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Esta es la temperatura óptima a la que deberías dormir para descansar bien

La dictadura del termostato, del edredón y de dormir con tu pareja puede convertir una noche plácida en una tortura subida de grados

Esta es la temperatura óptima a la que deberías dormir para descansar bien

Una mujer descansa contenta en una cama | ©Freepik.

Si hay algo que nuestro organismo y nuestro cuerpo aprecia en esta vida es la homogeneidad. Animal de costumbres donde los haya, el ser humano consiguió a través de la evolución poder regular su temperatura corporal, razón por la que también es bastante importante para nuestro descanso y nuestro bienestar que el termómetro nos respete en la cama.

Sin embargo, tanto el otoño como el invierno, además de la primavera o el verano, se suelen empeñar en molestar nuestro descanso nocturno y acabará amargándonos por exceso o por defecto para que no durmamos bien. Es evidente que los problemas de una y otra estación son bien diferentes, pero por unos motivos o por otros siempre acaban torpedeando nuestro sueño. En el caso del verano, es bastante claro que las altas temperaturas nos hacen movernos en la cama y acabar propiciando lo que se conoce como estrés térmico nocturno como ya te explicamos en THE OBJECTIVE, uno de los motivos por los que solemos descansar mal durante las vacaciones.

En el otro rincón, como si de un combate de boxeo se tratase, el otoño y el invierno se dedican a bloquearnos para que tampoco durmamos a voluntad durante los meses de frío. En este caso, los culpables suelen ser una temperatura inadecuada de la habitación en la que dormimos, que acaba generando que de nuevo por exceso o por defecto, tengamos o mucho frío o mucho calor.

No obstante, el peor drama de intentar dormir bien en invierno está en que a primera hora de la noche tenemos una temperatura aceptable y a última hora es probable que tengamos frío, sobre todo dependiendo del tipo de sistema de calefacción que tengamos en nuestros hogares. Pasarnos con el termostato, la manta, el pijama o incluso dormir con nuestra pareja puede hacer que descansar en invierno sea una quimera. Lo mismo que si recurrimos al aire acondicionado o al ventilador en los meses de verano.

Cómo influye la temperatura en nuestro descanso

Una mujer abrigada con una manta se calienta con un radiador.
Mucho frío o demasiado calor influyen de manera notable en nuestro descanso nocturno. ©Freepik.

Antes de tener claro a cuántos grados debería estar nuestra habitación o dormitorio para dormir bien, primero debemos comprender un poquito cómo funciona el cuerpo humano. En este sentido, nuestro cuerpo se autorregula (termogénesis), que es lo que nos permite adaptarnos y dar a entender desde el cerebro en qué momento del día estamos y qué debemos hacer.

Por así decirlo, el cuerpo humano tiene una función de reposo (como pasan los ordenadores) donde gasta menos energía y donde se ponen un cierto modo de ahorro para poder descansar. Esto es lo que se conoce también como ritmos circadianos, sucediendo cada periodo de 24 horas para regir nuestro termómetro interno.

Esto significa que nuestro cuerpo baja su temperatura en el momento en que nos vamos a dormir y continúa enfriándose durante varias horas hasta el punto de despertarse al día siguiente. Cuando nos enfriamos, nuestros vasos sanguíneos se dilatan y empezamos a perder grados a través de la piel. Motivo por el que también notamos que manos o pies se enfrían más de la cuenta por la noche. Sin embargo, cuando dormimos con mucho calor o mucho frío, nuestro cuerpo no se habitúa a ese cambio y por tanto se producen pequeños desfases en el descanso.

Una mujer controla la temperatura del aire acondicionado con un mando.
Los termostatos y el aire acondicionado son una buena herramienta para controlar los grados de la habitación. ©Freepik.

De hecho, puedes plantearte la pregunta de otro modo: ¿qué es mejor, dormir en invierno o en verano? O lo que es lo mismo, ¿es más fácil hacerlo con frío o con calor? Curiosamente ambas diatribas nos martirizan. Pegar ojo con calor demasiado altas empeora las ondas cortas del sueño y también la fase REM. Sin embargo, aunque hacerlo con frío no afecta a los ciclos del sueño, sí que dificulta el hecho de dormirse (además de otros aspectos de nuestra salud).

Además, como resulta evidente, no solo la temperatura va a jugar una baza fundamental para conseguir un buen descanso nocturno. Hemos de tener claro que necesitamos una higiene del sueño que pase por prescindir de teléfonos y pantallas a última hora del día, por no comer demasiado o irnos a dormir con el estómago lleno, no consumir alcohol antes de irnos a la cama o no realizar un ejercicio demasiado intenso por la noche.

Cuál es la temperatura óptima de la habitación para dormir bien

Una mujer se tapa la cabeza con una almohada en la cama
Es igual de complejo conciliar el sueño cómo mantenerlo. ©Freepik.

Es curioso enfrentarse a este dilema sobre temperaturas porque no solo se trata de encontrar el grado exacto (o más o menos exacto) para conseguir conciliar el sueño, sino también para mantenerlo durante toda la noche. No vale de nada que tengamos una temperatura perfecta para coger el sueño, pero sin embargo nos moleste a lo largo de la noche y nos despierte.

Por fortuna, ambos dilemas coexisten y realmente es igual de apropiada la primera opción con la segunda, razón por la que se estima que la temperatura idónea para ambos casos está situada entre los 18 ºC y los 19 ºC. Aun así, tampoco hace falta convertirse en talibanes del termómetro y estar pendiente de cada décima, pues desde Sleep Foundation explican que este rango puede ir entre los 15’6 a los 19’4, siempre que estemos hablando de la escala Celsius.

Seguramente el problema sea cómo alcanzar esa temperatura y qué está en nuestra mano para hacerlo, lo cual no siempre es fácil si no contamos con cierta ayuda tecnológica como puede ser el aire acondicionado o la calefacción en cualquiera de sus formas. Por eso, algunas de las pautas más habituales, dependiendo de la estación del año de la que hablemos, son las siguientes.

  • Utilizar las ventanas para refrigerar o descargar de calor el ambiente.
  • Programar los termostatos de calefacciones para minimizar el calor nocturno.
  • Recuperar la costumbre del agua caliente por la noche en bolsas o botellas.
  • Controlar la humedad de la estancia.
  • Utilizar una ropa de cama adecuada para cada estación, ya sean colchones, edredones, sábanas o almohadas.
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