THE OBJECTIVE
Fuera de microfóno

Paco Lobatón: «Hay desconocimiento sobre cómo conseguimos la democracia»

El veterano y popular periodista, nacido en Jerez de la Frontera hace 71 años, sigue empeñado en la causa de los desaparecidos

Su poblado bigote se hizo muy popular en los años noventa, cuando presentó en TVE Quién sabe dónde. Aquel programa sobre desaparecidos, que empezó haciendo Ernesto Sáenz de Buruaga y que permaneció seis años en antena (desde 1992 hasta 1998), se convirtió enseguida en un fenómeno televisivo y sociológico.

Después de haber sido presentador de telediarios en los ochenta —compartiendo estudio con Concha García Campoy y Ángeles Caso—, Paco Lobatón no podía imaginar la enorme repercusión que tendría su nuevo cometido. Hasta el punto de que era bastante frecuente escuchar entre amigos esta frase: «aquí no te encuentra ni Paco Lobatón». Una expresión recurrente a la hora de señalar la difícil localización de algún refugio o paraje alejado del mundanal ruido.

Paco sonríe cuando se lo recuerdo y apostilla mi comentario con las palabras pronunciadas por un directivo de TVE, en medio de aquel fervor popular: «Paco, date por jodido; te has convertido en un fenómeno adverbial». Pero la gloria suele ser efímera y el programa se retiró de la programación sin dar explicaciones, aunque se habló de presiones externas para impedir que se investigaran casos de bebés robados.

Pese a todo, Paco Lobatón no tiró la toalla. Sigue trabajando en ese mundo dramático de las ausencias que no contestan las llamadas. Nunca ha abandonado, ni piensa abandonar, la causa de los desaparecidos. Conoce de cerca el problema humano de decenas de miles de personas, celebra los emotivos reencuentros que a veces se producen y confiesa que merece la pena ayudar a quienes buscan desesperadamente a uno de los suyos. Reivindica, por otra parte, mayor cobertura legal y la creación del Estatuto de la Persona Desaparecida. En esa lucha está y a ella se refiere a lo largo de la entrevista Fuera de micrófono.

PREGUNTA.- Tus comienzos fueron en la radio, pero todo el mundo te recuerda por la televisión.

RESPUESTA.- Es verdad que mis orígenes están en la radio. Yo siempre reivindico ese origen, porque la radio me lo enseñó todo y me conectó con la gente. Me inoculó la pasión por comunicar. Luego vino la tele, que te otorga una notoriedad impresionante, desproporcionada, que diría un argentino. La tele hace además de pantalla de lo que has hecho antes. Fue un origen hermoso.

P.- Alguna vez has dicho que «el éxito es ser útil a la gente», cuando lo normal es que ese concepto se asocie a la fama y el dinero.

R.- Etimológicamente, éxito significa llegar a donde quieres llegar. Pero depende de cómo te hayas planteado el camino. Ser periodista, para mí, era sinónimo de hacer algo que ayudara a la gente, sin pretender ser salvador. Y, cambiar un poco el mundo, también. Cuando éramos jóvenes teníamos la convicción de que lo íbamos a cambiar muchísimo. Para eso y por eso me hice yo periodista.

P.- ¿Qué queda de aquel Paco Lobatón de poblado bigote, que presentaba telediarios a mediados de los ochenta?

P.- Cuando se genera un icono, luego es muy complicado deshacerse de él. A mí la gente todavía me va buscando por la calle, entre comillas, esa imagen, aquel bigote pobladísimo y oscuro. Recuerdo aquella etapa compartida con Ángeles Caso, con quien luego he tenido una relación de amistad, no tan cercana y tan continua como me hubiera gustado, pero verdadera y que permanece. Con Concha García Campoy también mantuve esa relación de una manera muy sincera, pero se nos fue tan pronto, tan pronto. Ángeles Caso fue mi compañera en el telediario de la noche, donde estuve más tiempo, pero quien me dio la alternativa, por decirlo en términos taurinos, fue Concha García Campoy.

