THE OBJECTIVE
Fuera de Micrófono

Antonio Casado: «Todos los que no estamos de acuerdo con Pedro Sánchez somos fachas»

Tras una larga trayectoria, lamenta que los políticos de ahora se olviden del interés general

Compara las redacciones de los periódicos de ahora con esas clínicas donde reina el silencio y todo es «absolutamente higiénico y aséptico». Por eso, de vez en cuando, le gusta gritar a su llegada y contemplar a los redactores sacando la cabeza de la pantalla.

Para un veterano del oficio, como Antonio Casado, que empezó en el diario Pueblo de Emilio Romero porque así lo decidió su amigo de pupitre José María García, el contraste es todavía mayor. En sus comienzos hacía de todo. Lo que le mandaban. Especialmente, las noticias de compromiso y recomendaciones del director.

Sin embargo, un breve publicado en un periódico de Jaén sobre la aparición de rostros humanos en el suelo de una cocina de Bélmez le lanzó al estrellato. Como cuenta en esta entrevista concedida a Fuera de micrófono, lo que podía parecer una anécdota curiosa se convirtió en portada del periódico. ¿Cómo consiguió Antonio Casado firmar su primera portada de Pueblo? Pues, «hinchando el perro», que se decía entonces. Añadiéndole a la información, como él mismo recuerda, elementos morbosos que provocaban la curiosidad de los lectores.

De aquella primera escuela de Pueblo, en la que conoció a su mujer, Carmen Rigalt, a Raúl del Pozo, a Julia Navarro, a Javier Martínez Reverte y a otros importantes periodistas de la época, destaca a Vicente Talón. «Me fascinaba el trabajo que hacía como reportero de guerra. Fue el padre profesional de Arturo Pérez-Reverte», comenta, antes de explicar su compromiso con la Transición democrática y de hablar de su etapa en RNE o de su retorno a la prensa escrita, primero como redactor jefe del semanario Tiempo y, posteriormente, como socio fundador de El Confidencial, uno de los primeros diarios digitales de nuestro país.

A lo largo de la entrevista, el periodista zamorano – nacido en el pequeño pueblo de Ayoó hace 79 años -, confiesa su desencanto por la deriva política que ha tomado nuestro país en los últimos años. No se explica que la gobernabilidad de España esté ahora en manos de quienes quieren dejar de ser españoles. Como tampoco se explica que se califique de fachas a todos aquellos que no están de acuerdo con Pedro Sánchez.

«Yo nunca he sabido votar a otro partido que no fuera el PSOE», confiesa. Sin embargo, cada vez se reconoce menos en este Partido Socialista de Sánchez. «No debería hablar de esto –dice– porque son cuestiones personales, pero este mismo proceso afecta a gente del mundo de la comunicación tan acreditada como Juan Luis Cebrián, Antonio Caño, Fernando Savater, Félix de Azúa o Javier Cercas».

PREGUNTA.- Empezaste a trabajar muy joven en el diario Pueblo de Emilio Romero. 

RESPUESTA.- En el año 1968. Allí me metió José María García, compañero mío de pupitre en la Escuela de Periodismo de la Iglesia. Él, que era mucho más precoz que yo, estaba ya trabajando en el diario Pueblo, mientras yo preferí supeditarlo todo a terminar la carrera y a hacer la mili. Pasados esos dos o tres años, José María García me metió en la redacción de Emilio Romero.

P.- Supongo que aquella redacción tenía poco parecido con las de ahora.

R.- Yo, cuando entro ahora a las redacciones, incluida la de THE OBJECTIVE, a la que acabo de entrar hace un momento, me encuentro con algo parecido a una clínica, donde reina el silencio. Un ambiente hospitalario, absolutamente higiénico, aséptico. Los redactores de mesa, que son ahora prácticamente todos, están con la cabeza metida en la pantalla y no ven otra cosa. Entonces, dan ganas de gritar para ver si reaccionan. Yo hoy he entrado en la redacción de THE OBJECTIVE diciendo: «¿Alguien conoce a Javier del Castillo?». Me han mirado todos con una cara muy rara. En mi periódico, El Confidencial, pasa exactamente igual.

P.- ¿Qué hacías en Pueblo, de qué escribías?

