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Andrea Reyes, médica: «La disciplina se entrena cuando expones tu cerebro al esfuerzo»

La ciencia respalda que esta neuroplasticidad del sacrificio mejora la capacidad para tomar decisiones en la vida

Andrea Reyes, médica: «La disciplina se entrena cuando expones tu cerebro al esfuerzo»

Disciplina | Canva pro

Cada vez que te obligas a hacer algo que no quieres, pero sabes que es bueno para ti, estás entrenando tu cerebro de una manera sorprendentemente precisa. Así lo explica Andrea Reyes, especialista en Medicina Estética y Regenerativa, quien señala que este tipo de esfuerzo activa una región clave de nuestro cerebro: la corteza cingulada anterior media. Esta área no solo es esencial para el autocontrol, sino también para la toma de decisiones y la tolerancia al estrés, funcionando como un gimnasio interno para nuestra resiliencia emocional. «La neurociencia demuestra que nuestro cerebro no es estático», afirma Reyes. «Cada vez que ejercitamos la disciplina, estamos literalmente remodelando nuestras conexiones neuronales. Es un proceso que la ciencia llama ‘neuroplasticidad del esfuerzo’ y que puede entrenarse como cualquier músculo del cuerpo».

La ciencia respalda que la disciplina se puede entrenar

Estudios recientes apoyan esta perspectiva. Investigaciones publicadas en revistas como Biological Psychology y Neuron muestran que el cerebro de personas que practican el autocontrol de manera constante desarrolla una mayor conectividad en la corteza cingulada anterior media. Zhou et al. (2020) documentaron cómo la exposición repetida a tareas que requieren esfuerzo y disciplina fortalece la tolerancia al estrés y la regulación emocional, mientras que Shenhav et al. (2021) destacaron que estas adaptaciones neuronales permiten tomar decisiones más informadas y beneficiosas a largo plazo.

La práctica constante del autocontrol, según explica Andrea Reyes, no solo mejora nuestra capacidad para resistir impulsos, sino que también optimiza la forma en que percibimos el dolor físico y emocional. «Cuando entrenamos nuestra mente para priorizar lo que sabemos que es bueno para nosotros, no solo fortalecemos la voluntad; fortalecemos nuestra capacidad de resiliencia. Esto tiene implicaciones directas en cómo manejamos el estrés, las frustraciones y los desafíos cotidianos», asegura.

Cada pequeño esfuerzo fortalece la mente

Koban et al. (2021), en un artículo de Trends in Cognitive Sciences, profundizan en esta idea, señalando que la neuroplasticidad del esfuerzo no se limita a la disciplina académica o laboral, sino que impacta también en la regulación emocional y la tolerancia al malestar físico. «Cada pequeño sacrificio, desde elegir comer saludablemente hasta mantener una rutina de ejercicio, envía señales al cerebro que refuerzan patrones de comportamiento saludables», explica Reyes, citando la evidencia científica que lo respalda.

Vassena et al. (2020), en Cerebral Cortex, encontraron que las personas que habitualmente enfrentan desafíos voluntarios muestran una activación más eficiente de la corteza cingulada anterior media, lo que facilita no solo la toma de decisiones racionales, sino también la planificación a largo plazo. Según Andrea Reyes, este hallazgo es crucial para entender por qué la disciplina no es un rasgo innato: «No nacemos disciplinados. La disciplina se construye mediante la repetición consciente de acciones que requieren esfuerzo y, a veces, incomodidad».

La resiliencia también se entrena

Los efectos del entrenamiento de la corteza cingulada anterior media se extienden también a la tolerancia al dolor y al malestar emocional. Holroyd y Yeung (2012) en Trends in Cognitive Sciences, y Shackman et al. (2011) en Nature Reviews Neuroscience, documentan cómo la práctica deliberada del autocontrol activa sistemas de recompensa internos que refuerzan la sensación de logro y reducen la percepción de dolor. Tang et al. (2015), por su parte, muestran que la meditación y otras técnicas de autorregulación fortalecen estas conexiones neuronales, confirmando que la resiliencia emocional puede cultivarse mediante hábitos sostenidos en el tiempo. Andrea Reyes enfatiza que esta capacidad de entrenamiento cerebral tiene repercusiones directas en la calidad de vida. «Cuando aprendemos a posponer la gratificación inmediata en favor de beneficios mayores, estamos no solo fortaleciendo nuestra mente, sino también nuestro bienestar físico y emocional. Cada elección consciente que hacemos es un pequeño ejercicio de resiliencia», dice.

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