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Fuera de microfóno

Diego Carcedo: «Conozco a algún socialista que está de acuerdo con Pedro Sánchez»

Pasó de las guerras en campo abierto, como enviado especial, a las guerrillas de despacho en RTVE

Formó parte del equipo fundador de Los Reporteros, en TVE, estuvo de enviado especial en la guerra de Vietnam y fue testigo directo de la retirada de las tropas estadounidenses. Después vendrían media docena de guerras más, las corresponsalías de Lisboa y Nueva York, la dirección de Informativos de la televisión pública, la dirección de Radio Nacional y el Consejo de Administración de RTVE, a propuesta del Partido Socialista. 

De vuelta de muchas batallas –incluidas las de los despachos de Torrespaña y Prado del Rey-, Diego Carcedo recuerda sus experiencias en una profesión a la que llegó por casualidad, después de haber estudiado Filosofía y Letras, en la rama de Historia. Asturiano de Cangas de Onís, ha vivido de cerca los grandes acontecimientos nacionales e internacionales desde los años setenta hasta hoy.

Gran conversador y autor de más de una decena de libros, entre otros Entre bestias y héroes, que fue premio Espasa de Ensayo en 2011, llega al estudio apoyado en un bastón y con el periódico bajo el brazo. Luego, desde la experiencia y la curiosidad por todo lo que está pasando, lamenta la deriva que ha tomado la política española, así como la división y el enfrentamiento entre españoles que, según su opinión, permanece solapado desde la Guerra Civil.

Diego Carcedo es columnista del Grupo Vocento y del periódico 20 Minutos, se define de izquierdas, «pero muy moderado», y defiende en Fuera de micrófono, como presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, una mayor cohesión política y económica en la UE

PREGUNTA.- Alguna vez has comentado que eres periodista por casualidad.

RESPUESTA.- Mis padres querían que fuese médico o abogado y mi abuelo, que había estado en la guerra de Cuba, quería que fuese militar. Me presenté para aviación, fui a hacer las pruebas a Albacete y el médico me rechazó por daltónico al entrar por la puerta.

P.- Luego hiciste la carrera de Filosofía y Letras.

R.- Estudié Filosofía y Letras, en la rama de Historia, y por casualidad conocí a unos estudiantes que estaban preparándose para hacer Periodismo, entre ellos José Luis Balbín, que ya estaba en segundo, Graciano García, Juan de Lillo y Ramón Sánchez Ocaña. Me junté con ellos, me presenté a los exámenes y el único que aprobó de los cuatro fui yo.

P.- En 1974 te incorporaste a TVE y formaste parte del equipo fundador de Los Reporteros

R.- Antes había estado en La Nueva España y en la agencia Pyresa. El programa Los Reporteros lo iniciamos Miguel de la Quadra Salcedo, Jesús González Green y yo. Tuvo mucho éxito. Entonces no había satélites como ahora y, si te pasaba algo en el Congo, lo contabas una semana después. Hoy, con el satélite, lo puedes contar en directo. Tu trabajo tardaba en difundirse una semana o diez días. El programa tenía éxito porque eran cosas muy nuevas, muy exóticas para los espectadores. Luego yo estuve en siete guerras.

«La guerra es lo más absurdo, lo más demencial y lo más inhumano que existe»

P.- La guerra de Vietnam debió de impactarte profesional y personalmente.

R.- Totalmente. Yo estuve en Vietnam en dos ocasiones, la última unos meses antes de la retirada de las tropas americanas. Mandaba las películas a Bangkok y desde allí las facturaban a Madrid. Cuando nos dieron la opción de abandonar Vietnam, yo opté por quedarme hasta el final. Me empeñé en quedarme hasta el último día. La caída de Saigón fue el día 30 de abril de 1975 y yo regresé con los últimos españoles que quedaban en la embajada.

