THE OBJECTIVE
Lifestyle

Higiene dental: siete errores habituales más allá de cepillarse los dientes mal

El cepillo no lo es todo, sino el principio de una tarea que puede hacernos mucho bien ahora y en el futuro

Higiene dental: siete errores habituales más allá de cepillarse los dientes mal

Un cepillo de dientes con pasta y una mano elevando un pulgar. | ©Freepik.

Hay un riesgo en nuestra higiene dental y en nuestra salud oral más que cotidiano al que no solemos dar importancia: pensar que con cepillarse los dientes está todo hecho. Aunque hemos aprendido mucho sobre cómo cuidarnos los dientes y de la relevancia de estos, no solo para tareas tan elementales como comer, sino por las enfermedades que llevan aparejadas, sigue habiendo errores que aún hoy cometemos.

No hablamos ya de no cepillarse los dientes —damos por sentado que esto es de Primero de Higiene Dental— o de evitar ciertos alimentos o productos que son magníficos enemigos de nuestra salud oral como pueden ser los dulces, los productos azucarados, las bebidas carbonatadas, el alcohol o el café.

No todo han de ser líquidos, y no todos nos ofenden por el mismo camino, pues algunos serán adalides de los dientes manchados y otros serán elementos cariogénicos de primer orden. Lo que sí les iguala es que una mala higiene dental, además de ser un riesgo para la salud más allá de lo meramente oral, está teñido de una infinidad de patologías a las que poner freno.

Nombres como gingivitis, sarro, periodontitis, caída de piezas, caries, xerostomía o mal aliento (halitosis) forman parte de esa alineación inicial que lastra nuestra higiene dental y, como incidimos, no todo se soluciona con cepillarse los dientes. Además, no solo se trata de que el cepillo no sea la única herramienta, sino de cómo utilizamos el resto de herramientas.

Hay nombres que han ido abriéndose igual paso en nuestros armarios del baño como la seda dental, los colutorios, los cepillos interdentales, los raspadores de lengua o los irrigadores bucales. Sabemos que hay una colección de ellos importante y que no siempre cabrán todos en nuestro lavabo, pero siempre será mejor que ellos tengan cabida a que sea un territorio acotado para cremas hidratantes y cosméticos.

De hecho, parte de esta ingrata película está también en identificar enemigos cotidianos que quizá no tengan la mala fama que los anteriormente mencionados, pero que puedan hacer también bastante daño. Incluso puede suceder con frutas y hortalizas tan amables como los tomates, las naranjas, las fresas, bayas y otros frutos del bosque.

Higiene dental: seis enemigos cotidianos de la salud oral

El tiempo que tardamos en cepillarnos los dientes —o el tiempo que tardamos entre comer y que los cepillamos—; la forma de dejar de lado a ciertas partes de nuestra boca; utilizar mal los colutorios o pensar que el cepillo de dientes tiene que ser un compañero para toda la vida —literalmente— solo son la punta de este iceberg.

De hecho, la mayor parte de riesgos de la salud oral van asociados al mal uso antes que a la no utilización. Adquirir estos hábitos correctamente no lleva tanto tiempo —sobre todo en niños pequeños— y es la mejor herramienta para que en el futuro las bocas luzcan sanas y saludables.

La vida útil de tu cepillo de dientes

Un cepillo de dientes o un cabezal de cepillo eléctrico tiene una vida útil de unos tres o cuatro meses. Las cerdas se desgastan, pierden vigor y, sobre todo, van convirtiéndose en un riesgo potencial de humedad o bacterias, especialmente si están mal conservados. Pero no solo eso, también importa que el cepillo de dientes esté adaptado a nuestras necesidades y no hablamos solo de una cuestión de tamaño.

Puede que nuestros dientes sean especialmente sensibles y no necesitemos cerdas muy duras o podría pasar lo contrario. Lo que sí es cierto es que ni debemos ser agresivos con el esmalte ni tampoco hacer más presión de la cuenta sobre las encías. PD: que éstas sangren tras cada cepillado es un motivo de consulta odontológica, no es una señal de que nuestra boca se esté energizando.

Los colutorios no son la panacea

Un hombre y una mujer en albornoz blanco. Ella con un cepillo de dientes y él con un colutorio o enjuague bucal.

Los enjuagues bucales o los colutorios, ya sean de venta libre o sean aconsejados por nuestros odontólogos, no valen por igual a todas las personas, pues deben ser recomendados por alguien que conozca nuestra boca y nuestras necesidades. De nada vale que a nuestro vecino le fuera bien una determinada marca y que se convierta en nuestro prescriptor, pues las necesidades son diferentes.

