El hábito sedentario cotidiano que aumenta el riesgo de sufrir demencia, según un estudio
Diez horas diarias sentados es una cifra fácil de alcanzar en una sociedad donde el trabajo de oficina va en aumento

Un hombre mayor con el teléfono móvil. | ©Freepik.
El sedentarismo es un viejo conocido. No hace falta ser experto en salud para intuir que pasar demasiadas horas sentado no puede ser bueno. Sin embargo, como sucede con los enemigos silenciosos, su peligro no siempre se manifiesta de forma evidente. Es discreto, cómodo y, por momentos, hasta necesario, pero va debilitando poco a poco los cimientos de nuestro bienestar. Algo que, incluso, puede suceder con un hábito sedentario tan cotidiano con el que la demencia acecha.
Esta amenaza se hace especialmente visible en las sociedades occidentales, donde la transformación de los entornos laborales ha desplazado la actividad física del día a día. Oficinas, pantallas, tareas automatizadas y jornadas que apenas exigen movimiento. Mientras creemos estar protegidos por el confort de la vida moderna, nuestro cuerpo empieza a resentirse en segundo plano.
Y no se trata solo de un impacto físico. Tras esa rutina inofensiva que encadena horas frente al ordenador y otras tantas en el sofá, se esconde un riesgo neurológico inquietante. Investigadores han identificado un hábito cotidiano, aparentemente banal, que puede estar contribuyendo de forma directa al desarrollo de enfermedades tan graves como la demencia. Una llamada de atención que no conviene ignorar en ningún momento, aunque parezca trivial.
Estar sentado más de 10 horas al día aumenta el riesgo de demencia
El estudio, publicado en JAMA Network Open, ha sido realizado por investigadores de la Universidad de South California. Analizando los datos de más de 49.000 personas mayores de 60 años del Biobanco del Reino Unido, los expertos han observado que quienes pasaban más de diez horas sentados cada día mostraban un riesgo significativamente mayor de desarrollar demencia, independientemente de otros factores como el nivel de actividad física o el estado de salud general.
Los participantes fueron monitorizados mediante dispositivos durante un periodo medio de seis años. A lo largo de ese tiempo, los investigadores pudieron determinar que pasar más de diez horas diarias sentado aumentaba en un 8% el riesgo de sufrir demencia. La cifra se incrementaba aún más cuando el tiempo sedentario superaba las doce horas. Lo sorprendente es que el riesgo no se limitaba a quienes no hacían ejercicio: incluso quienes practicaban deporte en otros momentos del día no quedaban exentos si acumulaban muchas horas de sedentarismo. Una realidad ante la que conviene comprender cuándo tenemos este tipo de hábitos.
Aunque diez horas puedan parecer una cifra exagerada, en realidad no lo es tanto si se piensa en un día laboral típico. Ocho horas de trabajo en una oficina, más el tiempo de desplazamiento, comidas y ocio pasivo, pueden fácilmente superar ese umbral. El hallazgo pone de manifiesto que no basta con compensar con una hora de ejercicio: el problema está en el hábito sedentario como tal, y en cómo se distribuye el tiempo a lo largo del día. Por eso, no conviene olvidar que este hábito sedentario cotidiano abre camino a la demencia.
Por este motivo, conviene también que el tiempo que se pueda pasar practicando el sedentarismo, se aproveche con tareas estimulantes cognitivamente. Aprender idiomas, tocar un instrumento musical, ejercitar la memoria a través de la lectura… Es decir, elevar el nivel de actividad y no limitándonos a un ejercicio pasivo, como recomienda la Universidad de Harvard.
Qué otros factores aumentan el riesgo de demencia
Además del sedentarismo, existen múltiples factores que influyen en la aparición de la demencia. Uno de los más relevantes es la inactividad física prolongada, que no solo afecta a la salud cardiovascular, sino también al cerebro. El movimiento regular mejora la circulación sanguínea, estimula la neurogénesis y favorece la plasticidad cerebral, procesos clave para mantener la función cognitiva en buen estado con el paso de los años. Algo de lo que hemos hablado a menudo en THE OBJECTIVE, así como los caminos para mantener una buena salud cerebral.

La genética también desempeña un papel importante. Aunque no es un destino irreversible, algunas personas tienen una predisposición hereditaria que las hace más vulnerables a desarrollar enfermedades neurodegenerativas. Sin embargo, los expertos coinciden en que los hábitos de vida pueden influir de forma notable incluso en estos casos. Mantener un estilo de vida saludable, activo y variado puede retrasar o incluso prevenir el deterioro cognitivo. Razón por la que poner coto a este hábito sedentario que invoca a la demencia, y que no solo se debe corregir con detalles puntuales.
Otros elementos que intervienen en este proceso son la alimentación y el sueño. Dietas ricas en azúcares refinados y grasas saturadas están asociadas con un mayor riesgo de padecer demencia. Por su parte, la falta de descanso reparador puede interferir en los mecanismos de limpieza del cerebro durante la noche. De este modo, el hábito sedentario, combinado con otros malos hábitos como una dieta desequilibrada o un sueño de mala calidad, compone un cóctel peligroso para la salud mental a largo plazo.
