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Así deberías responder cuando alguien te falta el respeto (sin perder la calma ni la dignidad)

En un mundo donde las palabras hirientes son inevitables, la elección de cómo reaccionar marca la diferencia

Así deberías responder cuando alguien te falta el respeto (sin perder la calma ni la dignidad)

Discusiones | Canva pro

Recibir un comentario hiriente nunca es fácil. Ese instante en que alguien cruza la línea y pronuncia palabras que duelen activa una reacción casi automática: queremos defendernos, replicar, demostrar que no estamos equivocados. Sin embargo, la manera en que elegimos responder puede marcar la diferencia entre un conflicto que escale y una situación que pase sin consecuencias mayores.

El silencio: el gesto más poderoso

Para Jordi Segués, consultor y mentor en desarrollo personal, la respuesta más efectiva frente a una falta de respeto no es otra que el silencio. «Cuando alguien te falte el respeto, simplemente ignóralo. No reacciones. No le contestes. No entres en su juego. Simplemente vete, aléjate», explica. Y es que alejarse tiene efectos inmediatos sobre nuestro bienestar emocional. Tomar distancia permite mantener la calma y evita que la situación se intensifique, protegiendo lo que más importa: nuestra tranquilidad mental. Según Segués, este gesto envía un mensaje claro: «Sabes lo que quieres y no toleras que te falten el respeto. Ignorar e irse es el mayor gesto de autorrespeto y autocuidado». La psicóloga Silvia Severino coincide: «No responder es más poderoso que justificar; el silencio también pone límites». Alejarse no significa rendirse ni ser cobarde, sino preservar la propia energía frente a alguien que no sabe gestionar la suya.

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La otra cara: la asertividad consciente

Sin embargo, el silencio no siempre es la solución más adecuada. Existen contextos en los que responder con calma y asertividad puede transformar un conflicto en una oportunidad de comunicación. Manuel J. Smith, psicólogo y autor de Cuando digo no, me siento culpable, propone la indagación asertiva. Este método consiste en devolver el comentario hiriente en forma de pregunta, obligando al otro a asumir la responsabilidad de sus palabras. Por ejemplo, si alguien dice “Eres una incompetente”, podemos responder con un tono sereno: “Me ha parecido escucharte que soy una incompetente, ¿es eso lo que has dicho?” o “¿Qué te hace pensar que soy incompetente?”. Este enfoque reduce la carga emocional, da la oportunidad de aclarar o disculparse y evita que nuestra reacción sea impulsiva.

Señalar sin agredir

Aurora Michavila, experta en comunicación y autora de Supercomunicadores: Habla claro, defiende tus ideas y sé siempre tú, señala otra alternativa: hacer que la persona se dé cuenta de que su comentario no es apropiado. Preguntar “¿Estás bien?” o señalar de forma tranquila “Seguramente no es tu intención, pero me estás hablando con mucho desprecio y me duele” permite establecer límites sin generar hostilidad. La clave es confrontar sin replicar con agresividad, manteniendo siempre la calma y el respeto.

Tomar la decisión correcta

Responder a una falta de respeto no tiene una única fórmula mágica. Depende del contexto, de la relación con la otra persona y de nuestro propio estado emocional. Si no nos sentimos preparados para confrontar, el silencio y la retirada siguen siendo opciones válidas que protegen lo más importante: la salud mental. En otras ocasiones, la combinación de preguntas asertivas y comunicación clara permite no solo poner límites, sino también fomentar la responsabilidad y el respeto mutuo. Lo esencial es reconocer que nuestra reacción no está determinada por la ofensa. Mantener la calma y elegir conscientemente cómo actuar frente a un comentario hiriente es un acto de autocuidado. Cada decisión, ya sea alejarse o responder con asertividad, refleja respeto hacia uno mismo y hacia los demás.

En última instancia, el autocuidado no se mide solo por rutinas de bienestar o hábitos saludables, sino también por la manera en que protegemos nuestra energía emocional. Saber cuándo guardar silencio, cuándo alejarse y cuándo confrontar con respeto constituye un aprendizaje invaluable en la vida diaria. Aprender a gestionar estas situaciones es un ejercicio de inteligencia emocional que fortalece nuestra confianza y nos permite mantener relaciones más sanas y equilibradas.

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