Más allá de eso, es evidente que el colutorio, sea del tipo que sea, es un complemento de la salud oral y de la higiene dental, no el protagonista (partiendo de que la gran protagonista debe ser la profilaxis). Por ello, simplemente enjuagarse la boca con un colutorio tras comer no garantiza la total limpieza bucal. Tampoco es una buena idea diluir los colutorios —salvo los que así lo indiquen—, pues podrían perder efectividad.

Por cierto, aparte de no ser la panacea, tampoco los colutorios se deben utilizar a discreción. Un par de veces al día son suficientes, una por la mañana tras el desayuno y otra por la noche, tras la cena o antes de ir a dormir, pues durante el descanso nocturno reducimos nuestra secreción de saliva y las bacterias pueden tener vía libre para sus fechorías. Por este motivo es conveniente que una de las administraciones de estos enjuagues sea por la noche.

Con un chicle me vale

Más de lo mismo que en el caso anterior, sobre todo con errores como cuando comemos en el trabajo o fuera de casa. Es cierto que mascar ciertos tipos de chicles sin azúcar y con xilitol podrían combatir la placa bacteriana, además de favorecer la secreción de saliva y así paliar parte de los efectos de no cepillarnos los dientes, pero no es suficiente.

Poca molestia supone tener a mano un cepillo de dientes en el trabajo o utilizarlo nada más volver a casa, aunque haya pasado un buen rato desde que comimos. No será lo mismo que haberlo hecho al poco de hacerlo de comer, pero siempre será mejor que prescindir de este paso fundamental.

Enjuagarse y escupir

Es una costumbre bastante extendida la de enjuagarse con agua tras cepillarse los dientes o utilizar el colutorio y, justo después, escupir o gargarizar ese agua. Pero no por costumbre deja de ser un error, pues lo único que vamos a conseguir es prescindir de los principios activos o ventajas que podrían tener los dentífricos, pastas dentales o colutorios, ya que los expulsamos al escupir.

No solo los escupiríamos, sino que no habríamos dado tiempo a que causen su efecto en nuestra boca, pues vamos a diluirlos con el agua que estamos expulsando, así que nada de utilizar un colutorio, llenar el buche de agua y desprendernos de ella al instante pues será como no haber usado el colutorio.

Descuidar la lengua

Primer plano de un hombre sacando la lengua.

Cada lengua es un mundo y de hecho hay ciertas patologías que son más o menos inofensivas como la lengua geográfica, la lengua escrotal —no es lo que parece— o la lengua fisurada, cuyos relieves papilares son más acusados, teniendo casi la apariencia de un mapa y que además suponen una mayor acumulación de residuos.

Aunque nuestra lengua sea totalmente lisa, sigue ocupando un gran porcentaje de nuestra boca y se merece como el que más una buena limpieza lingual. Ha de ser suave, realizarse desde dentro hacia afuera y pasando el raspador lingual por toda la superficie de ésta, lo que permitirá tener una lengua sana y saludable, combatir el mal aliento y mostrarse lisa, rosada y humedecida. De lo contrario serán malas noticias para tu lengua.

La precaución de los espacios interdentales

Una mujer aprende a utilizar seda dental, clave en la higiene dental.

Son muchas las personas, incluso las que se han sometido a ortodoncias y a alineamientos dentales que aún así presentan espacios interdentales donde los restos de comida se almacenan. Es muy habitual que suceda, sobre todo con productos especialmente fibrosos como pueden ser los embutidos, el jamón o ciertas proteínas, convirtiéndose estos desechos en el festín que la placa bacteriana necesita para crecer.

Para ‘barrer’ con ellos hay varias fórmulas como pueden ser los irrigadores bucales (recomendamos consultar con nuestro odontólogo antes de comprarlo), que tienen una potencia modulable aunque no son del todo fáciles de utilizar, o también los pequeños cepillos interdentales que pueden venirnos bien —especialmente si estamos fuera de casa—, la seda dental o los arcos dentales.

Cepillarse los dientes justo después de comer

Un hombre, una mujer y una niña se cepillan los dientes frente al espejo.

A veces no se trata de dar el último bocado a nuestra comida y salir corriendo al baño para cepillarnos los dientes. Huelga decir que no se trata de dejar a nuestra pobre boca a la intemperie durante horas, esperando por una higiene dental que se haga de rogar y que al final pueda suponer perjuicios para nuestra salud oral.

Sin embargo, dar algunos minutos —diez son suficientes— entre terminar la comida y cepillarnos los dientes es una buena idea para recuperar el nivel de secreción de saliva que nos ayude con su función antibacteriana y antiséptica. Además, si hemos consumido productos especialmente ácidos, es conveniente enjuagar la boca con un poco de agua para limitar su presencia. De lo contrario, corremos el riesgo de extenderlos por la superficie dental y dañar el esmalte por el poder abrasivo y erosivo que tienen.

También te puede interesar
Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D