R.- Entré, evidentemente, como meritorio, como becario, y hacía lo que me mandaran. Ahora, a balón pasado, me doy cuenta de que hacía reportajes y redactaba piezas que nadie quería hacer. Eran compromisos del director del periódico. Iban desde un concierto de un músico que yo no conocía de nada, hasta la presentación de una actriz, o el paso por España de algún conocido actor americano que estaba de promoción y la productora necesitaba que saliera en la primera página del periódico.

Antonio Casado. | Carmen Suárez

«Llevaba cuatro años en Pueblo, cuando organicé el cacao de las caras de Bélmez»

P.- Chico para todo…

R.- Pero enseguida me metí en harina. Llevaba sólo cuatro años en Pueblo, cuando organicé el cacao de las caras de Bélmez. Lo que yo hice fue hinchar el perro, una expresión que se utilizaba mucho por entonces. A partir de una noticia aparentemente inocua, irrelevante, añadías elementos morbosos que movían a la curiosidad. Me fui al pueblo aquel y animé la aparición de unas caras en el suelo de la cocina con un parapsicólogo que me busqué, un experto en energía nuclear, un sacerdote… Ahora casi me da hasta vergüenza recordar cómo se organizó aquello. Empezamos a meter elementos excitantes para que la historia acabara como acabó, hinchando el perro. Aquello multiplicó la tirada del periódico y a mí me convirtió casi en un experto en parapsicología. Supe entonces lo que eran las psicofonías, y que existían estudios de Parapsicología en algunas universidades europeas. Aprendí lo que eran la telequinesia, la psicoplástica y las casas encantadas. Fui un captador de todos los zumbados, de todos los frikis de España. Me escribían para explicarme lo que estaba pasando con las caras de Bélmez.

P.- Te tenían que haber hecho un homenaje en el pueblo por la publicidad que les dio todo aquello.

R.- Hasta que el director del periódico, por razones políticas, me llamó a capítulo y me dijo: «Antonio, esto hay que acabarlo como sea, porque se ha creado un estado emocional preocupante. Me ha llamado el ministro y me ha dicho que esto no puede ser. Así que tienes que buscar un desenlace». Yo el desenlace ya lo tenía previsto: era una alternativa que tenía ahí para, si llegaba el caso, utilizarla. Era la explicación química de por qué aquellas caras aparecían en el suelo de la cocina de aquella casa rural: tú pintabas con un líquido, compuesto de sales de plata, y aquello se borraba como si hubieras pintado con agua. Pero, al entrar la luz ultravioleta al amanecer, emergían las figuras que tú hubieras pintado. Publiqué esta explicación química de lo que estaba pasando –insinuando, más o menos, que aquello era un fraude– y entonces la gente del pueblo me quería matar. Me convertí en un ser non grato de Bélmez.

P.- ¿Quién era tu referente, el modelo a seguir, cuando te iniciaste en la profesión?

R.- En aquella redacción de Pueblo estaban Raúl del Pozo, mi mujer Carmen Rigalt, Rosa Villacastín, Julia Navarro, Javier Martínez Reverte, Gabriel Cisneros –compañero mío en la sección de Nacional, que luego sería uno de los padres de la Constitución–. En aquellos momentos, a mí me fascinaba el trabajo que hacía Vicente Talón. Era un buen reportero de guerra, el padre profesional de Arturo Pérez-Reverte. Arturo se dio a las guerras, desde el punto de vista informativo, gracias a Vicente Talón, que era una especie de maestro, de jefe de aquello. Luego, fui derivando y empezó a interesarme la política, porque el país estaba entonces embarcado en un desafío nacional: la recuperación de las libertades. Estamos hablando de los últimos años del franquismo. Eso tiró de mí profesionalmente, hasta el punto de que me especialicé en información política.

«PP y PSOE, pilares del sistema democrático, se llevan a matar y esto no puede ser»

P.- ¿Te duele que la Transición sea una etapa despreciada por algunos?

