Cuanto más mayor eres, más cambia el esperma: así afecta a la descendencia
La edad con las que nos planteamos la paternidad puede tener más cambios de los que a priori creeríamos

Un hombre en la consulta del médico. | ©Freepik.
Tendemos a pensar que el ADN que heredamos de nuestros padres permanece intacto durante toda nuestra vida. Sin embargo, la realidad es que nuestro propio código genético sufre alteraciones a lo largo del tiempo, como si el paso de los años también dejara una huella en nuestra información más íntima. Las mutaciones genéticas no son cosa de ciencia ficción, ni un suceso excepcional: ocurren de forma natural, silenciosa y continua dentro de nuestro organismo. Este fenómeno no solo afecta al funcionamiento de nuestras células, sino que también puede modificar la genética que transmitimos a nuestros hijos. Es decir, los genes que dejamos en herencia no siempre son los mismos que recibimos al nacer. Por eso, hay ciertas mutaciones genéticas claves en nuestro esperma.
El estudio, llevado a cabo por investigadores del Wellcome Sanger Institute y el King’s College de Londres, revela que el esperma de los hombres mayores contiene más mutaciones genéticas que el de los hombres jóvenes. Estas alteraciones no solo aumentan en cantidad, sino que algunas de ellas presentan un comportamiento preocupante: favorecen su propia propagación dentro del organismo. Esto significa que ciertos espermatozoides portan mutaciones que les otorgan ventaja frente a otros, lo que incrementa las probabilidades de que esas modificaciones lleguen a la descendencia. Se trata de una constatación científica con implicaciones relevantes para la salud reproductiva y el riesgo de enfermedades hereditarias.
Cómo la edad importa en la fertilidad más allá de la movilidad o la calidad del semen
Este descubrimiento refuerza una idea que poco a poco va ganando terreno: la edad del padre también importa, y mucho, en la transmisión genética. Hasta hace poco, el foco de atención recaía casi exclusivamente en la edad materna como factor de riesgo en la salud del futuro bebé. Ahora, sabemos que la contribución genética paterna no es estática ni neutra con el paso del tiempo. A medida que un hombre envejece, su esperma, del que ya hemos hablado antes en THE OBJECTIVE, no solo disminuye en cantidad o movilidad, sino que también sufre transformaciones moleculares de calado. El resultado es que concebir a edades avanzadas puede acarrear más riesgos de lo que se pensaba, incluso si el hombre goza de buena salud general.
Cómo funcionan las mutaciones genéticas
No compartimos nuestra genética del mismo modo que la recibimos. Durante toda nuestra vida se van produciendo cambios en ese ADN totalmente normales. De hecho, estas mutaciones genéticas no dejan de ser pequeñas alteraciones en la secuencia del ADN que pueden surgir de muchas maneras. En condiciones normales, cada vez que una célula se divide, copia su material genético para transmitirlo a las nuevas células.
Durante este proceso, a veces se producen errores, como si el copista cometiera fallos al transcribir un manuscrito. En algunos casos, esos errores son inocuos o se corrigen automáticamente, pero en otros permanecen y se replican. Con el paso del tiempo, estas pequeñas fallas se van acumulando, lo que explica que los organismos envejezcan también a nivel genético. Nuestro ADN, por tanto, está en constante evolución, incluso dentro de nuestro propio cuerpo.
Además de los fallos aleatorios en la replicación celular, hay otros factores que pueden favorecer las mutaciones genéticas. La exposición a agentes externos como la radiación ultravioleta, ciertas sustancias químicas o incluso el tabaco puede alterar la estructura del ADN. También el estrés celular, derivado de procesos inflamatorios crónicos o infecciones, puede contribuir a que surjan cambios genéticos en determinadas células. Muchas de estas mutaciones pasan desapercibidas, porque ocurren en células que no se reproducen o que no forman parte de las líneas germinales. Pero cuando las mutaciones aparecen en las células encargadas de la reproducción —como los espermatozoides—, el asunto adquiere otra dimensión.
Una transmisión genética que varía con los años: cómo funciona la reparación del ADN
El cuerpo humano, aunque asombrosamente complejo, no es infalible a nivel genético. El sistema de reparación del ADN puede corregir una parte de los errores, pero no todos. Algunas mutaciones logran persistir, sobre todo si no afectan de forma inmediata a la supervivencia celular. A medida que envejecemos, el equilibrio entre el daño genético y su reparación se vuelve más precario. Esto significa que en los tejidos reproductivos, como los testículos, también se acumulan alteraciones genéticas con la edad. De ahí que el esperma de un hombre mayor no contenga exactamente la misma información genética que tenía cuando era joven. Razón por la que importa qué dejamos en herencia y de por qué son relevantes las mutaciones genéticas en el esperma.
Qué sucede con el esperma cuanto más mayores somos
El estudio publicado en la revista Nature analizó 81 muestras de esperma procedentes de 57 hombres sanos de entre 24 y 75 años. Gracias a una técnica de análisis genético de alta resolución llamada NanoSeq, los investigadores pudieron observar con detalle las mutaciones presentes en el ADN de los espermatozoides. La primera conclusión fue clara: las mutaciones aumentan de forma progresiva con la edad. Mientras que solo un 2% del esperma de los hombres de treinta años presentaba mutaciones potencialmente perjudiciales, este porcentaje se elevaba hasta el 4,5% en los hombres de setenta. La edad, por tanto, actúa como un factor acumulativo en la aparición de alteraciones genéticas en el semen.

Una de las revelaciones más sorprendentes del estudio fue la identificación de lo que los investigadores han denominado mutaciones egoístas. Estas mutaciones no solo aparecen con mayor frecuencia en hombres mayores, sino que también otorgan a las células que las portan una ventaja reproductiva dentro del propio testículo. Al replicarse más rápido que otras células, acaban imponiéndose y aumentando su presencia en el esperma total.
El tiempo, un factor diferencial dentro de las mutaciones genéticas
Muchas de estas mutaciones genéticas en el esperma están asociadas a trastornos del desarrollo o a distintos tipos de cáncer. Aunque no todas llegarán necesariamente a la descendencia, su sola presencia eleva el riesgo genético para las futuras generaciones. De hecho, no es un tema completamente novedoso, pues ya había hipótesis previas que advertían de esta realidad.
El equipo logró identificar hasta 40 genes alterados por estas mutaciones con capacidad de expandirse en el sistema reproductivo masculino. Este dato es clave para futuras investigaciones que busquen establecer vínculos entre mutaciones específicas y enfermedades hereditarias concretas. A largo plazo, este tipo de estudios permitirá afinar el consejo genético y mejorar la planificación reproductiva, especialmente en padres de edad avanzada. Por ahora, lo que sí sabemos es que concebir más tarde en la vida puede implicar una mayor probabilidad de transmitir alteraciones genéticas. Y aunque la mayoría de los bebés nacen sanos, el riesgo no es inexistente. La edad del padre, en definitiva, ha dejado de ser un dato irrelevante.