Diego Carcedo. | Víctor Ubiña

P.- ¿La experiencia de Vietnam fue muy distinta a la de otras guerras?

R.- Fue la experiencia más importante, sin duda, porque todos los días vivías momentos complicados. Además, estabas trabajando al lado de colegas de todo el mundo. Al final, nos quedamos cuatro, pero al principio éramos muchos. Era muy duro. Había que madrugar muchísimo para ver donde estaba en ese momento el frente. Luego regresaba al hotel y me veía con Manu Leguineche, un colega excepcional y muy animado, y nos corríamos nuestra correspondiente juerguecita por las calles de Saigón, que todavía no estaba ocupado por el Vietcong. 

P.- ¿Cómo se pasa de las guerras a los despachos?

R.- Rechazo la etiqueta de corresponsal de guerra. Estuve en siete, pero mientras tanto hice otras muchas cosas, predominantemente en el extranjero: golpes de Estado, revoluciones, terremotos, tsunamis, conferencias de la OPEP o de Naciones Unidas. Yo estaba en Ginebra, en el palacio de Naciones Unidas, el día que mataron a Carrero Blanco. Estaba siguiendo una entrevista entre el secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger, y el líder de Vietnam del Norte, Le Duc Tho, que fue la que puso fin a la guerra. Mientras esperábamos a que saliesen a dar la rueda de prensa, los camareros de la barra del hotel, que eran españoles, empezaron a dar gritos. «¿Qué pasa, qué pasa?». «Que han matado a Carrero Blanco en Madrid, en un atentado». Así fue como yo me enteré.

P.- Alguien dijo que las guerras las pierden todos, también los ganadores.

R.- Las pierden todos porque hay muchos muertos de ambos bandos y se producen destrozos materiales. Todo son pérdidas. La guerra es lo más absurdo que existe, lo más demencial, lo más inhumano, lo más increíble. ¿Cómo termina una guerra? Yo tengo la tesis de que se termina, generalmente, negociando, con algún tipo de acuerdo. La guerra de Vietnam terminó con la derrota clarísima de EEUU, previa negociación de Kissinger y Le Duc, en la que se acordó la reducción de las tropas de EEUU. Llegó a haber 540.000 militares americanos en Vietnam del Sur. Hubo tres millones de muertos vietnamitas y unos cincuenta y tantos mil norteamericanos.

«Cuando fui director de Informativos de TVE tuve que enfrentarme a la ministra Rosa Conde»

P.- En los despachos también hay guerras. ¿Tienen su peligro?

R.- Previamente a los despachos, pasé por corresponsalías: seis años y medio en Portugal y otros seis en Estados Unidos. También fui un año delegado de la Agencia Efe en EEUU. Durante esta última etapa, asistí a otro acontecimiento muy importante, que fue la muerte de don Alfonso de Borbón, en un accidente de esquí. Cubriendo esta información, me llamó de Madrid una compañera y me dijo que iba a ser director de Informativos. Yo había pedido la excedencia en TVE y no pensaba volver. Para nada. A la mañana siguiente, me llamó Paco Basterra, corresponsal de El País, y me dijo que le habían pedido en el periódico que les confirmara la noticia que iban a publicar de mi nombramiento de director de Informativos. No tenía yo mucho interés. Sabía que era un puesto muy complicado.

P.- Las presiones llegan desde todos los lados.

R.- El Gobierno presiona, y la oposición ni te cuento. Entonces empezaba ya a emitir Antena 3, con José María Carrascal de director de Informativos, que había sido mi amigo en Nueva York. Lo primero que hizo fue llamarme a mí para pedirme un poco de orientación. No me imaginaba que aquello podía ser tan complicado. Había una cosa que tenía entonces TVE: los telediarios tenían entre 12 y 14 millones de telespectadores. Ahora ya no es lo mismo.

P.- ¿Recibía menos presiones en la dirección de RNE?