R.- En aquel momento, el periodismo era un componente más de todos los que se habían unido para traer la democracia a España. Es decir, era un estamento profesional comprometido con un objetivo de mayor cuantía, que es lo que no hay ahora. No sé si es inevitable o no, pero, efectivamente, aquel reto, aquel desafío, aquel objetivo nacional, de Estado, comprometía también al periodismo. En ese sentido, no tiene nada que ver con lo que está ocurriendo ahora. Conseguida la recuperación de las libertades, la reinserción internacional, el asentamiento de las instituciones, el saneamiento económico y la modernización; a partir de ahí pasó lo del chiste: «degenerando, degenerando», hemos llegado a la primacía de los intereses particulares sobre los generales. El olvido del bien común, la conquista del poder por el poder, la consideración del adversario como un enemigo… El Partido Popular y el PSOE, que son los dos pilares de la centralidad (el derecho y el izquierdo), deberían entenderse. Por lo menos, para los asuntos de Estado. No tiene sentido que la amnistía se esté haciendo de manera unilateral, sólo por uno de los componentes de la centralidad. Pilar izquierdo y pilar izquierdo: eso es el sistema. Lo demás es muy fungible. Se ha demostrado. Véase lo que está pasando ahora con Vox, que está saltando por los aires, o lo que pasó hace cinco minutos con Podemos, y antes con Ciudadanos o con UPyD. Son aventuras fungibles, pasajeras, ocasionales. En cambio, PP y PSOE, afortunadamente, han persistido como pilares del sistema democrático. Sin embargo, ahora están a matar. Viven de espaldas. Esto no puede ser.

«Cómo se va a hacer la amnistía por el interés general, si más de media España está en contra»

P.- ¿Los políticos españoles se están olvidando de servir al país?

R.- Todo lo que está ocurriendo ahora se puede resumir en la siguiente formulación: la gobernabilidad de España está en manos de quienes quieren dejar de ser españoles. Pero, ¿qué sentido tiene todo esto? ¿Cómo va a dejarse la gobernabilidad del Estado en manos de los enemigos del Estado? Pues tiene un sentido, pero absolutamente despreciable: un sentido menor, oportunista, que responde a un interés particular, el poder de Sánchez, la supervivencia política de Sánchez. Nada más. No hay otra cosa. Lo demás son inventos. Eso de que la amnistía se hace en función del interés general… Pero, cómo se va a hacer en función del interés general, si más de media España está en contra. Si la alternativa de poder con la que se debería pactar un asunto como este está en contra. Si la operación de la amnistía la están inspirando quienes quieren reventar el Estado. 

«Hablar de un terrorismo que respeta los derechos humanos es un disparate»

P.- ¿Crees que hay un terrorismo bueno, que respeta los Derechos Humanos, como ha dicho un ministro?

R.- Es un lenguaje forzado por el apremio, por la necesidad. Hablar de terrorismo bueno, que respeta los derechos humanos, es un disparate. Estamos perdiendo la perspectiva del funcionamiento del estado de Derecho. Además, quienes tienen que decir si un terrorismo es bueno o malo son los jueces. Ahora estamos en la pelea entre el poder ejecutivo y el poder judicial, donde se parte de la base de que el juez está haciendo política para interferir en los planes de Sánchez. Eso es otro disparate, si nos creemos el estado de Derecho. Si un juez tiene intenciones políticas, entonces está prevaricando. Pero eso denunciable.

P.- Ahora se ha puesto de moda el termino fachosfera.

R.- La fachosfera incluye a todo aquel que no está de acuerdo con Pedro Sánchez. Yo tengo mis ideas, evidentemente, y todo el mundo las conoce. Toda mi vida he estado vinculado a la historia del PSOE. Amo la historia del PSOE. Para mí, la historia de España, sobre todo en la edad contemporánea, para bien y para mal, es la historia del PSOE. Es una ideología que yo he amado, siempre en el sentido socialdemócrata. Pero hemos llegado a un punto en el que yo no me puedo reconocer en lo que está haciendo este señor. No debería hablar de esto, porque son cuestiones personales, pero este es un proceso que han sufrido muchas personas vinculadas al PSOE. Y no me refiero a los políticos, como Felipe González. El desencanto afecta a también a gente tan acreditada profesionalmente, como Juan Luis Cebrián, Antonio Caño, Fernando Savater, Félix de Azúa o Javier Cercas. Yo no he sabido nunca votar a otro partido que no fuera el PSOE.