En realidad, la culpa de que yo presentara un telediario la tuvo Manuel Campo Vidal, que se cogió una baja de paternidad para atender a su hija recién nacida. Eso generó una necesidad de sustitución y a mí me empujaron, literalmente. En las pruebas que había habido para aquellos telediarios yo había sido descartado. Lo que pasa es que luego, ante ese momento de sustitución, el entonces director de informativos, Enrique Vázquez dijo: «Lobatón al plató». Resolví y superé, gracias a la ayuda de Concha, ese momento terrible del vértigo, y a partir de ahí todo rodó.

P.- ¿Te imaginabas que Quién sabe dónde llegaría a ser un fenómeno televisivo y casi sociológico?

R.- Lo que no me imaginaba, de entrada, es estar yo en un programa así.  Porque yo estaba en una actividad muy relevante, muy premiada. Siempre fueron una fruta muy apetitosa para el poder político. Había una gran disputa y nos tenían en vilo siempre. Esa relevancia de la televisión era para mí algo nuevo. Y nunca pensé que eso se acabara tan pronto, y mucho menos que a continuación pasara a hacer algo que no tenía nada que ver con los telediarios, aunque sí con la televisión: ponerme frente a personas que han pasado por un trance durísimo, como es perder a un ser querido, afrontar una desaparición, y saber cómo llevar eso.

«Un directivo de TVE me dijo: ‘Date por jodido; te has convertido en un fenómeno adverbial’»

P.- Hiciste popular una frase que se repetía entre amigos: «Aquí no te encuentra ni Paco Lobatón».

R.- Esa expresión me la comentó a mí un directivo de TVE de aquel momento. Y me dijo, con estas palabras: «Paco, date por jodido. Te has convertido en un fenómeno adverbial». Pero no era yo el que se había convertido en un fenómeno adverbial, sino el personaje que ejercía esa función de buscar a personas que habían desaparecido y descubrir que la mayoría de ellas lo habían hecho por razones ajenas a su voluntad y a su libre albedrio. Por tanto, cuando eran llamadas por sus buscadores, volvían. Si no hubiera sido así, el programa hubiera fracasado rotundamente.

P.- ¿Se cargaron el programa, líder de audiencia, por buscar bebés robados, como se insinuó entonces?

R.- Tiene cierta verosimilitud porque coincide con una etapa en la que la línea política en Moncloa era muy conservadora y muy estricta. Además, la correa de transmisión Moncloa-Prado del Rey también era muy directa. Tú que has sido observador de lo que pasaba en esa gran casa, ha habido etapas en las que existía más autonomía. Todo estaba muy predeterminado.

Paco Lobatón. | Víctor Ubiña

P.- ¿Por qué has seguido en esta lucha de ayudar a las familias de desaparecidos?

R.- Para mí, descubrir ese mundo fue como abrir los ojos a una realidad de mi propio país, de mi propia sociedad, que desconocía, esa que las élites más exquisitas llamaban «la España profunda». Era verdad. Ahí, en lo profundo, en lo hondo, estaba esa realidad de decenas de miles de personas, cada año, golpeadas por ese infortunio. Entonces, cuando vives de cerca esa realidad y te enfrentas a madres, a hermanos, a hijos, que están mirándote a los ojos y esperando que les ayudes a resolver ese vacío, eso no lo puedes vivir como una rueda de prensa de UGT, con perdón para UGT, o como la retransmisión de un partido de fútbol. Estás asistiendo a una entidad humana muy seria. Hay que ser muy cínico para que eso no te afecte y yo no me considero cínico. Me afectó, me afectó mucho. Los casos empezaron a ser causas.

P.- Entre los casos de desaparecidos que investigó el programa, ¿cuál te impactó más?

R.- Me impactaron muchos, de los 1.500 casos que tratamos en antena. Es difícil decir uno. Hubo casos que tuvieron una repercusión social y mediática enorme, como el caso de las niñas de Alcàsser; el del niño pintor, David Guerrero Guevara; o el caso de Juan Pedro Martínez, el niño de Somosierra…

P.- ¿Anabel Segura?