R.- Bueno, ya me cogió a mí más curado de espanto, más rebelde. En TVE tuve que tragar con muchas cosas y también enfrentarme a muchas otras. Tenía que enfrentarme, casi cotidianamente, a gente del propio Gobierno, empezando por Rosa Conde, que era la ministra Portavoz, y a otros ministros. Todos se quejaban de alguna cosa. Y, después, con la oposición lo mismo, principalmente con el PP, pero también con Izquierda Unida y con los partidos catalanes. A veces, tenías que prometer cierto silencio, que no siempre cumplías.

P.- ¿La presión que se ejercía hace cuarenta años persiste todavía?

R.- Pues me temo que sí.

P.- ¿Qué valoración haces de tu etapa de consejero de RTVE a propuesta del Partido Socialista?

R.- No me gustó nada y acabé dimitiendo. El Consejo de RTVE tenía pocos poderes en ese momento. Ahora tiene muchos más. Nos pasábamos horas discutiendo y discutiendo ferozmente, para no llegar a ninguna conclusión que fuese eficaz, efectiva. Aquello fue bastante frustrante. No me gustaría volver bajo ningún concepto.

Diego Carcedo. | Víctor Ubiña

P.- Has escrito 15 libros, alguno de ellos sobre acontecimientos que viviste de cerca.

R.- El primero que escribí, sobre Portugal, me lo encargó la entonces directora de Temas de Hoy, Rosa Semprún, al cumplirse el 25 aniversario de la Revolución. Era el 19 de diciembre y tenía que entregarlo el 30 de enero. Así que me cogí vacaciones y me fui a Portugal, porque conocía muy bien a todos los líderes políticos de la Revolución. Algunos eran amigos, después de seis años de corresponsal en Lisboa; me entrevisté con ellos y me puse a escribir el libro. El día 29 de enero lo mandé a la editorial y tuvo mucho éxito. Ahora lo podrían reeditar porque se cumplen 50 años de la Revolución.

P.- Otro libro suyo, con bastante repercusión, fue Un español frente al holocausto.

R.- Estuve un tiempo en Israel y siempre me interesó muchísimo la historia y la cultura judía. Me puse a investigar y sacamos la historia de Ángel Sanz Britz, un joven diplomático español destinado en la embajada de España en Hungría. Se hizo luego una película que se tituló El ángel de Budapest y se vendieron alrededor de 30.000 ejemplares. Después vendría un segundo libro sobre un asunto parecido, que ganó el Premio Espasa de Ensayo, Entre bestias y héroes, y más tarde un tercero, titulado Los dos cónsules.

«Podemos está formado por políticos utópicos y sin experiencia»

P.- Has pasado mucho tiempo viviendo fuera de nuestro país. ¿Cómo se ve España desde la distancia?

R.- A mí me tocó viajar en tiempos de la España franquista y tuve que sufrir muchas negativas a entrevistas para TVE porque era la televisión de Franco. Y muchos insultos. Recuerdo que una vez en Chile un taxista me dijo: «Y ustedes los españoles ¿cuándo van a tener cojones para cargarse a Franco?». Dos años después, cogí otro taxi en el mismo aeropuerto de Santiago de Chile y me acordé de aquel taxista. Me hubiera gustado decirle: «Ahora, que nosotros ya no tenemos a Franco, tienen ustedes a Pinochet; a ver cuándo se lo cargan». Después, asistí muy pronto al cambio que se produjo con relación a España en el exterior. La imagen de los Reyes fue impresionante. Eran personas normales, que hablaban idiomas, que eran bien recibidos en todas las partes. Fue cambiando la imagen de España rápidamente.

P.- ¿Qué hemos hecho mal para que esa buena imagen se haya ido diluyendo?

