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Los cuatro grandes enemigos de tus dientes si tienes más de 40 años

Los vicios, el sedentarismo y algunas enfermedades concomitantes que podamos tener están detrás del ‘au revoir’ a nuestras piezas dentales

Los cuatro grandes enemigos de tus dientes si tienes más de 40 años

Un hombre maduro en la clínica del dentista. | ©Freepik.

A las bocas les pasa como a las madres: no hay más que una. Por eso es bastante conveniente que a lo largo de toda nuestra vida las cuidemos en la medida de lo posible para que nos duren mucho, mucho tiempo. Más allá de la comparativa, la realidad es que desde que sale la dentición definitiva sobre los 10 años, vamos a necesitar el resto de nuestra vida los mismos dientes.

Luego habrá ese pequeño cambio de las muelas del juicio, que la mayoría de los casos van a ser inútiles y se van a extraer, pero al final nos vamos a jugar a las castañas de nuestro futuro con apenas 28 piezas, distribuidas entre incisivos, caninos, premolares y molares. Razón por la que conviene mimarlos en la medida de lo posible para que no nos den problemas a medida que envejecemos, una parte fundamental de nuestra vida en la que los dientes sufren más de la cuenta.

No nos pilla por sorpresa. Es evidente que los problemas de calcio que nos suelen afligir a partir de los 40 o 50 años se convierten en un terreno minado para cuidar de nuestra salud dental. Por desgracia, no son los únicos enemigos más allá de la cuarentena que van a amenazar el bienestar de nuestros dientes de forma cotidiana. De hecho, conviene tener en cuenta ciertos datos para comprobar que el bienestar bucodental no va de farol a medida que envejecemos.

Según datos del Atlas de la Salud Bucodental en España, editado por el Consejo General de Dentistas, «la caries ocupa en nuestro país la primera posición respecto a otras enfermedades comunes con 35 millones de personas afectadas», con datos alarmantes desde la más tierna infancia donde un 35% de los menores de edad ya las presentan. El porcentaje es similar en los adolescentes, pero en los adultos jóvenes se dispara hasta un 94% de la población. Ya en la tercera edad, el Atlas avala que todo el mundo ha sufrido caries en su vida y el número de dientes afectados se sitúa en un promedio de 15. Datos preocupantes sin duda.

Sin embargo, no es la caries la única razón por la que nuestros dientes deben echarse a temblar, sobre todo a partir de la madurez. Nuestros hábitos de vida, incluyendo vicios, alimentación e incluso sedentarismo pueden cobrarse factura en forma de piezas dentales a medida que nos vamos haciendo mayores. De hecho, ciertas enfermedades concomitantes también pueden guardar relación con la caída de dientes.

Los enemigos de la caída de dientes más allá de los 40 años

Un hombre ve una radiografía de su boca en una clínica odontológica.
A partir de los 40 años, ciertos cambios pueden venir aparejados de problemas dentales. ©Freepik

Vamos a dar por supuesto que todo el mundo tiene una higiene dental lo más completa posible e incluso acude al dentista al menos una vez al año para revisar de forma periódica su boca. La primera parte de la ecuación significa utilizar el cepillo de dientes, el hilo dental, los colutorios e incluso el irrigador bucal. La segunda parte exige un compromiso con nuestra boca para que podamos atajar a tiempo cualquier problema que pueda surgir. Aún así, hay factores que siguen siendo una amenaza perpetua. Es obvio que una mala higiene oral va a ser el primer paso, pero no será el único problema.

Gingivitis y periodontitis

Es cierto que la caries está detrás de la pérdida dental, pero no se queda atrás tanto la gingivitis, de la que ya te hemos hablando en THE OBJECTIVE, como de la periodontitis. En cualquier caso, ambas son enfermedades de las encías siendo la primera el estadio inicial de esta enfermedad en la que suele haber una inflamación gingival severa.

Si no se corrige esa inflamación, muchas veces desencadenada por la presencia de diferentes bacterias (suelen necesitarse tratamiento antibiótico para ponerle remedio) llega al extremo de convertirse en una gingivitis, debilitando a tal nivel las encías que los dientes pueden incluso llegar a moverse y caer. Aunque se solía pensar que esto era debido al simple envejecimiento, la realidad es que depende bastante más de una mala higiene dental que de la edad.