R.- Anabel Segura no fue una desaparición, pero sí fue un caso que tratamos en un programa especial. Sin duda, puestos a decir cuál me tocó más hondo, te diría que fue este. ¿Por qué? Pues, porque era una operación distinta a la habitual de Quién sabe dónde. Teníamos que encontrar no a la persona, sino a quienes la tenían secuestrada. Es decir, buscábamos a los malos. Para ello, se puso en marcha un impresionante operativo, de acuerdo con la familia y con la policía judicial, que no era sólo televisivo. Era más que eso. Hicimos todo un ceremonial para conseguir que las voces de los secuestradores, que podían llevar a su identificación, fueran realmente escuchadas por la gente. Javier, es importante esto que te voy a decir. Esas voces ya se habían difundido durante dos años, pero las habíamos escuchado todos en el ruido de un informativo de la radio o de la tele. El operativo fue un ejercicio ceremonial: vamos a escuchar estas voces porque ahí está la clave. Y allí estuvo la clave. Hubo muchas llamadas en el teléfono de investigación de pistas que teníamos en el programa. Ahí se encontró la pista.

«He llorado de emoción, pero nunca delante de las cámaras»

P.- La audiencia colaboraba, pero también hubo gente que dio pistas falsas…   

R.- La colaboración de la gente fue clave para que se resolvieran siete de cada diez casos. Si no, por muy grande que fuera el equipo del programa – y llegamos a tener un equipo multidisciplinar de 68 personas – no hubiéramos logrado resolver tantos casos. Teníamos dos psicólogos, una trabajadora social, un abogado y al policía Esteban Gándara, fallecido no hace mucho. Gándara era nuestro gran asesor. Con todo eso articulamos un programa muy serio. Muy en serio, diría yo.

P.- ¿A la policía no le preocupaba que le hicieran la competencia? 

R.- No hubo esos celos nunca. En primer lugar, porque teníamos a un policía en el programa, Esteban, al que le pedía que estuviera más conmigo, según la complejidad del caso. Como ocurrió en el caso de las niñas de Alcàsser, Esteban daba las explicaciones pertinentes.

P.- ¿En algún momento te emocionaste y se te saltaron las lágrimas?

R.- En imagen, nunca. Por un ejercicio deliberado de contención. Yo creo que la emoción del mediador – y los periodistas somos mediadores – nunca debe sobreponerse ni interferir la legítima emoción de los protagonistas. Entonces, yo siempre daba un paso atrás. Dejaba que fueran los que estaban viviendo esa emoción positiva del reencuentro quienes lloraran, pero de alegría. Que la vivieran tranquilamente, y sin exagerar. Había un pacto con Leopoldo Gutiérrez, que era el realizador, un gran realizador: no vamos a echar azúcar doble al café; vamos a retratar la realidad tal y cómo se produce.

P.- ¿Lloró, entonces, cuando no tenía las cámaras delante?

R.- Claro que sí. La emoción y el impacto es muy grande. Lo fue especialmente en el caso de Anabel Segura por razones obvias. Yo hice ese programa con la esperanza de que pudiéramos recuperar a Anabel. Hubo un momento – un gesto de grandeza, de delicadeza y de profesionalidad por parte de la policía judicial, que seguramente tenía otra percepción – que fue determinante porque nos dio el impulso y la energía para decir ¡vamos allá! Cuando yo le decía a la gente: ahora todos juntos vamos a escuchar estas voces, lo decía con una confianza enorme en que eso ocurriera y produjera un efecto como finalmente lo produjo.

«En España se denuncian entre veinte y treinta mil desapariciones al año»

P.- Según las estadísticas, en España se denuncian 14.000 desapariciones anuales.

R.- Más, más, entre veinte y treinta mil denuncias anuales. Desde el año 2017, ya hay informes anuales y son cifras ratificadas por el Centro Nacional de Desaparecidos.

P.- La fundación que presides – QSD Global – reclama una ley que reconozca el Estatuto de la Persona Desaparecida. ¿Qué es exactamente lo que pretenden?

