THE OBJECTIVE
El archivo del buitre

Lo difícil que es reconocer la derrota

¿La ceguera de Ciudadanos y Podemos les lleva a creer que es un mérito reconocer que sus resultados son un desastre cuando no hay otra interpretación?

Tan fácil es ser un mal ganador como difícil es ser un buen perdedor. No es cuestión de hacer leña del árbol caído, pero los buitres no podían evitar sentirse confusos cuando Begoña Villacís daba su discurso de la derrota –el que ella misma definió como el más difícil de su carrera, dado que se quedaba fuera del Ayuntamiento de Madrid- y se ponía una extraña medalla.

¿Es un mérito que un candidato perdedor absoluto reconozca que lo es? 

Es fácil de entender que Ciudadanos, tan obsesionados a lo largo de toda su historia en señalar lo muy diferentes que son a «los partidos tradicionales», les salga la consigna por defecto para reivindicar que ellos sí reconocen cuando pierden, al contrario de lo que hacían los partidos de toda la vida

Quizá alguien debería explicarle a Villacís que la crítica que se hacía sobre los candidatos que no reconocían su derrota de los partidos de siempre hacía referencia al candidato que quedaba segundo en unos comicios y se negaba a reconocer su derrota reivindicando que había subido en votos. O también se aplicaba esa crítica al candidato que ganaba unas elecciones logrando ser la primera fuerza, pero perdía la mayoría absoluta y, por tanto, perdía el Gobierno, y aun sabiendo que no podrían gobernar por la unión de la oposición, se negaban a reconocer la noche electoral que habían perdido. Nunca se aplicó la crítica de decir «no reconoce que ha perdido» a nadie que sacara cero ediles, porque el candidato que con cero escaños se creyera que tenía algo más que nada sólo podría ser un indigente mental. 

Ciudadanos se ha ido, directamente, a cero. Ni tenía subida de votos que reivindicar, ni tenía primera posición que usar. Ha sido una hecatombe. Cuando Villacís pone en valor que «ella sí habla claro al reconocer que han perdido», cabe preguntarse: ¿es que cabía otro discurso ante el destierro político de la alcaldesa decretado por los madrileños?

No es especialmente novedoso, porque los buitres recuerdan bien cuando en las elecciones generales de finales de 2019 sucedió algo parecido también con Ciudadanos. Era con Albert Rivera, ese político que había generado tantas ilusiones a mediados de año como partido de centro bisagra que podría gobernar con PP o PSOE, según el caso, para evitar que la gobernabilidad dependiera de independentistas, cuando los electores le daban ese poder. Pero les escupió a cara porque decidió que ya no quería ser bisagra, sino «líder de la oposición», reemplazando al PP. Los electores respondieron entonces mandándole de la tercera posición a la irrelevancia política y, en respuesta, aquella noche electoral Rivera también jugó a ponerse la misma medalla que en estos comicios se ha puesto Villacís. Y de presumir de que él «sí reconocía que había perdido, no como otros». 

Luis García Montero lideró la lista de Izquierda Unida, y se quedó fuera de la Asamblea de Madrid allá por el año 2015. Entonces compareció humildemente para reconocer su derrota, pero no se le ocurrió meter una coletilla de auto-loa diciendo que «voy a decir algo muy atrevido y valiente: reconozco que hemos perdido». Soltar una obviedad de ese calibre cuando tu partido ha quedado en cero en la institución en las que, hasta la legislatura anterior, estaba representado, y pretender que reconocerlo es un mérito hacerlo sólo puede dejar ojipláticos a los que lo escuchan.

El duque de Suárez tuvo que comprobar con horror en 1991 como su CDS era barrido del mapa, quedando fuera de casi todas las capitales y casi todos los parlamentos autonómicos en los que había logrado representación cuatro años antes. Entendió que su final había llegado, compareció, asumió su responsabilidad y dimitió. Pero no se lo ocurrió iniciar su discurso, ante los 0 concejales en Madrid y los 0 diputados en la Asamblea de Madrid, con la introducción: «Como yo soy diferente voy a admitir que este es un mal resultado». Si se hubiera puesto en ese plan, igual los periodistas le hubieran preguntado si era el inventor de la gasolina.

Tampoco Julio Anguita lo hizo en las municipales de 1999 cuando dimitió tras el hundimiento de Izquierda Unida. Sí jugo un poco a eso Pablo Iglesias, que dio a entender que era un mérito decir que había obtenido un resultado diferente al que esperaba. Y eso que al menos él tenía como consuelo de haber logrado representación, que ya es más de lo que ahora pueden decir los ‘naranjas’.

Diríase que el rollo del discurso de la nueva política al final se trataba de no tener abuela y autoconvencerte del virtuosismo de obviedades. 

Unos han perdido las elecciones, pero otros han perdido su estilo. Pedro Sánchez tiene muchos motivos para su jugada tahúr electoral, pero alguien que pretende ser político gentleman como él podría haber esperado un poco a que se enfriara el cadáver de la marca Podemos.

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