Dueños con sobrepeso, perros gordos: cómo tus hábitos de vida afectan a la obesidad canina
Nuestras mascotas pueden pagar el peaje de nuestro sedentarismo de una forma clara, pero silenciosa

Una mujer se hace una foto con su perro. | ©Freepik.
A menudo se dice que la cara es el espejo del alma. Lo que quizá no se repite tanto es que nuestro cuerpo, nuestros hábitos y hasta nuestra forma de movernos pueden reflejarse también en quienes conviven con nosotros. Y si hablamos de reflejos de nuestro día a día, nuestros perros, más que ningún otro ser, actúan como espejos vivientes de nuestras rutinas. Aquí, la gran dependencia que los perros tienen con sus dueños puede acabar desembocando en obesidad canina si no le ponemos remedio.
Más allá del afecto y la compañía que nos ofrecen, los perros absorben parte de nuestras costumbres. Comparten nuestro ritmo de vida, nuestros horarios, incluso nuestras pausas. Así, si llevamos una vida activa y dinámica, ellos suelen beneficiarse. Pero si caemos en el sedentarismo y ganamos peso, es muy probable que ellos también acaben cargando con esos kilos de más.
Aunque a primera vista parezca una exageración, lo cierto es que la ciencia lo avala. Investigaciones recientes han confirmado que existe una clara correlación entre el estado físico de los propietarios y el de sus mascotas. No se trata solo de genética ni de la raza del perro, sino del entorno que compartimos, de nuestras decisiones cotidianas y de cómo estas pueden repercutir directamente en la salud de nuestro animal.
Por eso, a la hora de adoptar o adquirir un perro, si somos conscientes de que nuestro ritmo de vida no es activo, es importante comprender que hay razas que necesitan una gran actividad física o que pueden coger peso muy fácilmente. En este sentido, razas como los pugs, los beagles o los golden retriever suelen tener una mayor predisposición al sobrepeso.
Los perros, una oportunidad para movernos más

Tener un perro no es solo asumir una responsabilidad. También puede ser la mejor excusa para levantarse del sofá, calzarse unas zapatillas y salir a la calle. Pasear al perro no es una tarea rutinaria más: es una oportunidad diaria para movernos, para romper con la inercia del sedentarismo y, de paso, para airear cuerpo y mente. Esta actividad puede marcar una diferencia significativa en nuestra salud física y emocional. Al mismo tiempo, además, supone una buena forma de combatir la obesidad canina.
Estudios científicos han constatado que las personas que sacan regularmente a pasear a sus perros caminan más y durante más tiempo que aquellas que no tienen mascotas. Esta actividad, lejos de ser una simple obligación, puede convertirse en un hábito saludable con beneficios a corto y largo plazo. Caminar mejora la circulación, reduce el estrés, ayuda a mantener un peso adecuado y favorece un mejor descanso nocturno.
Además, los paseos con perros no solo aportan beneficios físicos. También pueden ser una puerta hacia una vida social más activa. En los parques, en las aceras, en los caminos rurales… los encuentros con otros dueños y otros perros facilitan la conversación, el intercambio y el sentimiento de pertenencia. En resumen, nuestros perros pueden convertirse en auténticos aliados para mejorar nuestra calidad de vida y romper con la rutina.
La obesidad canina: una letra pequeña en la vida de las mascotas
Pero esta historia tiene otra cara, menos amable y que muchas veces ignoramos. Una investigación publicada en Frontiers in Veterinary Science revela que los propietarios con sobrepeso tienen más probabilidades de tener perros con obesidad. No es casualidad: los hábitos sedentarios, las dietas desequilibradas y la falta de actividad física afectan tanto al humano como al animal. Al fin y al cabo, ellos dependen de nosotros para moverse, para alimentarse y para establecer rutinas. Algo de lo que te hemos hablado en THE OBJECTIVE más de una vez.
Del mismo modo, conviene hablar con nuestro veterinario para mantener al día la salud de nuestro perro y comprobar su peso y sus analíticas, siendo conscientes de los riesgos que supone la obesidad canina para nuestros peludos amigos. Uno de los errores más comunes es tratar al perro como si fuera un humano más en casa. Le damos comida «porque nos mira con pena», le ofrecemos sobras de nuestra mesa o ajustamos sus raciones a lo que nos parece una cantidad justa, sin tener en cuenta su tamaño, raza o nivel de actividad. Además, si salimos menos, ellos también se mueven menos, lo que acaba creando un círculo vicioso difícil de romper. Poco ejercicio y exceso de calorías son la receta perfecta para la obesidad canina.
Para evitar esta situación, es importante asumir que el bienestar de nuestro perro está íntimamente ligado al nuestro. Podemos establecer rutinas de paseo más largas, incorporar pequeños juegos o ejercicios en casa y, sobre todo, vigilar lo que comen. Consultar con un veterinario cuál es la dieta más adecuada para nuestro animal según su peso y nivel de actividad es clave. Y, por supuesto, si mejoramos nuestros propios hábitos, ellos también lo agradecerán.