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Qué es el sisu, la fuerza de voluntad finlandesa para superar las adversidades y de dónde viene

Hacer de la necesidad virtud y resiliencia es una de las claves de este modus vivendi escandinavo

Qué es el sisu, la fuerza de voluntad finlandesa para superar las adversidades y de dónde viene

Una mujer corriendo. | ©Freepik.

En una sociedad como la nuestra, en la que se habla cada vez más de resiliencia como una virtud deseable, se repite con frecuencia la idea de que hay que saber mantenerse firme ante la adversidad. Esta actitud, cercana a las filosofías estoicas, parece especialmente valorada en épocas de bienestar generalizado, cuando las crisis se viven como excepciones. Sin embargo, enfrentarse al dolor o al fracaso con determinación no siempre es tan sencillo como nos gustaría pensar.

Mientras en muchos lugares de Europa se teoriza sobre la fortaleza mental o el autocuidado como estrategias de resistencia personal, en Finlandia han logrado transformar la mera supervivencia en una forma de cultura. Allí, la perseverancia se ha convertido en un emblema nacional, con un término que condensa esta actitud vital: sisu. No se trata solo de resistir o aguantar, sino de seguir adelante cuando parece imposible. Esa cualidad, profundamente arraigada en la identidad del país, intriga tanto a los investigadores locales como a los extranjeros.

El sisu en Finlandia no es una moda pasajera ni un lema motivacional. Es un principio vital que atraviesa generaciones y circunstancias, desde las guerras del siglo XX hasta los retos cotidianos de hoy. Para muchos finlandeses, esta fuerza silenciosa es lo que les ha permitido no solo resistir, sino también construir una sociedad que figura entre las más estables, igualitarias y felices del mundo. Algo que ha llevado a intentar entender el porqué de este constructo social.

El origen del sisu

La palabra sisu proviene del término finlandés para entrañas o intestinos, una metáfora de esa energía que nace del interior más profundo. No es casual que este concepto haya echado raíces en un país así. Curtido por inviernos son largos, paisajes bellamente hostiles y una historia reciente llena de calamidades. Marcada por la lucha por la independencia y la supervivencia frente a potencias extranjeras.

En el siglo XVIII, el obispo Daniel Juslenius ya recogía el término en su diccionario como el lugar del cuerpo donde residen las emociones intensas. No obstante, fue en el siglo XX, tras la independencia de Rusia en 1917 y especialmente durante la Guerra de Invierno (1939–1940), cuando el sisu se consolidó como símbolo nacional. A pesar de ser superado en número y armamento, el ejército finlandés resistió la invasión soviética con una determinación que asombró al mundo. El diario The New York Times publicó entonces un artículo titulado Sisu: una palabra que explica Finlandia.

Desde entonces, el sisu ha impregnado el relato colectivo finlandés, proyectándose tanto en la política como en el deporte o la cultura popular. Se ha interpretado como una forma de cohesión social que ayudó a forjar la identidad de una nación joven y endurecida por el frío. Para los historiadores, este concepto fue crucial para explicar cómo resistieron. De hecho, también cómo lograron avanzar sin perder el norte moral ni el sentido de comunidad. Algo de lo que hemos hablado en otras ocasiones en THE OBJECTIVE para avanzar sobre esa resiliencia.

En qué consiste el sisu

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El sisu apuesta por una resiliencia frente a la adversidad, marcada por las condiciones de vida finlandesas. ©Freepik.

A diferencia de otras filosofías nórdicas como el hygge danés (centrado en la comodidad y el bienestar) o el lagom sueco (basado en el equilibrio), el sisu no busca la armonía sino el empuje. No es una receta para la felicidad, sino una herramienta para enfrentar los momentos más duros. Emilia Lahti, investigadora del tema, lo define como «una segunda corriente de fuerza interna» que aparece cuando ya crees que no puedes más, pero aun así continúas.

No debe confundirse con la simple obstinación ni con el orgullo de no rendirse. Aunque puede tener un lado oscuro —quienes lo llevan al extremo pueden negar sus límites o rechazar pedir ayuda—, Lahti subraya que el verdadero sisu se equilibra con compasión y autoconocimiento. No se trata de resistir sin más, sino de hacerlo con sentido y conciencia, sin arrastrar a los demás en el camino.

Practicar el sisu no implica escalar el Everest como hizo Veikka Gustafsson —otro símbolo nacional—, sino empezar por lo cotidiano. Es enfrentarse a un día difícil sin ceder al desánimo, seguir estudiando tras un suspenso, o cuidar de alguien cuando ya no quedan fuerzas. Es una forma de decirse a uno mismo: «No sé cómo, pero seguiré». En un mundo que a menudo nos empuja a buscar soluciones rápidas, esta filosofía nos recuerda que la fuerza real surge cuando no hay más remedio que resistir y crecer a pesar de todo.

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