Diego Armario: «El PSOE ha roto con su historia y con sus convicciones democráticas»
Ha pasado media vida en Radio Nacional de España, delante de un micrófono o metido en un despacho
Nació en Tetuán, cuando todavía era la capital del protectorado de España en Marruecos, y entre sus recuerdos de infancia perduran la convivencia entre diferentes culturas y la leyenda de un abuelo emprendedor, hijo de un pastor gaditano, que fundó un periódico en Larache. Cuenta este veterano periodista, en Fuera de micrófono, lo bien que se lo pasaba en la calle zurrándose con los amigos y la habilidad de su padre, abogado, para disuadirle de que cambiara la Psicología por el Periodismo.
Como muchos compañeros de su generación, vivió la Transición a la democracia con una intensidad desusada. Conoció a un jovencísimo Felipe González antes de que muriera Franco, escribió un libro sobre el PSOE en 1981, un año antes de la victoria electoral de aquellos chicos con ideas socialistas que desfilaron por sus páginas.
Tres décadas después escribió otro, titulado El PSOE en llamas, en el que explicaba la sucesión de Zapatero y la aparición en escena de un tal Sánchez. Si hubiera que buscar un título que enlazara estas dos historias escritas por Diego Armario, tendríamos que subrayar la distancia que separa la euforia del desencanto.
El periodista y escritor, director de Radio Nacional de España desde junio de 1998 a mayo de 2000, estuvo afiliado muchos años a la UGT, pero se dio de baja el día que le nombraron. No tenía mucho sentido compatibilizar el cargo de director con el de enlace sindical. Y menos habiendo sido nombrado por el gobierno de José María Aznar.
Su trayectoria profesional, salvo los años iniciales en la agencia Pyresa y el Diario de Jaén, ha transcurrido en la Casa de la Radio, a la que llegó por oposición en 1975. La radio pública ha sido, por tanto, su segunda casa. Entre micrófonos y despachos. Viendo pasar la reciente historia de España y el «así se lo hemos contado».
A juzgar por sus palabras, no parece gustarle mucho el panorama, que contempla entre libros, un programa de entrevistas en Estudio Radio y el blog donde reflexiona y opina lo que le da la gana. «El PSOE ha roto con su propia historia, con sus propios principios y con sus convicciones democráticas», afirma delante de un ejemplar de aquel primer libro en el que se dejó contagiar por la ilusión que despertaba el cambio.
Con 12 libros más publicados, seis de ellos novelas, y dos más ya terminados que verán la luz más adelante, Diego Armario deja escrito en el aire (título de la tertulia inventada por Eduardo Sotillos en RNE) un canto a la esperanza. Lo dice al inicio de la entrevista: «Los años no pasan en balde, pero la ilusión continúa».
PREGUNTA.- Sigues igual que siempre, trabajando, escribiendo…
RESPUESTA.- Hago lo posible por no distanciarme demasiado de lo que fui. Los años no pasan en balde, pero la ilusión continúa. Los periodistas tenemos suerte. Cuando un médico se jubila, no puede seguir operando. Sin embargo, cuando un periodista se jubila, puede seguir leyendo, escribiendo, conversando… Haciendo cosas.
P.- Naciste en Tetuán, cuando todavía era ciudad española. ¿Qué recuerdos tienes de aquel escenario de tu infancia?
R.- Recuerdo Tetuán como un lugar donde se podía vivir estupendamente, con judíos, árabes y españoles, fuéramos cristianos o no. Eran las tres culturas. Los chavales nos zurrábamos con una facilitad extraordinaria porque era el juego de aquella época. A esas edades era frecuente tener conflictos que no eran violentos. Eran una especie de cultura, de relación entre unos y otros.
P.- ¿Qué raíces tenía tu familia allí?
R.- Mi abuelo paterno nació en Cádiz y emigró a África. Mi padre hizo la carrera de Derecho en Madrid y la acabó en junio de 1936, un mes antes de que empezara la Guerra Civil. África era la emigración alternativa al continente americano. La gente que quería prosperar, en vez de irse a América, se iba al Norte de África.
«Mi abuelo emigró a Larache, donde fundó un periódico, El Popular»
P.- He leído que tu abuelo fundó un periódico en Larache que se llamó El Popular.
