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Sexualidad

Los hombres confiesan el momento exacto en el que dejaron de sentir atracción por su pareja

El desencanto en las relaciones no sucede de la noche a la mañana, y varios varones han dado buena cuenta de ello

Los hombres confiesan el momento exacto en el que dejaron de sentir atracción por su pareja

Un hombre disgustado

Las parejas ya no son para toda la vida o, mejor dicho, no todas. Los datos así lo demuestran: este 2023, en España se divorciaron 92.344 matrimonios.

¿Y cómo son las personas que se divorcian? Pues el mayor número de divorcios se produce en las parejas de 40 a 49 años –seguidos de las parejas de 50 a 59 años y las de 30 a 39 años–. Sin embargo, llama la atención el total de personas que se separa a partir de los 60 años —hace casi una década, los divorcios de parejas cuyos cónyuges habían cumplido seis décadas de vida suponían el 17,9% del total de las rupturas; actualmente, este número ronda ya el 28%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE)—.

Aunque la gente sigue divorciándose, no obstante, aguanta mucho junta. De hecho, según la última estadística del INE, la duración media de los matrimonios en España es de 16,5 años —y el 30% de los divorcios se producen tras 20 años de matrimonio—.

Sin embargo, antes de decir el adiós definitivo, suceden cosas en las relaciones, como que uno de sus miembros deja de sentir atracción por su esposa.

Testimonios de hombres que cuentan el momento exacto en el que dejaron de sentir atracción por sus parejas

En muchas ocasiones, una pareja se divorcia porque ya no le gusta o no reconoce a su pareja. En un estudio de 2003, los participantes respondieron a una pregunta abierta sobre por qué se separaron. Alrededor del 8% de las personas dijo que se desvinculó de su pareja, que tomaron tanta distancia que ya apenas se conocían. Y también es normal. Después de 16,5 años (la media que duran los matrimonios en España), la gente va cambiando, y el marido o la mujer con la que te casaste ya poco se parece al que te enamoró décadas atrás. O se crece juntos y se arreglan los problemas y se mantiene la chispa, o la cosa acaba en divorcio.

Pues esto es lo que les sucede a muchos hombres, con quienes la famosa terapeuta sexual Tracey Cox ha hablado para que confiesen el momento en el que dejaron de sentir atracción por sus esposas:

  • Cuando sus humillaciones se volvieron demasiado habituales. Una de las razones es que los varones se sienten menospreciados. Cox aporta este testimonio de un varón: «Nos divertíamos juntos y tuvimos mucho sexo al principio. Pero claramente no he estado a la altura de las expectativas. Doce años después, su apodo para mí es ‘estúpido’ y le resulta divertido menospreciarme delante de sus amigos. Ella destrozó mi autoestima y no hemos tenido relaciones sexuales en años. Me asustaría si ella me lo sugiriera ahora: sería algún truco, alguna forma de humillarme de nuevo».
  • Cuando ella engordó mucho: «Ha engordado tanto que ha acabado con cualquier deseo que alguna vez haya tenido por ella. Una noche entré al dormitorio y la encontré acostada en la cama con ropa interior de encaje, tratando de lucir sexy, y fue el peor momento de mi vida. (…) Me sentí avergonzado por ella y enojado porque no esperaba que pasara por alto el enorme aumento de peso».
Un hombre preocupado en la cama con su pareja
Un hombre preocupado en la cama con su pareja
  • Cuando me di cuenta de que odiaba mi pene: «Estaba bromeando mientras lavábamos los platos y me saqué el pene en broma. La expresión de su rostro me hizo polvo. Parecía horrorizada y disgustada. (…) Al ver su nariz arrugarse con disgusto al ver mis genitales… eso acabó conmigo».
  • Cuando ella dejó de arreglarse: «Mi esposa era sexy y lo sabía. Usaba jeans ajustados con botas altas, tiene unos pechos y un trasero estupendos, y los lucía. Pero cuando cumplió 40 todo cambió. Aumentó unos cuantos kilos (lo que solo la ha hecho más sexy a mis ojos, pero ella lo odia) y la ropa se ha vuelto más holgada y desaliñada. Le digo todo el tiempo lo hermosa que es, pero nada cambia. Me da vergüenza cuando salimos con otras parejas. (…) Se cortó el pelo y dejó de maquillarse. Si está haciendo todo esto para que deje de querer tener sexo con ella, está funcionando».
  • Cuando se convirtió en una vaga: «Un día la vi recostada en el sofá durante 12 horas seguidas, viendo una mierda en la televisión. Solo se levantó entremedias para picar comida basura. No le interesa nada más que ver patéticas comedias románticas; no le importa el estado del mundo, no tiene visión política ni conversación. Preparo todas las comidas y hago todas las tareas del hogar y ella nunca me agradece nada. El sexo disminuyó hace años, pero ahora la idea de tocarla me repugna».
  • Cuando me di cuenta de que ella no disfrutaba el sexo en absoluto: «Cuando ella me estaba masturbando de pronto vi su cara en el espejo y me di cuenta de que no le gustaba nada. Tenía un aspecto sombrío, como si fuese una tarea que quisiera que terminara lo antes posible. Y cuando tenemos relaciones sexuales ni siquiera finge que le gusta. Es como si me estuviera masturbando dentro de ella, no haciendo el amor con alguien que me desea. Ahora hago bricolaje la mayor parte del tiempo».
Un hombre despierto en la cama
  • Cuando llegó nuestro perro: «En el momento en que trajo un cachorro a casa, su atención pasó de mí al perro. Su vida se ha adaptado para cubrir todas sus necesidades. Solíamos hacer el amor por la mañana los fines de semana, pero ahora se levanta a pasear al animal. Cuando le pido que vuelva a la cama, sube al perro a la cama con nosotros. (…) Si el perro está en el suelo, nos mira fijamente, lo cual es totalmente desagradable, pero ella se niega a dejarlo afuera. Suena mezquino, y también me gusta el perro, pero ha destruido nuestra vida sexual».

En fin, una serie de confesiones un tanto cuestionables pero que nos alumbran una realidad de la que pocos se atreven a hablar abiertamente: la pérdida del deseo de ellos y los primeros pasos para un divorcio anunciado. La próxima semana, en THE OBJECTIVE, contaremos lo mismo pero desde el punto de vista de las mujeres, que también hay tela que cortar…

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