Hernia umbilical: cómo identificar una patología que no es patrimonio exclusivo de los bebés
Que no sea la más frecuente de estas patologías no significa que no debamos conocer cómo o por qué aparece

Un hombre mayor con su médico. | ©Freepik.
Cuando hablamos de hernias, lo más común es pensar en la hernia discal, martirio recurrente de las personas que sufren dolores lumbares. También, si nos amarga la vida nuestro estómago, seguramente hemos oído hablar de la hernia de hiato, relacionada con problemas digestivos y reflujo. Otros clásicos también molestan más allá, como sucede con la hernia inguinal, que aparece en la zona de la ingle. Sin embargo, existe otro tipo de hernia que, aunque recibe menos atención, tiene una presencia significativa: la hernia umbilical.
La hernia umbilical se produce en la pared abdominal, concretamente en la zona del ombligo, y afecta tanto a recién nacidos como a adultos. En el caso de los bebés, suele tener un carácter benigno y transitorio, aunque su aspecto pueda alarmar a los padres primerizos. En adultos, aunque menos habitual, puede aparecer como consecuencia de determinadas condiciones físicas o esfuerzos continuados. Especialmente cuando sometemos a nuestro cuerpo a este estrés incrementado sin estar bien preparado.
Esta patología, que a menudo se percibe como leve, tiene particularidades que conviene conocer. Afecta a diferentes grupos de edad por razones bien distintas, presenta síntomas que pueden ser muy notorios y, en algunos casos, puede derivar en complicaciones. Motivo por el que saber de qué hablamos, cómo se manifieste o cuándo puede ser un peligro es más que necesario.
Qué es una hernia umbilical y por qué se originan
No hay solo una forma, dicho llanamente, de concebir esta patología. En líneas generales, una hernia umbilical es una protrusión del contenido abdominal —ya sean intestinos, grasa o tejido— a través de un punto débil en la pared del abdomen, justo en la zona del ombligo. Esta debilidad puede ser congénita o adquirida, y se manifiesta como un bulto blando que se nota, sobre todo, cuando se aumenta la presión abdominal. En los bebés, se suele observar cuando lloran, tosen o hacen fuerza con el abdomen.
De hecho, es muy habitual que pensemos que las hernias umbilicales son un patrimonio exclusivo del recién nacido o de los bebes. Sí es cierto que son especialmente frecuentes en recién nacidos, sobre todo en aquellos que han nacido de forma prematura o con bajo peso. El motivo por el que esto sucede es evidente: la musculatura abdominal no se ha desarrollado completamente y el orificio umbilical, que debería cerrarse al poco tiempo del nacimiento, permanece abierto. Afortunadamente, la mayoría de estas hernias se cierran por sí solas durante los primeros años de vida.
Sin embargo, también pueden aparecer en adultos. En este grupo, los factores que más influyen son el sobrepeso, del que hemos hablado a menudo en THE OBJECTIVE, así como el embarazo, la acumulación de líquidos en el abdomen (ascitis) o la realización repetida de esfuerzos físicos intensos. Del mismo modo, las personas que han sido intervenidas en el abdomen (como puede ser una cesárea o una apendicitis) también presentan mayor riesgo, ya que una cicatriz puede debilitar la zona. También aumenta para personas que, por ejemplo, están sometidas a diálisis peritoneal. Aunque no siempre resultan dolorosas, pueden llegar a ser molestas y antiestéticas.
Cómo se trata y cuáles son sus complicaciones

La buena noticia es que, a diferencia de otros tipos de hernia, la hernia umbilical rara vez supone un riesgo grave para la salud y en buena parte de los casos son asintomáticas en los adultos. En la infancia, la mayoría no requiere intervención quirúrgica, ya que tiende a desaparecer de forma espontánea antes de los cinco años. El seguimiento por parte del pediatra es suficiente, y solo en casos persistentes o muy abultados se plantea la cirugía.
El diagnóstico es sencillo y suele hacerse mediante una exploración física. En adultos, cuando la hernia provoca molestias o se incrementa de tamaño con el tiempo, la opción más habitual es la intervención quirúrgica, que consiste en cerrar el orificio umbilical con suturas o mediante una malla quirúrgica. Es una operación sencilla, con pocas complicaciones y un postoperatorio generalmente rápido. La parte mala a nivel recursos sanitarios es que la prevalencia de la patología es elevada.
Las complicaciones pueden surgir cuando la hernia se estrangula, es decir, cuando el tejido que ha salido queda atrapado y no recibe suficiente riego sanguíneo. Esto puede causar dolor intenso, náuseas, vómitos y, en casos graves, necrosis del tejido afectado. Aunque poco frecuente, esta situación requiere intervención urgente. Por eso es importante no ignorar una hernia umbilical, aunque al principio no moleste.