R.- Mi abuelo, que murió antes de que yo naciera, era hijo de un pastor. A ese pastor –bisabuelo mío– lo reclutaron para mandarlo a la guerra de Cuba. Allí luchó, allí murió y allí está enterrado. Entonces, mi abuelo fue un emprendedor, un hombre hecho a sí mismo. Empezó a trabajar en una imprenta de Cádiz y después emigró a Larache donde fundó El Popular, un periódico referente de información y de prestigio. Y también de buena relación entre Marruecos y España.
P.- ¿Guardas ejemplares de aquella publicación?
R.- Por supuesto. He intentado recopilar aquella historia. Mi abuelo tuvo dos mujeres: una, con la que se casó y tuvo cinco hijos, entre ellos mi padre, y otra, con la que no se casó, pero tuvo dos hijos. Con mis primos de este segundo matrimonio de mi abuelo tengo una relación excelente. Una prima, que trabaja en un centro de documentación, un día me dijo: «Diego, te voy a dar una noticia; nuestro abuelo era masón». Esto era bastante frecuente en África. Yo estoy muy interesado en la historia de mi abuelo y en su vertiente masónica.
P.- ¿Por qué estudiaste Periodismo?
R.- Yo empecé a estudiar Psicología. Y, cuando estaba en el segundo curso, mi padre me dijo que se habían convocado unas pruebas de acceso a la Escuela Oficial de Periodismo. Entonces, me presenté. Es como si mi padre dijera: este de psicólogo va a pasar mucha hambre; mejor que sea periodista porque, aunque no gane mucho, encontrará algún trabajo.
P.- El periodismo y la psicológica se complementan.
R.- En nuestra profesión se aprende mucha psicología. Sobre todo, si haces periodismo de calle. El periodista que está en la calle, si no tiene psicología, tiene poco futuro.
P.- Creo que en tus primeros años de periodista trabajaste como fotógrafo.
R.- Siempre pensé que el periodismo era un oficio interesante, pero económicamente inestable. Estando yo en la agencia Pyresa, Lalo Azcona se marchó a Estados Unidos y le pedí que me comprara una cámara Nikon y un teleobjetivo de 200 mm. Me trajo aquella máquina fotográfica y la rentabilicé. No paré de hacer fotos. Por dos razones: por la curiosidad y por el deseo. He sido fotógrafo de Manuel Antonio Rico, cuando él hacía entrevistas para Asturias Semanal. Le hacía las fotos de Ana Belén, de Miguel de la Quadra-Salcedo… De mucha gente a la que entrevistaba. Y con las fotos ganaba más dinero que él. No paraba de hacer fotos y de cobrarlas, claro.
«Me provoca rechazo la falta de respeto de algunos políticos hacia el periodismo»
P.- ¿Cómo viviste la etapa de la Transición?
R.- En las fechas previas a la muerte de Franco, todos los periódicos tenían un retén permanente en El Pardo y en el hospital de La Paz. A mí, alternativamente, me tocaba uno de los dos destinos. No voy a frivolizar, pero era una gran coartada para no volver por casa de vez en cuando. Estábamos presenciando un momento histórico, sin darnos cuenta de la transcendencia que tenía. La gente de mi generación hemos tenido la ventaja de estar viviendo –al mismo tiempo que los políticos– aquel cambio. Los políticos venían a preguntarnos. Yo conocí a Felipe González antes de que muriera Franco. Estuvimos en el punto exacto y nunca en el lugar equivocado.
P.- Tienes aquí una foto en Moncloa, tomando notas detrás de Adolfo Suárez, Tierno Galván, Miguel Roca, Santiago Carrillo, Adolfo Martín Villa y Solé Tura, entre otros.
R.- Esta foto hoy sería imposible. ¿Sabes por qué? Porque ningún periodista podría estar ahí. Estarían a 15 metros de ese lugar.
P.- Tampoco, a veces, se permite hacer preguntas.
R.- Soy muy crítico con el periodismo de hoy. Y no solo con el periodismo, sino con muchos periodistas. Entre la dictadura y la democracia, nosotros aprendimos que había que pelear por la noticia, que había que cuestionarse muchas cosas. A mí me provoca rechazo visual, por no decir otra cosa, la falta de respeto absoluto de algunos políticos hacia el periodismo. Y la falta de respeto de algunos periodistas a lo que es la noticia. Que salga un portavoz en el Parlamento y diga, de buenas a primeras: «Yo a usted no le respondo», es una desvergüenza. Una desvergüenza del político, porque su obligación es responder. Lo que él quiera, pero debe responder. También me parece una devaluación del rigor de los periodistas que pregunten sobre cualquier cosa, menos de lo que acaba de pasar en el Parlamento. Se ha devaluado mucho la relación de la prensa con los políticos.
