Calvo Hernando: un ‘influencer’ del periodismo científico
Aportó alrededor de un centenar de obras, entre libros, capítulos de libros, artículos en revistas académicas y su tesis doctoral
«Los horizontes que se abren al periodista que divulga la ciencia son apasionantes y prácticamente inagotables». Árbor, 1977: 19
En el campo de la Periodística, disciplina dedicada a construir el conocimiento histórico y epistémico sobre periodismo, Calvo Hernando aportó alrededor de un centenar de obras, entre libros, capítulos de libros, artículos en revistas académicas y su tesis doctoral. Su trabajo, jalonado de publicaciones de referencia, marcó hitos académicos que orientaron a futuros investigadores en la disciplina para conocer los antecedentes y los escenarios posibles para continuar trabajando.
Esto se evidencia hoy día revisando el impacto bibliométrico de su primer libro publicado en 1965, titulado El periodismo científico, que acumula en la actualidad 231 citas, según recoge Google Scholar. Esta herramienta permite conocer si los autores son citados por sus colegas en otras publicaciones de carácter académico, e indica que actualmente se continúa citando esta obra entre quienes publican artículos relacionados con la rama del periodismo dedicada a informar de los avances de la ciencia.
En 1965, Manuel Calvo publicó un artículo titulado Situación, problemas y perspectivas de la divulgación de la ciencia en la revista Árbor. En él planteaba un estado de la divulgación científica en general, así como la necesidad de promover la relación entre ciencia y sociedad. En esa revista publicó trabajos con asiduidad, siendo una de las publicaciones que más recogieron sus propuestas.
Los periodistas científicos deben garantizar la difusión de los conocimientos a la sociedad
De hecho, en el 1977, otro trabajo titulado Ciencia y Periodismo. Los medios informativos pueden ser un factor decisivo en la difusión de los conocimientos promovía la actividad de los periodistas científicos como garantes de la difusión de los conocimientos a la sociedad. Tres años más tarde, en 1980, la revista Árbor publicaría un artículo titulado La comunicación científica, tecnológica y educativa para el decenio 1990 a 2000, en el que hacía una revisión prospectiva sobre la evaluación de la comunicación científica durante la última década del siglo XX.
Además de en esta revista, publicó también en la Revista de estudios políticos (1969), Revista Comunicación y Medios (1983) Boletín de Estudios Económicos (1975), Cuenta y razón (1988), Fundesco: Boletín de la Fundación (1987), Cuadernos de periodistas: revista de la Asociación de la Prensa de Madrid (2006) y así hasta un total de 72 artículos en revistas académicas, según se registra en el portal Dialnet, uno de los mayores portales bibliográficos del mundo, que visibiliza la literatura científica producida en español.
En el año 2000, Calvo Hernando defendía su tesis doctoral titulada La ciencia como material informativo. Relaciones entre el conocimiento y la comunicación en beneficio del individuo y la sociedad, trabajo que concluía que la divulgación de la ciencia era una consecuencia del impacto que la ciencia tenía en las sociedades. Su tesis también fue una de las pioneras en Periodismo y Comunicación de la Ciencia en España. Con ella, el autor cerraba toda una vida dedicada al diseño de taxonomías, clasificaciones, y reflexiones sobre el papel de la ciencia, el periodismo y la divulgación en las sociedades contemporáneas.
El conocimiento científico asequible a un público diverso
Releyendo su amplio legado, Calvo Hernando fue un verdadero visionario que, en los albores de la era digital, comprendió el poder de la comunicación para tender puentes desde la ciencia a la sociedad. Fue un profesional que dedicó su vida y su obra a hacer accesible el conocimiento científico a un público amplio y diverso.
Hemos tenido que cambiar de siglo para entender que, cuando hablamos de la sociedad, debemos hacerlo de forma inclusiva llegando a públicos diversos, minorías, personas vulnerables y con diversidad funcional. Algo que él ya vislumbró en el último cuarto de siglo XX.
Juntos comunicamos mejor: una comunidad de comunicadores científicos
Lo que distinguía a Calvo Hernando era su pasión por fomentar una comunidad de comunicadores científicos. Por ello, promovió que los periodistas especializados en ciencia se unieran y crearan asociaciones que fortalecieran su labor profesional.
La creación de la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico, en 1969, junto con Arístides Bastidas, fue un hito en este sentido, marcando un antes y un después en la forma en que la ciencia se comunicaba en el mundo de iberoamericano.
Unos años después, fundaría en Madrid, la Asociación Española de Periodismo Científico, en 1971, actual Asociación Española de Comunicación Científica (AEC2).
Este año de nacimiento de la asociación española fue clave porque coincidió con la publicación del Real Decreto 2070/1971 del Boletín Oficial del Estado por el que se regularían los estudios de Ciencias de la Información, estableciéndose que las Facultades de Ciencias de la Información podrían impartir enseñanzas correspondientes a Periodismo, Cinematografía, Televisión, Radiodifusión y Publicidad. Es decir, que los estudios de Comunicación se integrarían en el sistema universitario español, y todas las acciones que había realizado Calvo Hernando contribuirían a robustecer la disciplina.
Revisando su extensa bibliografía, hoy día sería evaluado muy positivamente por cualquier agencia de evaluación de la investigación, aunque ese no fuera nunca su objetivo. Ni siquiera lo era influir en la investigación universitaria. Lo que realmente le preocupaba era el trabajo profesional y que la ciencia formara parte de nuestra cultura.
«De este concepto de la ciencia como patrimonio común de la humanidad arranca la misión casi sagrada de la divulgación científica, para poner al alcance la mayoría los conocimientos de la minoría, adquiridos a lo largo de la historia por pequeños grupos de hombres entregados a esta tarea fascinante de medir, contar, describir y explicar la naturaleza». Árbor, 1980: 53-54
Carolina Moreno Castro, Chair professor, Universitat de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.