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Lo que los dientes de un castor nos podrían enseñar sobre odontología en el futuro

Nadie dice que tengamos que comer ramas, pero sí comprobar los misterios detrás de esa poderosa dentición

Lo que los dientes de un castor nos podrían enseñar sobre odontología en el futuro

Un castor. | ©Freepik.

Pocas dentaduras hay más fuertes en la naturaleza que las de los castores. Independientemente de su procedencia, estos animales son conocidos mundialmente por una habilidad que los hace únicos: son capaces de construir presas y diques en los ríos, utilizando únicamente la madera que ellos mismos talan con sus portentosos incisivos. Lo sorprendente es que estos dientes no solo son capaces de cortar troncos como si fueran mantequilla, sino que tampoco se desgastan con el tiempo ni desarrollan caries.

La dentición de los castores es uno de esos misterios evolutivos que parecen diseñados para maravillar a científicos y curiosos por igual. No solo poseen una resistencia y eficacia impresionantes, sino que sus dientes están en constante crecimiento y renovación. Este proceso continuo evita que sufran los problemas dentales que afectan a otros mamíferos, incluidos los humanos. La consecuencia es clara: un castor nunca está mellado. Tampoco lo están sus parientes roedores, como el ratón o el conejo, quienes comparten este sistema de recambio natural.

Este fenómeno ha despertado el interés de investigadores de la Universidad de Northwestern (Estados Unidos), quienes han querido ir más allá de la curiosidad biológica. El objetivo de su estudio: comprender por qué los dientes de los castores son tan resistentes, cómo logran evitar la caries sin cepillarse ni utilizar flúor, y qué pistas podría ofrecer la naturaleza para mejorar la salud dental humana en el futuro. Algo de lo que hemos hablado ya previamente en THE OBJECTIVE.

La dentadura del castor, un milagro evolutivo

La dentadura del castor es, en efecto, una joya de la evolución. Como buen roedor, posee cuatro incisivos prominentes –dos en la mandíbula superior y dos en la inferior– que son su principal herramienta de supervivencia. Estos dientes, que nunca dejan de crecer, se afilan de forma natural con el uso constante. El castor los emplea para roer madera, cavar túneles, cortar ramas y construir sus hábitats. Cada uno de estos usos somete la dentadura a una fricción intensa, lo que explica por qué necesita estar en constante renovación.

Lo interesante no es solo la forma ni el crecimiento continuo, sino su composición. Mientras que el esmalte humano es blanco y relativamente frágil frente a los ácidos, los dientes del castor presentan un color marrón-rojizo debido a la presencia de hierro. Esta pigmentación no es meramente estética. Según el estudio de Northwestern, el hierro que recubre el esmalte lo hace mucho más resistente tanto a la presión mecánica como a los ácidos que provocan caries.

Además, sus dientes están compuestos por una estructura interna de nanohilos de hidroxiapatita –el mismo mineral que forma el esmalte humano– pero con una diferencia clave: el material amorfo que rodea estos nanohilos está enriquecido con minerales como el hierro y el magnesio. Esta capa periférica, aunque representa una pequeña fracción del esmalte, resulta esencial para reforzar la resistencia del diente a la disolución ácida y al desgaste. En otras palabras, lo que protege los dientes del castor no es el núcleo, sino la corteza química que lo rodea.

El ejemplo del castor para enfrentarse a la caries

La caries es una de las enfermedades más comunes en todo el mundo. Se estima que entre el 60 y el 90 % de los niños, y prácticamente el 100 % de los adultos, la han padecido o la padecerán en algún momento. Aunque a menudo se considera un problema menor, tiene un coste enorme tanto para la salud pública como para la economía. Solo en Estados Unidos, se gastan más de 100.000 millones de dólares al año en tratamientos dentales, siendo las caries una de las causas principales.

El esmalte dental, pese a ser el material más duro de nuestro cuerpo, tiene una desventaja crítica: no se regenera. Una vez que se pierde por desgaste o por la acción de los ácidos bacterianos, la estructura del diente queda comprometida de forma irreversible. Por eso la prevención es tan importante, y por eso los tratamientos con flúor son hoy por hoy la mejor defensa conocida. Sin embargo, el estudio de Northwestern sugiere que podríamos ir más allá de esta estrategia.

El hallazgo tras los dientes del castor

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El estudio ha comprobado que parte de la composición dental del esmalte del castor incluye minerales como hierro y magnesio. ©Freepik.

Gracias a avanzadas técnicas de imagen a nivel atómico, los investigadores han descubierto que la verdadera resistencia del esmalte no depende solo de los nanohilos de hidroxiapatita, sino del material que los envuelve. En el caso de los humanos, este material contiene magnesio. Pero en los castores, contiene hierro, lo que incrementa notablemente la dureza y la resistencia al ácido. Este hallazgo es revolucionario, porque señala una vía posible para mejorar nuestra protección dental: modificar o reforzar esta capa externa con minerales específicos, en lo que los investigadores llaman ingeniería de los límites de grano.

La idea no es replicar exactamente los dientes del castor, sino inspirarse en su química para mejorar nuestros tratamientos actuales. El esmalte de los castores no es estructuralmente diferente del humano, pero sí químicamente distinto. Esta diferencia, aunque pequeña, puede marcar un antes y un después en la lucha contra la caries. En lugar de centrarnos solo en endurecer el esmalte con flúor, podríamos estudiar formas de enriquecerlo con otros minerales que refuercen su integridad desde la periferia. La naturaleza ya nos ha dado una pista. Solo falta que la ciencia la siga.

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