P.- ¿Qué opinión tienes de las guerras entre periodistas y entre distintos grupos de comunicación?
R.- En el periodismo siempre ha habido gente normal y gente anormal. En la etapa de José María Aznar, el conflicto que hubo entre el Grupo Prisa y el resto fue porque Aznar apostó por Telefónica, que había comprado Antena 3. Entonces, el Grupo Prisa entendió que eso era una declaración de guerra. Joaquín Prieto escribió un artículo titulado: «El Gobierno le declara la guerra a Prisa». Fue una guerra que se proyectó sobre los periodistas. Aquella guerra nos salpicó a todos. Yo pertenezco al grupo Crónica, en el que había periodistas de Prisa y pasamos momentos complicados.
P.- Veo aquí una foto tuya en el Palacio de La Zarzuela, con el rey Don Juan Carlos.
R.- Yo formé parte de la Fundación ICO y un día los miembros de esa fundación fuimos recibidos en Zarzuela. El Rey fue saludando a todos y, cuando me vio a mí, dijo: «¿Tú que coño haces aquí?». Como diciendo: si a ti te conozco como periodista.
P.- En 1981 escribiste el libro Triángulo: el PSOE durante la Transición. Treinta años después (2011), escribiste otro: El PSOE en llamas. ¿Quién provocó ese incendio?
R.- Yo en 1981, como muchos ciudadanos de esa época, veía al PSOE como una oferta ilusionante, nueva, democrática. Eso no quiere decir que UCD no lo fuera. Todos teníamos cierta simpatía por lo que significaba el cambio. Tuvimos la oportunidad de conocer a los líderes políticos de tú a tú. Con una cercanía hoy impensable. Pensé entonces que merecía la pena dar a conocer de donde venían los dirigentes socialistas. Se sabía de dónde venían Felipe González y Alfonso Guerra, pero no se sabía de dónde lo hacían otros muchos. Había un eslogan de la derecha que decía: «El Partido Socialista, 40 años de vacaciones y tres de democracia». Nicolás Redondo, Pablo Castellano, Luis Gómez Llorente estuvieron en la cárcel. Eso no va en demérito de los demás, pero el resto eran gente joven, muy nueva.
«En el PSOE actual no recuerdan a sus abuelos con cariño»
P.- ¿Hay mucha diferencia entre el Partido Socialista de ahora y el de entonces?
R.- La diferencia está en varias generaciones. Nosotros estábamos ilusionados, teníamos la mentalidad abierta frente a cualquiera. Se había naturalizado que el Partido Comunista de Santiago Carrillo era una opción política democrática. Era algo distinto. Pero ha habido varias generaciones después. Zapatero no conoció la guerra y Pedro Sánchez menos. Son los nietos de aquella época. A mí me parece que el Partido Socialista ha roto con su propia historia. Pero no solamente con su propia historia. Ha roto con sus propios principios ideológicos y sus convicciones democráticas. Sé que esto es muy duro. La nueva dirección ha roto con un montón de principios. Ahora hay mucha gente que no dice PSOE; dice el partido de Sánchez. El Partido Socialista tiene una historia, para bien y para mal. Se ha robado en el PSOE y se ha robado en el PP. Se han hecho barbaridades durante los gobiernos del Partido Socialista y durante los gobiernos del Partido Popular. Aquí nadie está indemne de culpa. Yo a mi abuelo quiero recordarlo con un poco de respeto y cariño. Pero, en el PSOE actual no recuerdan a sus abuelos con cariño.
P.- ¿Tú de quién eras más partidario, de Guerra o de Felipe?
R.- Era más de Felipe porque lo conocí antes que a Guerra. En el libro Triángulo: el PSOE durante la Transición (1975) hay una foto en la que estoy con Felipe González.
«Hoy las tertulias son una mala forma de agitación política»
P.- Sin embargo, la presentación del libro te la hicieron Alfonso Guerra y Luis Gómez Llorente.
R.- Tampoco se lo pedí a Felipe González. Había que disparar alto, pero no tanto. Yo creo que, en aquella época, nadie cuestionaba el liderazgo y el carisma de Felipe González. También se valoraba mucho la singularidad de Alfonso Guerra. Alfonso Guerra siempre ha sido un hombre muy seguro de sí mismo. Un hombre capaz de no pasarse del límite, pero sí de llegar hasta el principio del precipicio. En sus debates podía llamar «tahúr del Mississippi» a Adolfo Suárez… Era ingenioso, inteligente. Un hombre que ha leído mucho. Más que Felipe González, estoy convencido. Yo admiro a la gente que lee. Guerra y Felipe son perfiles distintos. Los periodistas teníamos una relación con ellos que ahora es imposible. Había también entonces una cierta coincidencia en los objetivos: la democracia. Ahora, la única coincidencia entre la prensa y los políticos es ver quién da más fuerte el golpetazo, el puñetazo.