R.- España, desde la Guerra Civil, siempre ha estado dividida. Eso se amortiguó con la Transición política, pero no desapareció del todo. Hubo una buena relación, por ejemplo, entre los partidos políticos, aunque tuviesen sus diferencias, y hubo presidentes que ayudaron a ello: primero, Adolfo Suárez, y después Felipe González y José María Aznar. A partir de Aznar, esto empezó a torcerse. Y con Zapatero empezaron a hacerse cosas verdaderamente astronómicas. Ahora discrepo. Estoy muy horrorizado de algunas cosas que han ocurrido y otras que están ocurriendo. Yo creo que la política de Sánchez ha cambiado completamente al Partido Socialista. Ahora resulta que volvemos a la izquierda…

P.- Eso parece.

R.- Pero si ya sólo quedan en el mundo cinco partidos comunistas: dos puros, Cuba y Corea del Norte, luego están China y Vietnam, que mantienen la bandera con la hoz y el martillo, pero que funcionan con esquemas capitalistas, y Rusia. Los gobiernos comunistas acaban siempre de dos maneras: en la pobreza o con un golpe de Estado. Lo sorprendente es que España haya entrado en esa línea de socialismo de izquierdas con Podemos, que está formado por políticos utópicos y sin experiencia. Muchos sabíamos de sobra lo que iba a ocurrir. Y el primer fracaso lo acabamos de ver. Cuando salieron las listas electorales de Bildu, yo dije: «Esto es un golpe mortal para Sánchez».

El periodista Diego Carcedo, en los años 90. | Archivo Javier del Castillo.

P.- Para un hombre de izquierdas, como tú…

R.- Yo soy de izquierdas, pero muy moderado. 

P.- ¿Por qué crees que, dentro del Partido Socialista, no hay apenas contestación a Sánchez e incluso le aplauden?

R.- Hay gente que sigue estando de acuerdo con él. Yo conozco algunos, no muchos. Predominan las críticas. Le aplauden porque es el líder socialista y hay un temor enorme a Vox. No hay temor al PP, y menos con un líder como Feijóo. Yo lo conozco muy bien y no inspira ningún miedo para la democracia, la Constitución y la Monarquía. En absoluto. Creo que hay gente de izquierdas que está dudando, pero que acabará votando seguramente a los socialistas. Otros lo harán con muchas dudas o dejarán de hacerlo.

«Un corresponsal del ‘New York Times’ me dijo que en una redacción tiene que haber víboras»

P.- Como presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, ¿cómo ves el futuro de la Unión Europea?

R.- La Unión va avanzando con dificultades. Hubo etapas muy buenas, con Jacques Delors, otras más complicadas, pero irá hacia delante y consolidándose, con nuevos países esperando para entrar, como Turquía, Armenia o Moldavia.  La guerra de Ucrania ha complicado mucho las cosas. Nadie esperaba una guerra en Europa a estas alturas y de estas dimensiones. Cuando se produjo la invasión, se pensó que iba a durar quince días o un mes, y llevamos ya más de un año. Además, ninguna guerra se termina sin una negociación. Y aquí no hay ningún atisbo de negociación seria para que termine.

P.- Si tuvieras que volver a empezar, ¿harías las mismas cosas que has hecho?

R.- Yo no he empezado a terminar todavía. El periodismo que, para mí, tiene más mérito es el periodismo local. En una ciudad como Oviedo, donde yo empecé, es muy problemático ejercer la profesión. Criticabas a un concejal del Ayuntamiento y al día siguiente te lo encontrabas tomando café y eso siempre resultaba muy violento.

P.- ¿Qué opinión tienes del periodismo que se hace ahora?

R.- Ahora todo es mucho más fácil, en cuanto a medios, pero también se exige mucho más al periodista. Las empresas han hecho un gran esfuerzo para modernizarse, pero cometieron el error de prescindir de las generaciones más veteranas para contratar a gente bien formada, muy joven, pero sin experiencia. Un periodista del New York Times, que había sido corresponsal en España, me dijo: «En una redacción tiene que haber víboras, gente que dé la bronca todo el día».

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