Hábitos tóxicos

Resulta bastante evidente colegir que los hábitos tóxicos nunca le van a venir bien a nuestra boca. Entre los más comunes a partir de los 40 años hemos de citar tanto el tabaco como el alcohol. En el caso del primero, aparte de teñir los dientes, también contribuye a generar una gran sequedad bucal y a reducir la cantidad de saliva que segregamos, lo que acaba favoreciendo la proliferación de placa bacteriana y los riesgos añadidos que esto supone. También el hecho de llenar de humo nuestra boca va aparejado a una menor irrigación sanguínea de las encías y el tejido bucodental, motivo que lastra la correcta regeneración de estas partes blandas.

Un hombre mayor comprueba el molde de una dentadura postiza en el dentista.
El uso de prótesis también puede favorecer la caída de piezas dentales. ©Freepik

También es el caso del alcohol, del que ya te hemos hablado en ocasiones para explicar los malos ratos que hace pasar a nuestra boca y que en este caso vuelve a suponer algo parecido a lo que sucede con el tabaco: deshidrata y reduce la cantidad de saliva y por tanto favorece que la placa bacteriana tenga una alfombra roja puesta sobre nuestras encías, boca, lengua y dientes.

A ello se suma una evidencia perentoria: cuando consumimos alcohol, ya sean destilados o fermentados, es bastante posible que no lo estemos haciendo dentro de una comida y por tanto no tengamos el cepillo de dientes a mano. Esto lo único que va a significar es que los alcoholes llenos de azúcares que estemos consumiendo acaben depositándose en nuestros dientes y convirtiéndose en el banquete que las bacterias necesitaban para atiborrarse a costa de nuestra boca.

Enfermedades concomitantes

Una mujer acude a la consulta de un médico
Ciertas enfermedades de la madurez como la menopausia también afectarían a este tipo de problemas. ©Freepik

Hay factores que no podemos evitar o, en la medida de lo posible, son inherentes a cierto grado de envejecimiento. La diabetes, aunque no es una enfermedad exclusiva de la madurez, si es cierto que empieza a ser mucho más abundante y aparecer con más frecuencia a partir de los 45 o 50 años.El problema es que las concentraciones de glucosa (azúcar) en sangre a las que está vinculada la diabetes puede suponer problemas por los cuales la salud dental gingival empeore, incluso llegando al caso de significar pérdidas dentales.

Tampoco las mujeres se libran de este factor cuando la temida menopausia aparece. El descenso en la producción de estas hormonas va aparejada una serie de modificaciones que también afectan al tejido gingival, a la mucosa bucal e incluso al propio hueso que sustenta los dientes, igual que sucede con la osteoporosis, por lo que además de perder el color en los dientes es bastante posible que se altere su forma e incluso se pierdan piezas.

Un hombre joven pone pasta de dientes sobre un cepillo.
Siempre es conveniente no descuidar la higiene bucal. ©Freepik

Es bastante relevante mencionar al osteoporosis en torno a esta concomitancia porque existe una conexión directa entre la mandíbula y la pérdida de tejido óseo y propios dientes. Cuando no hay unos dientes que estimulen a una mandíbula saludable, vamos menguando esa cantidad de hueso, razón por la que también nuestros dientes se pueden caer más a menudo al no encontrar ese ‘jardín fértil’ en el que ubicarse.

Sarcopenia

Un hombre de mediana edad se toca los dientes
En casos muy avanzados, la sarcopenia puede jugar un papel fundamental para entender la pérdida de piezas dentales. ©Freepik

Tanto monta o monta tanto. No sé sabe a ciencia cierta qué lleva a cada cosa, pero la realidad es que varios estudios avalan la correlación entre pérdida de dientes y sarcopenia, una afección que se caracteriza por la pérdida de masa, fuerza y funcionamiento de los músculos en los adultos mayores. Debilidad, problemas de equilibrio, caídas, rotura de hueso y ciertas lesiones graves que se van solapando a medida que envejecemos y que igualmente se pueden vincular a una falta de ejercicio y a un deterioro de la masa muscular.

Es cierto que es una patología que afecta sobre todo más allá de los 65 años, pero conviene tener en cuenta que vamos a crear un círculo vicioso si dejamos de hacer ejercicio, dejamos de comer y por extensión empezamos a estar menos nutridos y motivados como para permitir que nuestros dientes puedan beneficiarse de una correcta salud general. Es decir, comemos menos porque hay problemas dentales que nos incomodan y por tanto sentimos una mayor debilidad que, a medio y largo plazo, puede suponer pérdida de piezas debido a ese estado general.

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