P.- ¿Recibías muchas presiones del Gobierno cuando ocupaste puestos directivos en Radio Nacional de España?
R.- Tuve una ventaja respecto a otros periodistas que ocuparon cargos de responsabilidad y que venían de fuera. Yo era de la tribu y conocía a la tribu. Había aprendido a crecer con ellos. No hacía falta que nos preguntáramos de qué pie político cojeaba cada uno. Los conocía a todos y ellos me conocían a mí. En mi equipo –jefes de área, directores de programas– había gente que yo sabía cuál era su ideología política y su militancia. Lo tenía muy claro: vamos a hacer noticias, vamos a contar las cosas. En los Informativos, les decía, no se opina, solamente se cuentan cosas. Luego, hay tertulias en las que se opina. Yo tuve en el equipo directivo a gente que estaría encantada de que el Partido Popular perdiera y pudieran volver los suyos. No tuve problema porque nos conocíamos todos. Había un entendimiento mutuo, sin necesidad de expresarlo en voz alta: vamos a hacer periodismo y, luego, la última palabra la tiene el director de RNE, que era yo.
P.- Hubo una tertulia en RNE que se llamó Escrito en el aire, que dejó de emitirse para no interferir en una campaña electoral. ¿Recuerdas aquello?
R.- Eduardo Sotillos era en aquel momento el director de RNE y fue quien se inventó el programa Escrito en el aire. Ese programa lo dirigía y moderaba Julio César Iglesias. Pepe Cavero era el director de Informativos. En aquella tertulia participaban cuatro invitados y a mí me llamaban con frecuencia para que participase. Luego siguieron Los desayunos de RTVE. Escrito en el aire es un nombre precioso, que se le ocurrió a Eduardo Sotillos. Escribir en el aire es pura poesía.
P.- ¿En las tertulias de ahora hay más tensión y menos poesía?
R.- He participado en muchas tertulias. Y lo que me llamaba más la atención, cuando veía una tertulia de televisión, es que el presentador o la presentadora tuviera a su derecha a los periodistas de derechas y a su izquierda a los periodistas de izquierdas. Ni siquiera se guardaban las formas, desde un punto de vista estético o escénico. Aquí están unos, aquí están los otros, y ahora que se peleen. Esa era la sensación que a mí me daba. Antes, por lo menos, en las tertulias hablábamos, discutíamos, argumentábamos. Y escuchábamos.
P.- ¿Se escuchaba más al que estaba hablando?
R.- Yo dejé de ir a algunas tertulias, hace años, porque era normal que tu empezaras a hablar y a la tercera frase, sin que hubieras acabado tu argumento, ya te había interrumpido otra persona. Hoy las tertulias son una mala fórmula de agitación política. Yo lo veo así. Hay periodistas que se prestan a ser agitadores políticos, y con esto no estoy devaluando a gente honesta, gente honrada y gente fiel. Gente que no se presta a ese tipo de papel. Es muy previsible lo que se dice en las tertulias y, cuando una cosa es previsible, no interesa nadie.
«Es estéticamente infumable que pongan en Efe a un hombre de confianza de Sánchez»
P.- Actualmente, eres consejero de Telemadrid y lo fuiste anteriormente de Efe. ¿Qué opinas del nombramiento de Miguel Ángel Oliver, ex secretario de Estado de Comunicación, como presidente de la agencia estatal de noticias?
R.- Hay una cosa que nadie puede ocultar y que yo veo así: yo he sido director de RNE cuando gobernaba el PP. Eso significa que ya estaba marcado y jamás me habría nombrado después a mí director de RNE el gobierno del Partido Socialista. A Miguel Ángel Oliver le ha nombrado presidente de Efe el PSOE, de la misma forma que el PP nombró a José Antonio Vera, por ejemplo. Eso es absolutamente normal y legítimo porque se busca a alguien que tenga una ética profesional, para no hacer de agitador político. Ocurre en todas partes. Lo que me parece estéticamente infumable –y la culpa no la tiene él– es que, a un ex cargo público, que ha estado trabajando como hombre de confianza en la Moncloa con Pedro Sánchez, le nombren ahora presidente de la agencia pública. Pero, como eso está ocurriendo en todo, pues no pasa nada. Se entiende como normal. Me adelanto a decir: si el PP vuelve al poder, estoy convencido de que también buscará a gente afín. Pero una cosa es buscar a gente afín y otra nombrar a alguien que ha sido alto cargo inmediato.