«Algunos periódicos todavía pretenden competir con los digitales, pero es inútil»

P.- ¿Hasta qué punto la polarización política se está contagiando a los medios de comunicación?

R.- No es nuevo. Yo, como componente del grupo Crónica, he sido testigo de cómo esta dinámica de enfrentamiento entre periodistas se ha ido envenenando en los últimos años. Creo que el momento clave, cuando empieza a haber una guerra civil entre periodistas, fue con lo que yo llamo la aznarización de las empresas públicas. Lo que ocurrió en el año 1997, con el proceso de privatización, Telefónica, etc. Aquello provocó una guerra civil entre quienes estaban más en la órbita de Telefónica y quienes estaban con Prisa. Después, en el año 2003, vino la guerra de Irak. Esos dos asuntos son premonitorios de esa división que se está dando ahora en la clase periodística. Hoy la división está entre los de la fachosfera y los de la sanchesfera. O estás en un lado o estás en el otro. Se está utilizando con tanta alegría, con tanta temeridad, el término fascista, el término facha, que al final, ¿quién es la fachosfera?,¿quiénes son los fachas? Pues, todos los que no estamos de acuerdo con Sánchez. Tienen el gatillo fácil en este mundo al que yo llamo sanchismo oficial. Es decir, los ganadores de la amnistía.

Antonio Casado a finales de los ochenta, en un estudio de Rne. | Foto: Archivo Javier del Castillo.

P.- ¿Cómo recuerdas tu etapa de Radio Nacional en los años 80, cuando hiciste España a las ocho y Diario de la tarde o fuiste corresponsal diplomático?

R.-Fui corresponsal diplomático a raíz de mi ruptura con mi jefe, que era Pepe Cavero. Un gran periodista. Tuve un roce con él por un comunicado. Yo era director de España a las ocho y de una tertulia en la participaban Felipe Mellizo, Pedro Altares o Ignacio María Sanuy. Son palabras mayores. Entonces, llegó un teletipo anunciando un comunicado de ETA sobre negociaciones con el Gobierno. Por aquella época estábamos bastante hartos de los comunicados, que eran propaganda. Yo no tuve tiempo de leerlo y, cuando me lo pasaron por el micrófono interior, dije que no me interesaba. Que ya estaba harto de los comunicados de ETA. Y seguí con lo mío. Entonces, apareció Pepe Cavero, para decirme que tenía que darlo. Como vio que yo me negaba, habló con Eduardo Sotillos, o directamente con Pilar Miró, y me cesaron inmediatamente por insubordinación. Porque me negué a dar aquello. Pero, como me llevaba bien con los jefes, me pusieron de corresponsal diplomático.

P.- Después, te fuiste al semanario Tiempo.

R.- No estaba ya nada cómodo en RNE. Estaba harto de viajar. Entonces, mi amigo Pepe Oneto me hizo una oferta para que me fuera con él a Tiempo de redactor jefe. Y, después de Tiempo, montamos El Confidencial.

P.- Fuiste socio fundador de uno de los primeros periódicos digitales.

R.- Yo creo que por aquel entonces ya estaba Libertad Digital. Y luego hubo un intento fallido del hijo de José María García, en deportes. Era lo más que se despachaba en periodismo digital entonces. En El Confidencial fuimos nativos, como se dice ahora. Fue una aventura muy bonita. Éramos Jesús Cacho y yo. En las menciones del periódico se decía: «El Confidencial de Cacho y Casado publica hoy…». Tuvimos unos años inciertos, pero luego hubo una implicación de quien es ahora el presidente de El Confidencial, José Antonio Sánchez, conocido por Totoyo. Con la llegada de José Antonio a la presidencia de la compañía, Titania, con una visión más empresarial de lo que estábamos haciendo, empezamos a mejorar. Luego tuvimos un incidente, una especie de guerra civil con Cacho, que acabó con la salida de éste de la ecuación. En estos momentos, es un periódico asentado y con credibilidad. Un periódico serio y yo estoy feliz en él.

P.- ¿Cómo ves el futuro de los medios impresos?

