Beber agua con gas podría cambiar tu digestión en minutos, según la nutricionista Blanca García
Sus burbujas no solo hidratan, también hacen que beber agua se sienta como un pequeño momento de placer

Agua con gas | Canva pro
¿Sabías que algo tan simple como cambiar el agua normal por agua con gas podría tener efectos visibles en tu cuerpo en cuestión de minutos? No se trata de un truco milagroso ni de un suplemento extraño, sino de una bebida que probablemente ya tengas en tu nevera. Desde mejorar la digestión hasta ayudar a sentirte más ligero después de las comidas, las burbujas del agua carbonatada están empezando a ganar fama por motivos que van más allá de su frescura y su estilo.
No debemos confundir el agua con gas con soda, gaseosa o tónica. Cada una tiene características propias: la soda añade sales de sodio o potasio, la tónica incorpora azúcar y quinina, y la gaseosa, aunque se asemeja al agua con gas, suele contener azúcares o edulcorantes. El agua con gas, por su parte, mantiene su pureza, ligereza y transparencia, lo que explica su creciente popularidad y la preferencia de quienes buscan hidratarse de forma sana y elegante. Desde THE OBJECTIVE te contamos todo lo que necesitas saber sobre cómo esta bebida puede convertirse en tu aliada diaria.
¿Qué hace especial al agua con gas?
Al final del día, el agua con gas no es más que agua mineral con dióxido de carbono, explica Blanca García, nutricionista. Sus burbujas no solo aportan una sensación refrescante, sino que podrían influir directamente en la digestión. Aunque suele contener minerales como calcio, sodio o magnesio, estos no difieren significativamente de los que aporta el agua sin gas. La diferencia real está en la carbonatación, que puede ser natural del manantial o añadida durante el embotellado. Esa efervescencia hace que cada sorbo se sienta distinto, más ligero y con un toque de sofisticación que muchos disfrutan en su rutina diaria.

«Si eres de los que sufre hinchazón después de las comidas, esta podría ser la solución inesperada», señala García. Estudios indican que las burbujas de la carbonatación pueden estimular la secreción de ácidos gástricos, esenciales para digerir los alimentos. Tomar un vaso pequeño antes de una comida copiosa podría facilitar la digestión y reducir la sensación de pesadez, pero con moderación: un exceso podría provocar precisamente lo contrario, aumentando la hinchazón. En otras palabras, el agua con gas puede convertirse en tu aliada secreta para disfrutar de tus platos favoritos sin el malestar posterior.
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Mitos que no resisten la burbuja
Existen muchos mitos alrededor del agua con gas. Uno de los más extendidos es que puede elevar la presión arterial. La realidad es que esto solo sería cierto si el agua contiene un alto nivel de sodio, por lo que la clave está en elegir una versión baja en este mineral, es decir, con menos de 20 mg por litro. Otro mito persistente es que beber agua con gas provoca osteoporosis. Este error proviene de la confusión con refrescos carbonatados que contienen ácido fosfórico. El agua con gas, en cambio, no contiene este componente, por lo que no afecta la salud ósea. Además, al ser cero calorías y libre de azúcares o aditivos, se posiciona como una alternativa saludable frente a refrescos y otras bebidas procesadas.
¿Puede ayudar a controlar el peso?
Aunque no es un remedio milagroso para adelgazar, el agua con gas puede tener un efecto interesante: la sensación de saciedad. Algunos estudios señalan que beberla antes o durante las comidas podría reducir ligeramente el apetito, ayudando a controlar la cantidad de alimentos ingeridos. Eso sí, no sustituye una dieta equilibrada ni ejercicio regular, pero sí es un aliado sin calorías ni riesgos añadidos. Más allá de la salud, el agua con gas se ha convertido en un símbolo de estilo de vida. Aparece en fotos de brunches, en mesas de restaurantes de moda y en las rutinas diarias de quienes cuidan su alimentación sin renunciar al placer de beber algo distinto. Su burbujeo no solo hidrata, sino que también aporta un pequeño momento de placer sensorial, una especie de ritual que transforma la simple acción de beber agua en una experiencia.