mayor transpiración corporal favorecen la acumulación de suciedad en la superficie de la piel. Si no se realiza una limpieza facial regular y adecuada, los poros se saturan. Además, el uso de maquillaje resistente al agua o de larga duración puede contribuir a sellar esa capa grasa, impidiendo que la piel respire correctamente. Por tanto, el acné en verano no solo no mejora, sino que puede convertirse en un problema mayor si no se toman las precauciones necesarias.

Cómo lidiar en verano con el acné

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El sudor puede favorecer la acumulación de residuos que, junto a las bacterias o el maquillaje, pueden obstruir los poros y favorece la aparición del acné. ©Freepik.

La clave para cuidar la piel con acné durante el verano está en adaptar la rutina y elegir productos específicos. En primer lugar, el protector solar debe ser adecuado para pieles con tendencia acneica. Esto significa optar por fórmulas no comedogénicas y con bajo contenido en aceites. No todos los protectores solares son iguales, y utilizar uno inadecuado puede empeorar el acné. Además, es recomendable elegir texturas ligeras, como geles o fluidos, que no saturen los poros. El uso constante del fotoprotector, incluso los días nublados, es fundamental en cualquier caso, especialmente para prevenir manchas solares.

La limpieza facial es otro pilar esencial. Lavarse la cara dos veces al día —por la mañana y antes de acostarse— ayuda a eliminar los restos de sudor, protector solar y otras impurezas. No se trata de limpiar con fuerza ni de utilizar productos agresivos, sino de mantener una higiene suave pero constante. Existen limpiadores específicos para pieles grasas o con acné que respetan el equilibrio cutáneo. Además, hay que evitar a toda costa manipular granos o puntos negros, ya que esto puede provocar infecciones o dejar marcas. En verano, la piel está más expuesta y más propensa a cicatrices.

Atención al maquillaje y a los fármacos

El maquillaje también merece especial atención. Si se va a sudar o a estar muchas horas al sol, lo mejor es prescindir de él o usar fórmulas específicas, ligeras y no comedogénicas. Por otro lado, quienes estén siguiendo tratamientos médicos para el acné deben tener en cuenta sus efectos fotosensibilizantes. Medicamentos como la isotretinoína o ciertos antibióticos (como la doxiciclina) pueden hacer que la piel reaccione con más intensidad al sol. En esos casos, es imprescindible minimizar la exposición y reforzar la protección. Consultar con un dermatólogo en estos casos es siempre una decisión sensata.

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