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Cuando el fumador pasivo no habla: cómo el humo del tabaco afecta a las mascotas

Testigos casi mudos del tabaquismo doméstico, los animales de compañía también sufren sus consecuencias

Cuando el fumador pasivo no habla: cómo el humo del tabaco afecta a las mascotas

Una mujer con su perro. | ©Freepik.

A estas alturas del siglo XXI todo el mundo tiene bastante claro que fumar, tanto de manera activa como de manera pasiva, es un riesgo muy significativo para la salud. Sabemos que el tabaquismo está directamente vinculado a enfermedades graves como el cáncer de pulmón, la enfermedad cardiovascular y las enfermedades respiratorias crónicas, de las que ya hemos hablado en THE OBJECTIVE. Sin embargo, no solo, como vamos a ver, nos afectan a nosotros, sino que podemos convertir a nuestras mascotas en fumadores pasivos.

Además, también se asocian otras patologías potencialmente mortales, como accidentes cerebrovasculares y enfermedades obstructivas pulmonares. Es evidente que estas consecuencias afectan a quienes fuman, pero a veces olvidamos que el humo no se queda en el aire: viaja y contamina a quienes nos rodean. Y entre esos afectados hay seres que no pueden hablar ni quejarse. Hablamos de nuestras mascotas, esas víctimas silenciosas que comparten nuestro hogar sin posibilidad de resguardar su salud.

Es fácil pensar que nuestros compañeros de cuatro patas son ajenos al humo que respiramos, pero la realidad es otra muy distinta. El humo de tabaco contiene miles de sustancias tóxicas capaces de dañar los sistemas respiratorio, cardiovascular e inmunitario de perros y gatos. Estas sustancias están en el humo que inhalamos y también en el aire de casa, en los tejidos, mobiliario y alfombras. De modo que, aunque no fumen directamente, nuestras mascotas sí están expuestas a esas toxinas. Y no solo sucede cuando se fuma delante de ellas, sino también por la llamada exposición de tercera mano: residuos acumulados que persisten durante mucho tiempo.

Es crucial entender que ese humo pasivo no distingue entre humanos y animales. Ellos, al igual que nosotros, pueden desarrollar enfermedades graves a causa del humo, solo que no lo expresan con palabras. Por eso, comprender que las mascotas como tambin son fumadores pasivos es muy relevante.

Cómo el humo del tabaco afecta a las mascotas

Vivir en un hogar donde se fuma incrementa de forma notable los riesgos de salud física en perros y gatos. Estudios previos han mostrado que estas mascotas tienen más probabilidades de desarrollar enfermedades respiratorias, como bronquitis crónica o asma felina. También se ha detectado un mayor riesgo de cánceres específicos; por ejemplo, los perros que conviven con fumadores presentan una incidencia superior de carcinoma de vejiga letal, hasta seis veces mayor. Asimismo, se han observado signos de envejecimiento prematuro, atribuibles al daño químico ocasionado por el humo acumulado en su entorno. O estudios que avalan una mayor prevalencia de cánceres nasales y paranasales.

El riesgo no se limita al humo directamente inhalado. El llamado humo de tercera mano—los residuos tóxicos que permanecen en suelos, muebles, paredes y ropa—pierde volatilidad y se adhiere al ambiente. Perros y gatos, que pasan muchas horas en contacto con esas superficies, absorben esas sustancias a través de la piel, del polvo o incluso al limpiarse con la lengua, o acumularse en su pelo. Así, no basta con que se fume en otra habitación: los tóxicos pueden trasladarse y acumularse sin darnos cuenta. Esto convierte nuestro hogar en un espacio potencialmente dañino para los más vulnerables.

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Aunque no se quejen, los perros y otras mascotas sufren las consecuencias de un hogar en el que se fume. ©Freepik.

A nivel biológico, la exposición prolongada afecta a casi todos los sistemas orgánicos de nuestras mascotas. En una investigación realizada por un grupo de investigadores italianos de la Università degli Studi di Milano, se detectaron altos niveles de cotinina (producto del metabolismo de la nicotina) en sangre, orina, saliva y hasta semen de perros expuestos al humo.

Ese hallazgo indica que el organismo de los animales absorbe y distribuye esas sustancias, con consecuencias que pueden ir desde inflamación crónica hasta disfunción en el sistema inmune o tumores orgánicos. En este sentido, deberíamos tener claro que tener mascotas como fumadores pasivos es más severo de lo que podría parecer.

Más allá de lo físico: las mascotas como fumadores pasivos

Un reciente estudio llevado a cabo en la Universidad de Teherán ha profundizado en las consecuencias más allá de lo físico, evaluando cómo el humo altera el comportamiento de los perros. En él participaron 304 perros, divididos en dos grupos: aquellos expuestos al humo de sus dueños fumadores y aquellos que vivían en hogares libres de tabaco. Con cuestionarios del Dog Personality Questionnaire (DPQ), se evaluaron variables como edad, sexo y entorno familiar.

Los resultados evidenciaron que los perros expuestos presentaban mayores niveles de temerosidad y ansiedad. Además, mostraron niveles más bajos de actividad y entusiasmo, lo que indica una caída general en sus ganas de moverse o jugar. Asimismo, se observaron aumentos de agresividad tanto hacia personas como hacia otros animales, un cambio preocupante en su conducta social y convivencia. Algo de lo que no se pueden quejar abiertamente las mascotas como fumadores pasivos.

Además, los perros de hogares con fumadores mostraron dificultades para aprender o seguir órdenes, lo que refleja una disminución en la capacidad de adiestramiento. El estudio concluye que estas mascotas no solo sufren a nivel físico, sino que también experimentan alteraciones cognitivas y emocionales. Tras analizar estas perspectivas, queda claro que no se trata solo de enfermedad: es una afectación integral de su bienestar.

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