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Atención a la hernia de hiato: las señales que pueden avisar de su presencia

Un clásico de las consultas de gastroenterología al que debemos prestar más atención de lo que parece

Atención a la hernia de hiato: las señales que pueden avisar de su presencia

Un paciente en la consulta del médico. | ©Freepik.

Todo comienza con una ligera pesadez después de las comidas. Un ardor que sube por el pecho tras un almuerzo copioso o una cena tardía. Lo achacas al estrés, al ritmo de vida o a una comida que no te sentó bien. Pero la sensación se repite. Te das cuenta de que cada digestión empieza a costarte más. El estómago se queja, y algo en tu cuerpo te avisa de que hay un desequilibrio.

Poco a poco, comer deja de ser un placer. El dolor en la parte alta del abdomen se vuelve más frecuente, y sientes que la comida no baja como debería. A veces tragas con dificultad, otras veces eructas de forma constante. Una especie de presión se instala detrás del esternón, como si algo empujara desde dentro. Empiezas a sospechar que no es solo acidez o una mala digestión puntual.

Y entonces empiezas a atar cabos. Buscas información, comparas síntomas y acabas encontrando un nombre que te resuena: hernia de hiato. No es un diagnóstico que se haga a simple vista, pero encaja con lo que llevas tiempo sintiendo. Esa autovía llamada esófago se ha convertido en un cuello de botella. Lo que antes era automático ahora exige atención, y el cuerpo pide respuestas.

Qué es una hernia de hiato y cómo se manifiesta

El hiato esofágico es una pequeña abertura situada en el diafragma, el músculo que separa el tórax del abdomen. A través de este orificio pasa el esófago antes de unirse con el estómago. Su función es esencial: permite que el alimento avance hacia el estómago, pero al mismo tiempo impide que los ácidos gástricos suban hacia el esófago. Este equilibrio es clave para una digestión sin molestias, del que hemos hablado previamente en THE OBJECTIVE.

La hernia de hiato se produce cuando una parte del estómago se desliza hacia arriba, atravesando el hiato y adentrándose en la cavidad torácica. Esta alteración anatómica rompe la barrera natural que impide el reflujo. Como resultado, los jugos gástricos ascienden con facilidad, provocando ardor, acidez, dolor torácico y sensación de nudo en la garganta. La deglución también puede verse afectada, generando dificultad para tragar y una presión incómoda tras las comidas, como advierten fuentes de Mayo Clinic.

Aunque puede aparecer en personas jóvenes, la hernia de hiato es más frecuente a partir de los 50 años. El sobrepeso, el tabaquismo, el estreñimiento crónico y los esfuerzos físicos intensos también aumentan el riesgo. Las mujeres tienden a presentarla más a menudo, sobre todo tras varios embarazos. El estilo de vida influye: una alimentación copiosa, cenas tardías y posturas inadecuadas tras comer favorecen su aparición o empeoramiento.

Con qué puede confundirse y qué complicaciones tiene

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Hay varias patologías que pueden confundirse o solaparse con la hernia de hiato y no todas son gastrointestinales. ©Freepik.

No todos los dolores en la parte alta del estómago implican una hernia de hiato. Los síntomas pueden confundirse con los de la dispepsia funcional, una gastritis, una úlcera gástrica o incluso un infarto. El ardor torácico, por ejemplo, puede parecer una angina de pecho si se irradia hacia el brazo izquierdo. Por eso es importante no autodiagnosticarse y acudir al médico cuando las molestias se vuelven recurrentes o intensas. Un estudio endoscópico o una radiografía con contraste suelen ser necesarios para confirmar el diagnóstico. El tratamiento adecuado depende de un diagnóstico claro, no solo de los síntomas.

La hernia de hiato no aparece de forma repentina, salvo en casos muy concretos como traumatismos o intervenciones quirúrgicas previas. Lo habitual es que se forme de manera progresiva, por la combinación de factores anatómicos, funcionales y de presión abdominal. La debilidad del tejido muscular del diafragma puede estar presente desde el nacimiento, pero se acentúa con la edad. Además, el aumento de presión en el abdomen, como el que se produce al levantar peso, con el estreñimiento crónico o durante el embarazo, facilita el desplazamiento del estómago hacia el tórax. Por eso es más frecuente en personas con obesidad o en quienes han tenido varios embarazos.

Aunque no siempre se puede prevenir, hay medidas que reducen el riesgo de desarrollar una hernia de hiato o al menos de que se agrave. Mantener un peso saludable, evitar el tabaco, no comer en exceso ni acostarse justo después de cenar son hábitos que protegen el sistema digestivo. También conviene fortalecer la musculatura abdominal de forma controlada y evitar esfuerzos bruscos. El envejecimiento es un factor natural que no se puede modificar, pero sí se puede compensar con un estilo de vida más consciente. Prevenir no es garantizar que no aparecerá, pero sí reducir las posibilidades y retrasar su aparición.

Qué nos predispone a la hernia de hiato desde la dieta

Uno de los factores más decisivos en la aparición de síntomas de la hernia de hiato es la alimentación. Comer en exceso, demasiado rápido o ingerir alimentos muy grasos puede desencadenar episodios intensos de reflujo y malestar. Los fritos, las salsas, los embutidos o los platos muy condimentados tienden a relajar el esfínter esofágico inferior, favoreciendo la subida de los ácidos. También lo hacen el chocolate, la menta y el alcohol, especialmente el vino tinto y los destilados. El café y las bebidas con gas pueden agravar la sensación de hinchazón y aumentar la presión abdominal.

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