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Viajes

El único pueblo de Extremadura donde aún se habla portugués

Este lugar no es solo un simple pueblo, sino una memoria viva de la Península Ibérica, cargada de historia

El único pueblo de Extremadura donde aún se habla portugués

Vista de Olivenza (Badajoz) | Turismo de Extremadura

En la provincia de Badajoz, en pleno corazón de Extremadura, existe un rincón donde las fronteras no solo se marcan en el mapa, sino que se viven en la lengua y las tradiciones cotidianas. Olivenza, el único pueblo de la región donde aún se habla portugués, es un testimonio vivo de una historia compartida y una identidad que trasciende las divisiones políticas. Allí, el portugués no es un idioma extranjero, sino el latido cultural que conecta a sus habitantes con siglos de convivencia entre España y Portugal.

Nació como una aldea castellana, pero fue en manos portuguesas donde floreció como villa fortificada. Desde 1297, con el Tratado de Alcañices, hasta 1801, tras la Guerra de las Naranjas, esta localidad perteneció a Portugal. Fue durante este periodo cuando recibió los privilegios y el trazado urbano que aún conserva. La convivencia entre culturas dejó huella: apellidos luso-extremeños en los buzones, placas de cerámica con los nombres de las calles en portugués y castellano, y un castellano salpicado de acentos y palabras portuguesas que los mayores pronuncian con nostalgia y orgullo.

Aunque España controla de facto Olivenza desde 1801, Portugal nunca ha reconocido oficialmente la anexión. En el Tratado de Viena de 1815, los portugueses reclamaron su devolución, sin éxito, y desde entonces se ha mantenido una suerte de ambigüedad diplomática. De hecho, en algunos mapas oficiales portugueses, Olivenza sigue figurando como parte de su territorio. Sin embargo, esta disputa ha quedado en el plano simbólico y nunca ha impedido la buena relación entre ambos países ni el desarrollo de la localidad.

Monumentos que son Patrimonio Histórico

Recorrer Olivenza es adentrarse en un cruce de caminos histórico que habla de su pasado luso-español a través de sus monumentos más emblemáticos:

  • El castillo templario, con su imponente Torre del Homenaje de 37 metros, ofrece panorámicas únicas de la campiña entre Extremadura y Portugal. Construido inicialmente en el siglo XIII, fue ampliado durante el dominio portugués y sus muros aún evocan las disputas fronterizas que marcaron la región.
  • Muy cerca se encuentra la Iglesia de Santa María del Castillo, que destaca por su retablo de azulejos portugueses del siglo XVIII, una pieza única en España que refleja la riqueza artística portuguesa.
  • La verdadera joya religiosa de Olivenza es la Iglesia de Santa María Magdalena, construida en el siglo XVI y considerada uno de los mejores ejemplos del estilo manuelino portugués, con sus características columnas torsas y la decoración vegetal que remite a la época de los grandes descubrimientos marítimos.
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Si hay un lugar que condensa la doble alma de Olivenza es el Museo Etnográfico González Santana, instalado en el antiguo edificio del Ayuntamiento. Este espacio ofrece un recorrido por la vida rural de la comarca, con objetos cotidianos, trajes tradicionales y una ambientación que permite entender cómo se ha vivido durante siglos en esta zona de transición. Entre sus salas, se aprecian elementos del folclore portugués que convierten la visita en una experiencia intercultural.

Platos extremeños-portugueses

La cocina de Olivenza es un espejo de su historia. Platos como el bacalao dourado, las migas con torreznos o el frite de cordero conviven con recetas más dulces como las téculas méculas, un postre conventual de almendras y yema que resume como pocos la tradición gastronómica compartida. A esto se suman los quesos de oveja curados al estilo portugués, los embutidos ibéricos y el licor de guindas, herencia del Alentejo. Comer en Olivenza es, sin duda, una forma de saborear la frontera.

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Feria del toro de Olivenza

Cada mes de marzo, Olivenza se convierte en el epicentro del mundo taurino con su célebre Feria del Toro. Este evento, considerado el inicio de la temporada taurina en España, atrae a miles de visitantes y figuras del toreo, consolidando a la localidad como un referente nacional. Más allá del espectáculo, la feria es un punto de encuentro social y cultural, donde se mezclan las tradiciones españolas con la hospitalidad portuguesa, en un ambiente festivo que llena de vida sus calles.

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