De este par de huesos depende que te sientes bien y que no te duela la espalda al hacerlo
Un gesto tan trivial y cotidiano puede mejorar mucho simplemente prestando atención a cómo hacerlo correctamente

Una mujer sentada en la oficina. | ©Freepik.
Sentarse parece un acto sencillo: flexionar las piernas y dejar caer el cuerpo sobre una silla. Pero en realidad, hacerlo bien es mucho más complejo y tiene un impacto directo en nuestro bienestar corporal. Cada día pasamos horas sentados, muchas veces sin pensar en cómo lo hacemos, y esto puede ser el origen de molestias que atribuimos a otras causas. Dolores de espalda (de los que te hemos hablado en THE OBJECTIVE), incomodidad en las piernas o rigidez cervical a menudo tienen su raíz en una mala postura al sentarnos. Y en ese escenario, hay dos pequeños huesos cuya función resulta tan esencial como desconocida: los isquiones.
Entender cómo funciona nuestro cuerpo al sentarse puede marcar la diferencia entre sentirnos cómodos o arrastrar tensiones todo el día. El cuerpo está diseñado para encontrar equilibrio en la postura, pero eso solo es posible si se respetan ciertos apoyos naturales. En el caso de la sedestación, el apoyo fundamental son los isquiones, que actúan como una base estructural para que el resto de la columna se alinee de forma armónica. Cuando nos sentamos sin tener en cuenta este punto de apoyo, el cuerpo intenta compensar de maneras que acaban generando tensiones.
A menudo se recurre a sillas ergonómicas, cojines o respaldos especiales para mejorar la postura, cuando lo primero y más básico debería ser sentarse correctamente sobre los isquiones. Esta base es lo que permite que el peso se distribuya adecuadamente, liberando a la zona lumbar de sobrecarga y facilitando una postura más ligera y natural. Pero para lograrlo, primero hay que saber qué son los isquiones, dónde se encuentran y cómo deben usarse.
Qué son los isquiones
Puede que nunca te hayas planteado que tu forma de sentarse depende de dos huesos, en cierto modo, a los que nunca has prestado atención: los isquiones. Realmente no son huesos, sino un par de prominencias óseas situadas en la parte inferior de la pelvis, específicamente en el hueso coxal, y forman parte de lo que se conoce como la cintura pélvica, que acaban redondeados en la tuberosidad isquiática.
Aunque su nombre suena técnico, su función es de lo más cotidiana: son la parte del cuerpo sobre la que nos apoyamos al sentarnos. Tienen una forma algo alargada y curva, con una superficie relativamente plana en su base, lo que permite que encajen perfectamente con una superficie horizontal como una silla o un banco.
Cada uno de nosotros puede palpar sus propios isquiones si se sienta sobre una superficie firme y balancea ligeramente el cuerpo hacia adelante y hacia atrás: esos dos puntos de contacto que se notan bajo los glúteos son los isquiones. Aunque están recubiertos por tejido blando, su posición es clave para la estabilidad y la comodidad en la postura sentada. De hecho, son ellos los que deberían soportar el peso del tronco cuando estamos en reposo sobre una silla.
Cuando nos sentamos correctamente sobre los isquiones, se genera un alineamiento natural de la columna vertebral. La pelvis se encuentra en posición neutra y la curvatura lumbar se mantiene sin esfuerzo. En cambio, si nos sentamos por delante o por detrás de los isquiones —es decir, sobre el sacro o sobre los muslos— la espalda se ve obligada a compensar con tensiones que a largo plazo derivan en molestias o incluso lesiones. Por eso, estos pequeños huesos tienen un papel protagonista que no deberíamos subestimar.
Cómo sentarte correctamente sobre tus isquiones
Encontrar la postura correcta comienza por reconocer la ubicación de los isquiones. Una forma sencilla de hacerlo es sentarse en una silla sin acolchado, colocar las manos bajo los glúteos y mover el tronco ligeramente hacia adelante y hacia atrás. Notarás dos puntos duros que se mueven: esos son tus isquiones. La idea es que, al retirar las manos, logres mantener el peso equilibrado justo sobre ellos, ni demasiado adelante ni demasiado atrás.

Una vez localizados, el siguiente paso es asegurarse de que el resto del cuerpo acompaña esa base. La pelvis debe colocarse en posición neutra, sin bascular hacia atrás (lo que hace que la espalda se encorve) ni exageradamente hacia adelante (lo que genera rigidez en la zona lumbar). La sensación al sentarte correctamente sobre los isquiones es de equilibrio: no hay presión en la parte baja de la espalda ni esfuerzo excesivo en mantener el tronco erguido.
Cuando la postura es la adecuada, el cuerpo puede mantenerse en ella durante más tiempo sin generar tensión. Los hombros caen naturalmente, el cuello se alinea con la columna y la respiración se vuelve más libre. Sentarte bien no implica forzar una postura rígida, sino permitir que tu estructura ósea —especialmente los isquiones— hagan su trabajo de soporte. Este pequeño ajuste puede transformar completamente tu día a día, sobre todo si pasas muchas horas sentado.