R.- Actualmente, los casos de desaparición son tratados jurídicamente según la ley vigente de Enjuiciamiento Criminal que es del siglo XIX. Ya en 2013 el Senado, en una comisión especial, reconoció que había un caos legislativo en el tema de los desaparecidos y que era necesario poner orden. Desde entonces, nosotros hemos tomado ese guante en la fundación y hemos trabajado para implementar una futura ley. En estos momentos, cuando llega a un juzgado un caso de desaparición, el juez no sabe qué hacer. Y, como no tiene a nadie a quien sentar en el banquillo para acusarle de la desaparición, archiva el caso o hace un sobreseimiento provisional. La familia recibe la noticia como un bofetón. Están metiendo en la carpeta la historia de mi ser querido. Más cosas. Si en dos años no hay noticia y no vuelve el desaparecido, hay una declaración de ausencia y a los diez una declaración de fallecimiento. Y se les hace firmar a los familiares que está fallecido, sin que haya un cadáver que lo ratifique. Es de una crueldad administrativa que hay que terminar con ella inmediatamente.

P.- Los medios de comunicación le damos mucho protagonismo durante unos días a los casos más llamativos de desapariciones, pero no se hace luego un seguimiento. ¿Por qué?

R.- Esa dinámica la rompió el programa Quién sabe dónde, primero en La2, con Ernesto Sáenz de Buruaga, y luego con nosotros, durante seis años en La Primera. Cumplíamos la misión de ayudar a la gente. Éramos un programa de utilidad pública, ayudando a que la sociedad funcione con alertas solidarias, sin crear alarma. Sin embargo, cuando no hay información, es muy fácil que se desaten alarmas, a veces desproporcionadas y perjudiciales.

Paco Lobatón, en una imagen de 1985, cuando presentaba el Telediario. | Javier del Castillo.

P.- Estudiaste Ciencias Políticas. ¿Qué opinión te merece la situación que vivimos en estos momentos?

R.- Yo empecé Ciencias Políticas, pero no terminé la carrera. Luego hice Periodismo, porque yo no quería enfrentarme al ejercicio de este oficio sin tener ese elemento de seguridad y garantía frente a todo. Fue un esfuerzo, porque me cogió ya un poco mayorcito. De haber seguido en Ciencias Políticas, igual me estaría dedicando ahora a la actividad política. En fin. ¿Me preguntas por la realidad actual? Creo que hay una discontinuidad en el conocimiento de cómo hemos conseguido tener un país democrático y un estado de Derecho. Sin ese ejercicio de memoria histórica reciente, es muy fácil que se cuelen propuestas absolutamente populistas y demagógicas, que distraigan de lo principal.

«Fue muy emocionante recibir la Medalla al Mérito Policial»

P.- ¿La televisión pública se está desviando de su objetivo de servicio, al que aludías anteriormente?

P.- Yo creo en la función pública y en la responsabilidad pública de todas las televisiones, incluidas las privadas. No quiero eludir la pregunta que me haces. RTVE ha tenido momentos en que cumplía mejor esa misión y otros que no tanto.  Últimamente, hay algo de desconcierto. Hay otro elemento a tener en cuenta: la discontinuidad. No ha habido un planteamiento de verdadero horizonte. Se ha desdibujado el perfil de la propia RTVE.

P.- ¿Merece la pena estar ahí, luchando siempre por la causa de los desaparecidos?

R.- Merece la pena y ha merecido muchas alegrías también. Cada vez que un familiar te da las gracias, para mí eso es más que suficiente para justificar dedicarle mucho tiempo. Por cierto, la fundación QSD Global se puso en marcha porque no había manera de que la televisión abriera un espacio.

Paco Lobatón. | Víctor Ubiña

P.- En el 2018 lo intentaste con el programa Desaparecidos, pero no cuajó.

R.- No nos dieron tiempo. La audiencia estaba dentro de la media de la cadena. Un programa como ese, que no es un espacio de entretenimiento fácil, sino de un contenido difícil, duro, necesita tiempo. A efectos de evaluación, se le trató como si fuera un concurso o un programa de entretenimiento más. Desaparecidos terminó con 500 casos, quinientas peticiones, llegadas a la redacción.

P.- Estás en posesión de la Medalla al Mérito Policial. ¿Es, de alguna forma, el reconocimiento a tu labor?

P.- Lo agradecí mucho, la verdad. Me sentía un poco extraño, porque alguien que en su día había sido detenido por esos policías, verse ahí, en un acto público, fue muy emocionante. Muy emotivo.

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