Las calorías del café del verano: cómo puede hacernos engordar un 'iced coffee'
El problema no va a llegar por el protagonista principal, sino por sus posibles compañeros de viaje

Café.
Con la llegada del calor, una de las pocas ideas que menos apetecen es la de tomar un café humeante. El simple pensamiento de una taza caliente puede hacernos sudar antes de haberla probado. En su lugar, los cafés fríos, los iced latte y otros preparados helados se convierten en una alternativa refrescante para desayunos, sobremesas o incluso como opción de merienda. La tentación de algo fresco, con sabor y energía, gana protagonismo en nuestros hábitos de consumo veraniegos. Sobre todo si tenemos en cuenta que engordar y café no suelen ir de la mano… pero no es oro todo lo que reluce.
El universo de los cafés fríos ha crecido notablemente en los últimos años, y no se limita solo al café. Entran también en juego los tés helados, las infusiones frías y los populares iced latte, que mezclan café, leche o bebida vegetal y hielo. Aunque el objetivo parece ser hidratarse mientras se disfruta del sabor del café o del té, la forma en la que los preparamos puede dar lugar a una ingesta calórica inesperada. El matiz refrescante y aparentemente ligero puede enmascarar una carga considerable de azúcares añadidos o grasas.
Por eso, no todo lo que se presenta como un café frío es inofensivo para nuestra alimentación. A veces, lo que parece una bebida ligera puede transformarse en una bomba calórica si no estamos atentos a sus ingredientes. Conocer lo que realmente lleva nuestro café frío es fundamental para disfrutarlo con cabeza. Analizar qué estamos tomando es más importante de lo que parece si no queremos que una costumbre veraniega acabe desequilibrando nuestra dieta. En este sentido, conviene repasar las claves nutricionales de estos productos y entender cómo pequeñas decisiones pueden marcar grandes diferencias y cómo sí engordar y café pueden ir a la par.
El patrón nutricional de los iced latte y los cafés fríos
En su forma más básica, el café frío no supone un aporte calórico significativo. Ya sea un café con hielo, un cold brew o incluso un iced coffee latte sin añadidos, el contenido energético es bajo. El café en sí apenas contiene calorías, y cuando se le añade solo agua o hielo, el valor calórico se mantiene prácticamente nulo. Incluso si se incorpora una pequeña cantidad de leche o bebida vegetal, el impacto nutricional sigue siendo limitado. Algo de lo que ya te hemos hablado en THE OBJECTIVE.

En el caso de los iced latte, la preparación estándar incluye café espresso, leche y hielo. Si se emplean proporciones moderadas de leche entera, semidesnatada o vegetal sin azúcar, el resultado es una bebida equilibrada. Por ejemplo, una taza o vaso de 240 ml de iced coffee latte con leche semidesnatada puede rondar las 70 kcal, lo que lo convierte en una opción razonable para una pausa a media mañana o una merienda. El problema no está en la bebida en sí, sino en los complementos que a menudo se le añaden.
Lo mismo ocurre con los cafés infusionados en frío, como el cold brew, cuya ventaja es que tienen un sabor más suave y menos acidez, lo que permite prescindir de azúcar o leche. Son opciones interesantes para quienes buscan una bebida refrescante, con sabor y baja en calorías. El inconveniente llega cuando se modifican estas recetas con ingredientes que elevan su densidad energética sin que siempre seamos conscientes de ello. No obstante, insistimos: el café no nos hace engordar. Lo que nos subirá de peso sería, evidentemente, la forma de aliñarlo.
Cómo pueden subir las calorías los cafés fríos
El principal riesgo nutricional aparece cuando decidimos tunear nuestro café frío con otros ingredientes. El helado, la nata, las cremas de leche o los siropes son extras frecuentes que pueden multiplicar por tres o cuatro las calorías de la bebida original. Un iced latte que inicialmente tenía menos de 100 kcal puede convertirse fácilmente en una bebida de más de 300 kcal, algo que equivale a un postre completo o incluso a una pequeña comida.
Estos añadidos también suelen aportar azúcares y grasas saturadas, que conviene consumir con moderación. De hecho, hay estudios realizados en Estados Unidos que han corroborado el aumento de peso con la adición de azúcares o grasas y otros trabajos sobre los añadidos que se pueden encontrar en determinados cafés.
Los siropes aromatizados —vainilla, caramelo, avellana— son una de las principales fuentes ocultas de azúcar en los cafés fríos comerciales. Un solo chorrito puede añadir entre 30 y 50 kcal, y lo habitual es usar varios. Lo mismo ocurre con las bebidas que llevan topping de nata montada, que además de aumentar las calorías, incorporan grasas saturadas. A esto se suma que, al tratarse de bebidas frías y dulces, suelen consumirse de forma rápida, lo que puede llevarnos a repetir sin darnos cuenta. Aquí, como ya comprobamos, café y engordar puede ser una relación más clara de la cuenta.
Además, hay que tener presente que estos cafés fríos contienen cafeína. Las personas con sensibilidad a esta sustancia pueden notar efectos secundarios como nerviosismo, insomnio o aceleración del ritmo cardíaco. Por eso, no se recomienda su consumo a partir de media tarde, especialmente si se han tomado otras fuentes de cafeína durante el día.
En estos casos, elegir versiones descafeinadas o infusiones frías sin teína puede ser más adecuado. De hecho, este matiz es relevante cuando preparamos té frío, como refresco, y descuidamos el contenido en teína que pueden tener. Por eso, conviene no normalizar como refresco las bebidas con estimulantes y priorizar en su lugar la ingesta de agua o de bebidas sin azúcares ni otros estimulantes.