R.- Sólo puedo hacer una proyección de lo que está ocurriendo en estos momentos. ¿Qué está ocurriendo? Pues que las nuevas generaciones, prácticamente, el papel ni lo tocan. Se nutren informativamente de las redes sociales, de los periódicos digitales. Están todo el día con el móvil. Yo soy de otra generación y, para mí, el papel es básico. Los grandes periódicos, naturalmente, tienen sus ediciones digitales, pero todavía conservan el papel. A largo plazo, creo que el periodismo impreso está llamado a desaparecer. O, por lo menos, ya no será lo que era tradicionalmente. Algunos periódicos todavía pretenden competir con los digitales, pero es inútil. Los digitales tienen una movilidad y una capacidad de reacción mayor. La noticia se produce en ciclos de minutos, mientras que el papel trabaja en ciclos de 24 horas. Y eso es decisivo.

«Las redes sociales pueden generar monstruos, como Donald Trump»

P.- ¿Qué opinión tienes sobre las redes sociales?

R.- Cada uno publica ahí sus mentiras, sus intoxicaciones, sus desinformaciones. Es un espacio selvático. Un espacio sin ley. Yo creo que eso no es bueno. Tú y yo estamos hablando de periodismo. Y periodismo quiere decir: titular, jerarquizar, valorar, contextualizar, analizar. Eso en las redes sociales son fogonazos ocasionales, fogonazos rápidos, pero que pueden crear estados de opinión. Pueden generar monstruos, como el monstruo Donald Trump, un monstruo desde el punto de vista político e informativo. Porque es un ser creado por las fakes. A lo mejor he sido un poco duro con Trump, pero es que no puede entrar en mi cabeza que la valoración política de un personaje que aspira a ser presidente de los Estados Unidos aumente en función de las causas judiciales que va acumulando. Es así. Cada vez que pasa por los juzgados, cada vez que va a declarar a un tribunal, sube su cotización.

P.- ¿Han cambiado las tertulias radiofónicas de tus inicios, en Radio Nacional y la Cope, con respecto a las de ahora?

R.- Han mejorado mucho. Yo estoy en una tertulia (Onda Cero) donde hay juventud, mucha capacidad de análisis, y mucho fondo de armario, desde el punto de vista político y cultural. Tengo compañeros muy valiosos. Necesito esforzarme para estar a la altura y poder competir con ellos. Mi tiempo se va acabando, por una razón de edad, y tengo unos referentes distintos. Carlos Alsina, director de Más de Uno, es un comunicador de referencia. Creo que es el mejor entrevistador y el mejor comunicador, o de los mejores, que hay en estos momentos en España. Tampoco hay tantos.

P.- Tú fuiste también tertuliano con Carlos Herrera en Onda Cero. ¿Son muy distintos ante el micrófono?

N.- Carlos Herrera tiene una visión –espero que no se enfade conmigo– más ligera. Siempre encontraba la parte lúdica de los asuntos, mientras que Alsina es muy riguroso. Va al dato. Se lo sabe todo. Pone a los entrevistados contra la pared porque sabe más que ellos. Carlos Herrera es más cercano, más afectivo, se mueve más por emociones. Son distintos.

P.- Compartir tu vida con una periodista (Carmen Rigalt), supongo que no ayuda mucho a desconectar.

R.- No creas. Porque han sido mundos diferentes. Carmen estaría más en la onda de Carlos Herrera que en la de Alsina. Podía hacer entrevistas a políticos muy divertidas, buscándoles el ángulo más insólito: la parte humana, la parte menos sometida a los protocolos de la política. Carmen está más en el mundo de la prensa del corazón y de la crónica de sociedad. Yo he estado más en el dato, en el análisis de la política, en el seguimiento de una ley, de una decisión política, de unas elecciones. Y eso a Carmen, seguramente, no le importaba nada. Y hacía muy bien.

P.- Ninguno de vuestros dos hijos han tomado el camino del periodismo.

R.- Uno es diplomático y el otro arqueólogo. No se dedican al periodismo, pero han heredado la capacidad de comunicar que tenemos los periodistas. Daniel, que es profesor de Historia Antigua en UDIMA (Universidad a Distancia de Madrid), hace excelentes piezas en las redes sociales sobre arqueología.

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