La psicóloga Inma Puig explica por qué nos gusta tanto sentirnos reconocidos
Darlo es una forma de cuidar, de crear bienestar y de construir un entorno donde las personas puedan sentirse vistas

Reconocimiento | Canva pro
En uno de los inspiradores vídeos de BBVA Aprendemos Juntos, la psicóloga clínica Inma Puig reflexiona sobre una de las emociones más poderosas, universales y, a menudo, más descuidadas: el reconocimiento. En ¿Por qué nos gusta tanto sentirnos reconocidos?, Puig nos invita a mirar con atención la manera en que nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos, recordándonos que dar reconocimiento en las dosis adecuadas es una forma profunda de cuidar.
«El ser humano necesita el reconocimiento como el aire que respira», afirma Puig. Su frase, tan contundente como reveladora, sintetiza una verdad que trasciende edades, culturas y contextos: todos, sin excepción, necesitamos sentirnos vistos, escuchados y valorados. Pero, como matiza la experta, lo que cambia de una persona a otra es la dosis. Hay quienes necesitan ser escuchados con frecuencia, otros que se conforman con una mirada o un gesto, algunos que precisan una palabra de aliento constante y otros que se bastan con un simple «bien hecho».
El reconocimiento como base del cuidado emocional
Esta diversidad, explica Puig, no altera la esencia del mensaje: el reconocimiento es una de las bases del cuidado emocional. En sus palabras, es una necesidad tan vital que podríamos casi asegurar que somos adictos al reconocimiento. Cuando alguien valora nuestro esfuerzo, nuestra amabilidad o nuestro talento, sentimos una satisfacción inmediata, una especie de plenitud que nos impulsa a seguir esforzándonos, a buscar nuevos retos y, en definitiva, a seguir siendo reconocidos. El reconocimiento actúa como un refuerzo positivo. Nos recuerda que nuestros actos tienen sentido y que formamos parte de una red humana donde ser vistos es tan importante como ver al otro. Esa mirada o palabra validante no solo alimenta la autoestima, también fortalece la cohesión emocional en cualquier grupo o relación.
Puig: «Somos poco generosos para reconocer a los demás»
Sin embargo, esta aparente «adicción» tiene un matiz que Puig destaca con preocupación: lo poco generosos que somos a la hora de reconocer a los demás. En nuestra vida cotidiana, ya sea con la pareja, los hijos, los amigos o los compañeros de trabajo, tendemos a centrar la atención en lo que no funciona. «Si alguien hace cien cosas, de las cuales noventa están bien y diez mal, lo habitual es que señalemos las diez que hace mal», subraya la psicóloga.

Pensamos en lo que nos gusta, en lo que admiramos, pero rara vez lo decimos. En cambio, cuando algo nos disgusta, no dudamos en expresarlo. «Decimos ‘esto no se hace así’, ‘esto podría hacerse de otra manera’, pero pocas veces verbalizamos un ‘qué bien lo haces’ o un ‘me gusta cómo lo haces’» lamenta Puig. Este comportamiento, aparentemente inofensivo, erosiona la confianza y la motivación de quienes nos rodean. Y lo más paradójico, apunta la psicóloga, es que el reconocimiento es gratuito. No cuesta nada darlo, pero su ausencia puede salir muy cara en términos emocionales.
Reconocer es valorar al otro
El reconocimiento, lejos de ser un halago vacío, es una forma de conexión humana. Al reconocer al otro, le estamos diciendo: «te veo, te valoro, tu existencia importa». Esa validación fortalece los vínculos y alimenta la autoestima, tanto del que recibe como del que da. En un mundo acelerado y exigente, donde las comparaciones son constantes y el perfeccionismo se ha convertido en norma, el reconocimiento actúa como un bálsamo emocional. Nos recuerda que no somos máquinas de rendimiento, sino seres humanos con necesidad de afecto, validación y sentido de pertenencia. Además, Puig nos invita a una reflexión más íntima: ¿cómo reconocemos a los demás y cómo nos reconocemos a nosotros mismos? Porque el reconocimiento no solo se dirige hacia fuera. Aprender a celebrar nuestros propios logros, por pequeños que sean, también es una forma de autocuidado. Nos ayuda a mantener la motivación y a construir una relación más amable con nosotros mismos.
Un gesto sencillo que puede cambiarlo todo
El reto, según Inma Puig, está en darle la vuelta a ese hábito tan extendido de guardar el reconocimiento y repartir críticas. Se trata de un cambio de mirada: pasar del juicio a la gratitud, del silencio al elogio sincero. Decir «me gusta cómo lo haces», «te admiro por esto», «me haces sentir bien cuando estás» no debilita, sino que fortalece los lazos afectivos y mejora el clima emocional en cualquier entorno, ya sea familiar, laboral o social. La psicóloga nos recuerda que reconocer no es halagar por halagar, sino cuidar desde la autenticidad. Dar reconocimiento no nos resta, nos multiplica. Nos humaniza. Y quizás, si nos atreviéramos a expresar más lo que admiramos en los demás, descubriríamos que también recibimos más reconocimiento a cambio.