P.- Estuviste afiliado a la UGT y te diste de baja cuando te hicieron jefe en RNE.
R.- Me afilié en el año 1974, cuando aún vivía Franco, y pagaba mi cuota. Lo hice por simpatía ideológica al Partido Socialista. Me mantuve en la UGT, como el que paga un seguro médico o una cuota de seguidor del Real Madrid. Lo mantienes. Lo que pasa es que, cuando a mí me nombran director de RNE, me parecía absurdo y casi patético ser director de la empresa y miembro de un sindicato. Estéticamente, es feísimo. Entonces, me di de baja.
P.- Al dejar Radio Nacional, ¿descubriste una vocación literaria que tenías oculta?
R.- Llevo escribiendo desde hace mucho tiempo. He publicado trece libros, tres de ellos traducidos a otros idiomas. Escribo porque me gusta, porque me apetece. A mí hay dos cosas que me gustan: una que no voy a contar y otra que es escribir. He publicado seis novelas y tengo otras dos escritas durante la pandemia que aún no he publicado. Lo hago porque tengo historias que contar. Nosotros podemos hacer, desde nuestra edad, todo lo que hacíamos antes. Por hobby, por entretenimiento, por placer. Escribo historias que documento, que fabulo. Mi última novela, Hawa, habla del terrorismo islámico en Bali, otra del golpe de Estado en Chile… La segunda virginidad. El poder sexual de la mujer madura es un libro que hice con toda intención. El tema del sexo lo trabajo bastante bien –lo digo sin coña– porque es un elemento serio y real en la vida de las personas. Hay gente que tiene pudor para describir escenas de sexo, pero yo las escribo con naturalidad, basándome en conversaciones con otra gente. No solamente expreso mi pensamiento, sino que recojo el pensamiento de otros.
«No es un crimen que alguien cante una canción titulada ‘Zorra’»
P.- ¿Qué opinas de «Zorra», la canción que nos representará en Eurovisión? ¿Estás a favor o en contra?
R.- Yo estoy absolutamente en contra de que la gente se meta donde no debe. Me parece ridículo el debate que se ha generado. Estamos hablando del lenguaje, del idioma. En el diccionario existe la palabra puta. Y la palabra zorra es mujer que… Igual que la palabra gay o la palabra maricón. Las dos existen. Hay que evitar insultar, molestar y ofender, pero en el texto, en la literatura, no hay que censurarse. Hay mucho policía del pensamiento, de la moral y de las buenas costumbres, que vigila por todos los sitios y critica a la gente que crea, yo no sé si arte, pero crea algo. Yo he visto el vídeo de «Zorra» y la mujer canta bien, es guapa y viste con elegancia. La vida es para vivirla, para observarla, para opinar, pero no para condenar a la gente que vive libremente. Y no es un crimen que alguien cante una canción que se titula «Zorra«.
P.- ¿Estamos condenados a lo políticamente correcto?
R.- Soy un militante de la incorrección política. ¿Por qué? Porque peleo contra esa policía de la corrección política. Me parece que invaden la esfera de libertad que tenemos todos. No tienen por qué invadirla. La de pintores, escultores y artistas en general a los que la actual inquisición –no la de Torquemada– estaría quemando en estos momentos.
R.- ¿Tienes confianza en el futuro de nuestro país?
R.- Yo hago una entrevista en radio (Estudio Radio) que se llama Un personaje en busca de un autor y hace poco entrevisté a un periodista argentino que me dijo: «España no ha superado el relato de la Guerra Civil». Hay un vocabulario, un lenguaje. Y eso es absolutamente peligroso para la amistad y para la convivencia. Hoy hay gente sin oficio, pero sí con beneficio, que ocupa un alto cargo cobrando una pasta. Eso no me preocupa. Me preocupa más que Pedro Sánchez hable de la fachosfera, porque se está devaluando el término fascista. Ahora tú llamas fascista a Felipe González, por ejemplo. Oiga, invéntese usted otro insulto. La convivencia se mejora con un lenguaje de tolerancia e intentando llevarte bien con la gente.